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El tiempo queer de Ariel Florencia Richards
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El tiempo queer de Ariel Florencia Richards

Investigadora de artes visuales y escritora, postula que escribiendo su último libro se dio cuenta del gran poder de su madre sobre su identidad: “Ella tenía la autoridad de determinar quién era yo”. Además, habla del tiempo en el que se mueven las personas no heterosexuales o quienes no se identifican con su sexo biológico: el tiempo queer

Por José Rodríguez

15 de Junio de 2023

Apenas llegó al café de la entrevista preguntó qué hora era, para ajustar su reloj. Más tarde, explicaría que “la manilla de mi reloj de mano se mueve sola, roza con mi muñeca entonces cambia la hora, y eso me gusta”. Es parte de la personalidad de Ariel Florencia Richards, quien este año lanzó el libro “Inacabada”, una novela sobre el quiebre de la comunicación entre una hija y su madre por la imposibilidad de decir dos palabras “soy mujer”.  En esta conversación habla sobre su obra y su forma de ver la vida. 

 

¿Hay algo de autobiográfico en esta dificultad de comunicarse con la figura de la madre?

“Sí, creo que escribir esta novela me ayudó a entender de qué tipo de autoridad había dotado a mi madre. Ella tenía la autoridad de determinar quién era yo, en la medida que ella no me nombraba, y no me veía como yo me veía. Ella tenía la facultad de confirmar quién era, o quien no era yo. Creo que esa dificultad la experimentamos no solamente las personas transgénero, sino que también muchas personas queer que, de alguna forma, nos inscribimos en cierta disidencia con respecto a las formas de ser más hegemónicas”.

 

Has dicho que la transición es una incerteza en un mundo acostumbrado a las certezas ¿Que te ha enseñado?

“A mi me encantan las incertezas, por ejemplo que la manilla de mi reloj de mano se mueva sola, roce con mi muñeca y cambie la hora. Eso me gusta, es un tiempo distendido, flexible y elástico distinto que la hora que es una cuestión determinada. El otro día iba paseando mi perra por la calle y un señor que estaba regando me dijo: ‘Adelante señor-señorita’ y en un principio me iba a enojar con eso y después dije, quizás es un resquicio del lenguaje incluir las dos cosas que él ve en una nomenclatura. Y eso, más que reprimirlo, castigarlo o aclararle con cuál de esas dos formas de llamarme me identifico, me pareció interesante. Creo que las cuestiones determinadas y las etiquetas pueden ser útiles, pero también pueden ser medidas carcelarias”.

 

¿Con qué intención te lo dijo?

“Las personas en general me miran mucho en la calle y tienen interés en hablarme. No solamente soy una mujer transgénero, sino que soy una mujer transgénero que mide metro ochenta y uno, me gusta ocupar mini, me gusta andar en tacos, me gusta usar maquillaje. Me he dado cuenta del poder performativo que tienen los tacos: yo entro a un lugar con tacos y el sonido alerta a las personas. Para bien o para mal la gente siente mucho interés en acercarse, lo que ha disminuido mis espacios de estar yo sola en silencio, pero me he dado cuenta que a lo mejor ahí está esa deuda histórica social. Como sociedad tenemos que hablar y visibilizar ciertas cosas que no han sido ni habladas, ni vistas. A lo mejor visibilizar mi existencia como una manera también de visibilizar un tipo de existencia menos convencional tiene un costo que es volverse visible, estar a la disposición también de los otros”.

El agua es un elemento del que se habla bastante en la novela y Ariel es un nombre que te gusta desde que eras niña ¿Hay alguna relación?

“Sí total, Ariel es como mi amuleto, apareció cuando yo tenía 8 o 9 años en una pantalla de cine gigante, era la representación de una niña inconforme no solamente con su identidad sino que con su destino, que era vivir bajo el mar y seguir las reglas de su padre, Tritón. Es una princesa Disney muy subversiva en el sentido que desobedece y sacrifica su lugar en el mundo que es su voz para ir donde ella quiere estar, amar a quien quiere amar y verse como ella se quiere ver”. 

 

También pasa por una transformación física

“Que es muy dolorosa en el cuento de Christian Andersen  (la versión original), el dolor de que se transforme la cola en pierna está descrita como el que te claven diez mil cuchillos”. 

 

¿Y en tu experiencia?

