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“Apagón” analógico y el futuro de la TV
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“Apagón” analógico y el futuro de la TV

Columna de opinión acerca de los dilemas del negocio de la televisión tradicional frente al consumo de contenido audiovisual en Internet

Por Miguel Huerta

23 de Mayo de 2019

El nuevo retraso en la implementación total de la televisión digital terrestre (conocida como TVD) de abril de 2020 a abril de 2024, pone en riesgo la factibilidad económica de muchos de los actores que debieran sumarse a esta iniciativa, particularmente canales regionales, locales y comunitarios. El peligro es transmitir por medio de una antena esperando encontrar una audiencia que preste atención a los contenidos, siendo que esta ya se ha acostumbrado a recurrir a otras plataformas para encontrar entretención e información.  Las innovaciones tecnológicas no solo requieren de características atractivas y diferenciadoras para atraer a los usuarios, también requieren aparecer en el momento preciso para conectar con sus necesidades – presentes y futuras – y triunfar en el mercado. Algo diferente ha ocurrido en Estados Unidos (12 de junio de 2009), desde el  momento en que los canales fueron obligados por la Federal Communications Commission (FCC) a apagar sus transmisiones analógicas, conocido como el “blackout analógico”.

Una serie de eventos y actores (algunos incumbentes y otros nuevos) han logrado cambiar la forma en que consumimos contenido y el entorno competitivo de la industria de medios, desencadenando, lamentablemente, un escenario de tormenta perfecta a la que la televisión chilena debe prestar muchísima atención.

Sin lugar a dudas, la aparición de la TVD en los países del hemisferio norte permitió unas significativas mejoras en la calidad de la imagen – la audiencia pudo acceder por medio de una antena a canales nacionales y locales con calidad HD- y el surgimiento de nuevos actores en el espectro televisivo. El timing de este proceso (2010-2013) coincidió con la expansión del universo de internet, donde el precio de la infraestructura digital comenzó a bajar a valores que hoy son cercanos a cero (tener nuestro contenido en la nube no nos cuesta dinero, en muchos casos), permitiendo que la cantidad de contenido digital almacenado aún no conozca límite, y que su acceso vía streaming tenga mínima latencia y tasa de error.  En este nuevo entorno digital surgieron las OTT (Over the Top), donde hemos conocido a Netflix, Amazon Prime y, restringido a Estados Unidos, HULU.

Un factor adicional, que se suma a esta combinación peligrosa para los medios, es una nueva generación de jóvenes ávidos de contenido audiovisual, que ha crecido en un mundo donde la tecnología es cada día más estable y omnipresente, con rutinas de acceso y consumo de contenido totalmente diferentes a sus predecesores. La parrilla de programación diaria fue reemplazada por la barra de búsqueda y las sugerencias automatizadas por los algoritmos generando incluso altos niveles de impaciencia para acceder a todo lo que el mundo digital puede ofrecer. Esto ocurre debido a que desde fines de los noventa los canales cable – particularmente HBO y FOX – impusieron una nueva forma de contar historias en sus series. El concepto de “transmedia storytelling” (Jenkins 2006), traducido como narrativas transmedia, comienza con series como The Sopranos, Lost, The Wire y está pronto a alcanzar un peak con el término de “Games of Thrones”. Estas series apuestan por el desarrollo de un gran número de personajes principales y secundarios, lo suficientemente atractivos para conectar con los diferentes públicos dentro de una misma masa de audiencia, (GOT es un gran ejemplo con personajes con los que te encariñas y luego mueren) y con tramas imposibles de explicar en un par de capítulos que se tornan cada vez más complejas.

Una estrategia de las narrativas transmedia es crear una audiencia fiel y activa, los fanáticos alrededor de la serie que ayudan a difundir el contenido de los medios en la esfera pública y juegan un rol de defensores de la serie y su narrativa. Dado el alcance global del mercado de los canales de cable (particularmente los Premium como HBO) y el apoyo de un “boca a boca” espontáneo de sus seguidores, el gusto por las series se estableció como la nueva norma. En 2013, Netflix puso el broche de oro a esta nueva relación de los usuarios-audiencia-fanáticos con House of Cards, una apuesta para combatir la piratería y los spoilers, pero también para generar engagement y por ende mayor número de suscripciones entre usuarios deseosos de más y más historias. Utilizando la data obtenida de los propios abonados, Netflix pudo predecir los intereses de su audiencia y responder con contenido que contaba con un interés garantizado. A lo anterior, para enfrentar la piratería y los spoilers, ofreció todos los capítulos de la temporada de una sola vez. Esta estrategia derivó en las famosas maratones de serie o “binge-watching”, donde las personas vean tres o más capítulos de una serie sin parar.

