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Periodismo de alto impacto

La crisis de los medios tradicionales y el desarrollo de las plataformas web han abierto un nuevo espacio para el periodismo de investigación. Esta columna analiza el trabajo de los nuevos medios independientes en Latinoamérica.

Por Francisca Skoknic

3 de Diciembre de 2018

Este artículo se publicó originalmente para el anuario UDP 2017.

La crisis del periodismo impreso que comenzó a sacudir a Estados Unidos a comienzos de la década pasada se extendió lenta pero inevitablemente hacia América Latina, donde Chile no es la excepción. Los síntomas son el cierre de medios de comunicación, masivos despidos de periodistas y, en muchos casos, un fuerte declive en la calidad de la información. El verdugo se llama internet, que a través de distintas vías ha ido minando la capacidad de los medios tradicionales de financiarse.

En el nuevo ecosistema mediático se han multiplicado un sinfín de plataformas digitales que no han conseguido reemplazar la densidad informativa de los viejos medios. Sin embargo, ha florecido también un nuevo tipo de periodismo digital que ocupa un espacio que muchos periódicos nunca llenaron o bien descuidaron por bastante tiempo. Se trata de lo que los estadounidenses llaman periodismo de servicio público, generalmente expresado en reportajes en profundidad o derechamente investigativos.

El impacto del periodismo que están produciendo estos nuevos medios en América Latina es desproporcionado en relación a sus redacciones pequeñas, sus exiguos presupuestos y sus precarios modelos de financiamiento. Pese a todas esas limitaciones, se transformaron en actores relevantes en cada uno de sus países.

Periodismo de servicio público

El director de investigación del Reuters Institute para el Estudio del Periodismo en la Universidad de Oxford, Rasmus Kleis Nielsen, afirma que hay tres motivaciones para ser dueño u operar un medio de comunicación: poder, utilidades o servicio público. Podría decirse que en América Latina, donde los grandes medios han sido históricamente propiedad de consorcios familiares, prima una combinación de las dos primeras motivaciones. El tercer móvil, el servicio público, impulsa al puñado de medios que está revitalizando el periodismo en la región.

Por definición, este tipo de medios busca entregar un servicio al público con autonomía de los gobiernos y muchas veces operan como organizaciones sin fines de lucro financiadas por el mismo público (Kleis, 2017). Cumplen, además, un rol esencial para la democracia (Koniczna, 2018), al alertar de aquello que funciona mal en el sistema, desde la corrupción hasta la inoperancia.

Se trata de medios independientes que practican el periodismo en profundidad, con ánimo de influir en las políticas públicas y generar cambios. Son nativos digitales, que surgen con vocación de innovar y de tomar las herramientas disponibles para contar historias, adaptándose a los nuevos formatos. Muchos de ellos no tienen fines de lucro y, cuando lo tienen, su móvil no es convertirse en un gran negocio. Una opción realista, considerando que en palabras de James T. Hamilton (2016), “la creación de contenido original sobre asuntos públicos puede generar grandes beneficios a la sociedad, pero ofrece bajos retornos para los inversionistas”.

Ya en 2014 la directora del Stabile Center de la Universidad de Columbia, Sheila Coronel, se preguntaba si acaso no estábamos viviendo los días de oro del periodismo de investigación. Destacaba el panorama Latinoamericano: “El Faro en El Salvador, La Silla Vacía y Verdad Abierta en Colombia, Animal Político en México y Plaza Pública en Guatemala están produciendo investigaciones innovadoras y en profundidad que incorporan datos, narración e interactividad”. A esa lista habría que agregar CIPER en Chile; Ojo Público, IDL-Reporteros y Convoca en Perú; Agencia Pública en Brasil y Chequeado en Argentina, por nombrar algunos.

Si bien el más antiguo, El Faro, nació en 1998 y se jacta de ser el primer medio digital de América Latina, el mayor auge se dio entre 2009 y 2014, según Mireya Márquez-Ramírez y Manuel Alejandro Guerrero (2017): “Profesionales en búsqueda de traspasar los límites de los medios tradicionales encontraron formas de realizar periodismo independiente sobre temas políticos y sociales, como los efectos de la violencia, la corrupción o las violaciones a los derechos humanos. De esta forma, medios independientes y nativos digitales continúan floreciendo en la región, exponiendo los abusos de poder y malas prácticas, además de fomentar innovaciones tecnológicas y creatividad en la forma de contar historias y chequear datos”.

En 2016 se realizó el Primer Estudio de Medios Digitales de América Latina, que analizó 34 sitios nativos digitales, de los cuales 12 resultaron ser investigativos. “La mayoría de los medios que realizan periodismo de investigación recibe apoyo o financiamiento de donantes internacionales y han generado diversas estrategias de fondeo colectivo. Sin embargo, se percibe una necesidad importante por diversificar las entradas de recursos, para no depender exclusivamente de un donante, que condicione la existencia del medio”, advierte el informe (Meléndez, 2016).

Influencia desproporcionada

Según James T. Hamilton (2016), el periodismo de investigación genera tres tipos de impacto: deliberativos (debates o investigaciones), sustantivos (nuevas políticas o leyes) e individuales (despidos o renuncias). Esta última categoría es la más vistosa y la que se suele destacar cuando se habla de impacto periodístico, pero se puede identificar a las tres entre las consecuencias del reporteo investigativo de los medios digitales orientados al servicio público.

Entre los casos recientes más espectaculares están el terremoto político-judicial que se desató en Perú luego de que IDL-Reporteros –un medio con sólo 6 periodistas– publicara los audios que delataron los lazos corruptos de los jueces en ese país, o la fuga y posterior detención del gobernador de Veracruz, en México, tras la investigación gatillada por la serie sobre empresas fantasmas, hecha por Animal Político. En Chile, las consecuencias de las investigaciones de CIPER van desde la renuncia ministros hasta cambios sustantivos en políticas públicas, como cuando forzó la invalidación y realización de un nuevo censo.

“Aunque son pocos, los reportes investigativos tienen una influencia desproporcionada porque generan nueva información sobre temas de importancia que el gobierno o corporaciones pueden estar tratando de ocultar. El efecto desbordante de este tipo de reporteo –renuncias y despidos, debates sobre políticas públicas, incluso cambios en los presupuestos y las leyes– explica el énfasis que los periodistas ponen en el trabajo investigativo”, escribe Hamilton.

El también director del programa de Periodismo de la Universidad de Stanford realizó una exhaustiva investigación sobre las consecuencias del trabajo de quienes llama “detectives de la democracia”. Las conclusiones demostraron que aunque el periodismo de investigación es más caro de producir, un dólar invertido en un reportaje investigativo genera cientos de dólares en beneficios a la sociedad por los cambios en políticas públicas que produce.

Impacto multiplicador

Dos tendencias recientes están potenciando aún más el impacto del trabajo de los medios investigativos digitales: las filtraciones de grandes volúmenes de información y el trabajo colaborativo. La primera de estas tendencias comenzó en 2010, cuando Wikileaks recibió una copia de los cables diplomáticos de Estados Unidos y eligió medios en distintos países para trabajar con ellos. En América Latina había algunos tradicionales, pero también estaban CIPER, El Faro e IDL-Reporteros.

En los años siguientes se intensificó el trabajo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su singla en Inglés) en la región. Su fórmula consiste en realizar grandes investigaciones transnacionales en que medios de distintos países colaboran con un objetivo común. Este tipo de periodismo permite aumentar el impacto a menores costos.

El caso más conocido es el de Panama Papers, que mezcló una filtración masiva y la colaboración de más de 380 periodistas en todo el mundo. En América Latina, además de los tres recién mencionados, entre los medios independientes estuvieron Convoca y Ojo Público en Perú, Armando Info y Efecto Cocuyo en Venezuela, el Centro de Periodismo Investigativo en Puerto Rico y Connectas con Consejo de Redacción en Colombia.

La actividad de ICIJ en la región y la presencia de Connectas, que intenta realizar algo similar, ha tenido un efecto catalizador en el periodismo colaborativo en Latinoamérica. Grupos de medios se han asociado para reportear diversos temas transfronterizos en iniciativas que mezclan sitios independientes con grandes conglomerados.

El auge de las colaboraciones hizo que incluso durante el reporteo del caso Lavajato, en que empresas brasileñas corrompieron a gobiernos de distintos países, trabajaran en paralelo dos grupos de medios de comunicación. Se hicieron llamar Investiga Lavajato (entre otros estuvieron Plaza Pública en Guatemala, Colombia CheckEl Pitazo y RunRun en Venezuela, El Faro en El Salvador y Convoca en Perú) y Red Latinoamericana de Periodismo de Investigación Estructurado (IDL-Reporteros en Perú, Sudestada en Uruguay y Armando Info en Venezuela, y otros).

La capacidad de adaptarse y colaborar tiene el potencial de multiplicar el impacto de los medios investigativos independiente. Dicho impacto, sin embargo, no garantiza el financiamiento, que sigue siendo la principal debilidad de un periodismo fundamental para la democracia que aún requiere encontrar un modelo que le permita subsistir.

Imagen de woodleywonderworks bajo licencia Creative Commons vía Nieman Lab

Disclosure: CIPER recibe financiamiento de la UDP y el rector Carlos Peña es el vicepresidente de su directorio. La autora de este artículo fue subdirectora de CIPER hasta mayo de 2017 y es miembro de la red del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).
BIBLIOGRAFÍA
Coronel, S. (2015). Is It Really Investigative Reporting’s Golden Age? En https://gijn.org/2014/10/21/is-it-really-investigative-reportings-golden-age/
Hamilton, J. T. (2016). Democracy’s Detectives: The Economics of Investigative Journalism. Harvard University Press.
Kleis Nielsen, R. (2017). Media Capture in the digital age. En In the Service of Power: Media Capture and Thread to Democracy. The National Endowment for Democracy.
Knobel, Beth. (2018). The Watchdog Still Barks: How Accountability Reporting Evolved for the Digital Age (Fordham University Press).
Koniczna, M. (2018). Journalism Without Profit, Making News When Market Fails. Oxford University Press.
Lewis, C. (2007). The Growing Importance of Nonprofit Journalism. Working Paper Series, Joan Shorenstein Center on the Press, Politics and Public Policy, Harvard University.
Márquez-Ramírez, M., & Guerrero, M. Al. (2017). Clientilism and media capture in Latin America. En In the Service of Power: Media Capture and the Thread to Democracy. National Endowment for Democracy.
Meléndez, J. (2016). Primer Estudio de Medios Digitales y Periodismo en América Latina. Factual.

Francisca Skoknic:

Francisca Skoknic, periodista de investigación. Actualmente directora de la escuela de Periodismo UDP.

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