La nueva sigla OTA (Over the Air) significa canales de televisión de libre recepción con calidad HD disponibles para los usuarios con una simple antena. OTA y OTT desencadenaron el lento pero constante avance de un nuevo tipo de consumidor de medios, los Cord Cutter (cortadores del cable), aquellos que prefieren invertir en internet de alta velocidad y consumir televisión digital abierta, si es que cuentan con un televisor, que para muchos ya no es un requisito para acceder a contenido.

Las cifras de suscripción al servicio de TV pagan en Estados Unidos ha ido disminuyendo y preocupando a los operadores de cable, aunque vale la pena mencionar que muchas de estas grandes empresas son también las Telcos que ofrecen los paquetes de internet en nuestros hogares. Sin embargo, el cambio de hábito en cuanto al consumo de contenido audiovisual, dónde, cuándo y cómo cada usuario quiera, ha puesto en jaque a los medios que todavía basan su interacción en un consumo lineal.

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Los medios, cuyo modelo de negocio se sigue basando en vender publicidad en franjas horarias a cambio de retener una audiencia dispuesta a sentarse frente al televisor, ven que su mercado se reduce día a día y que la calidad de su audiencia no siempre resulta atractiva para todos sus potenciales auspiciadores. Si bien estos últimos todavía invierten en televisión también lo hacen en digital, teniendo mayor certeza de llegar al público objetivo deseado.

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Si hay algo que caracteriza a las innovaciones digitales y las nuevas plataformas tecnológicas es su bajo interés por invertir en infraestructura física. Basta ver a UBER, AIRBNB, SPOTIFY, BUZZFEED, VOX, CORNERSHOP, LIME, GRIN, nuevos actores que acceden a un gran pedazo del mercado sin invertir en espacio físico ni un gran número de empleados contratados. Estos servicios se basan en acceder a los usuarios a través de sus dispositivos móviles mediante aplicaciones. El negocio está en el volumen de mercado y la data que son capaces de reunir para iterar su propuesta de comercialización o para venderla a terceros. En el mercado del contenido televisivo basado en aplicaciones, los servicios de streaming pueden funcionar desde celulares hasta cajas de OTT (connected devices) muy populares en el Mall Chino de Arturo Prat (Metro Universidad de Chile, Santiago), desde los propios connected devices como AppleTV, Roku, Chromecast o Amazon Fire, y desde los SmartTVs, que se ofrecen con grandes descuentos para CiberDay, CiberMonday, Black Friday, el Mundial de fútbol o la Copa América.

Con todo lo anterior, queda poco espacio para apostar por el negocio de la TVD basado en supuestos añejos, donde la calidad de la imagen ya no es un factor desequilibrante, es más bien un commodity, donde el riesgo está en los costos de puesta en marcha (aunque se ahorre en producción de contenido e infraestructura, aún se debe invertir en la transmisión, ya sea directa o por medio de un tercero), y en la incertidumbre de poder captar un número significativo de audiencia,  cada vez más fragmentada y dispersa. La apuesta de los grandes canales tradicionales es por reducir sus costos para enfrentar la crisis actual, un mercado que se achica cada vez más y que los obligará a nuevas reducciones presupuestarias.  Invertir en contenido de mayor calidad y dirigido a segmentos de público implica buscar mercados fuera de nuestras fronteras, tarea que hasta hoy no tiene grandes historias de éxito. La TVD ha demorado demasiado al punto que hay demasiados sustitutos, de gran calidad y atractivo, a los que los usuarios también llaman televisión.

Miguel Huerta:

Miguel Huerta. Licenciado en Comunicaciones de la Universidad de Notre Dame y magíster en Ciencia del Periodismo en Northwestern University. Es académico en la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP y colaborador en Vergara 240.

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