“Creo que sí hay una cuestión del cuerpo que tiene que resistir los cambios hormonales, primero que nada, y después… los otros cambios de transitar, que no sé si es doloroso, pero sí es muy removedor a nivel corporal. La Sirenita era muy trans y se llamaba Ariel, que era un nombre que hasta ese momento yo solamente le había asignado a varones, pero ella era súper femenina, tenía el pelo largo y era como acinturada. Era el 89. Tenía sostenes de conchita y era todo lo que yo quería ser, entonces su nombre y su potencia subversiva me acompañaron mucho durante la infancia y la adolescencia”.

 

Dices que el agua es un espacio muy trans, pero al mismo tiempo la madre en la novela le tiene miedo al agua

“Yo creo que el miedo al mar acá (en la novela) es el miedo a la locura, a perder el control, al desborde y a dejar de estar a cargo. El mar me parece que es una fuerza que excede el control humano. El mar hace lo que quiere, nosotros hacemos lo que podemos. Eso es lo que representa en la novela: la relación que la madre tiene no solo con el agua sino que con el mar muy particularmente”.

 

¿Es una forma de decir que la madre le tiene miedo a las transiciones? 

“Yo creo que la madre tiene miedo a cambiar y a perder el control. Quizás cuando cuando las personas transitamos también desatendemos los deseos de nuestras madres y nuestros padres porque, no solamente desobedecemos el género que se nos asignó al nacer, sino que nos re bautizamos. La primera marca de control o de impresión de un deseo sobre nuestros cuerpos es que nos pongan un nombre, te bautizo como, te doy el nombre de, eres sangre de mi sangre. Entonces decir: ‘no un millón de gracias por tu nombre pero yo me he llamado siempre de otra manera’, es ser súper desobediente (…). Yo creo que la madre tiene más que miedo a la transición de género, tiene miedo a perder el control sobre su hija”.

 

Está el concepto de la fluidez del agua, moverse en varias direcciones, pero también está el concepto de tránsito ¿Crees que estos conceptos se contraponen entre sí?

“Si uno piensa que transitar es llegar a algún lugar, sí se contraponen, pero si uno piensa que transitar es activar un movimiento es lo mismo que la fluidez en el fondo. Si tu crees que el tránsito termina con tu reconocimiento legal o cuando alguien ya te dice el género que tú te identificas en la calle, evidentemente que eso es algo conclusivo cerrado, que se acaba, pero yo creo que más bien el tránsito es una cuestión de movimiento permanente, en ese sentido si es algo fluido, depende como pienses el tránsito y la fluidez”.

 

¿Por eso usas el término “inacabada”?

“Una de las primeras preguntas que me hacían las personas cuando empecé el tránsito es ¿ya y cuando termina tu tránsito? Supongo que cuando me muera o quizás incluso cuando me muera todavía mi tránsito no va a concluir. En ese sentido la historia del arte me relevó un concepto, faciebat, que es un prefijo latino, con el que tú puedes firmar una obra que no significa ‘fue hecha por’, sino que ‘está siendo hecha por’. Una de las primeras obras que está firmada así es La Piedad de Miguel Ángel, que dicefaciebat Miguel Ángel’, ‘está siendo hecha por Miguel Ángel’. Es una obra no solamente fluida, sino que no conoce fin”. 

 

¿A la gente le cuesta entender que puede haber algo entremedio?

“Si mucho, por lo mismo yo pienso en ese señor que me dijo señor-señorita, que es necesario quizás mirar más amorosamente los escasos recursos que tienen las personas para tratar de entender. Vivimos en sociedades donde las cosas son A o B, blanco o negro, grande o chico, eres chileno o no eres chileno (…) Creo que las personas tendemos a encasillar cosas y que eso nos da tranquilidad. A mí lo que actualmente me da tranquilidad son las zonas grises, los intermedios, el que una persona pueda sentirse con dos géneros, lo encuentro maravilloso. Pero, para eso, hay que actualizar la manera en que pensamos”.

 

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Ahí volvemos a tu reloj, que no quieres que dé la hora exacta

“Hay un pensador muy bacán, Jack Halberstam, que habla del tiempo queer. ¿Viste Buscando a Nemo?. Él plantea que Dory representa el tiempo queer porque va renovando constantemente su presente, se olvida de todo, de quién es el papá de Nemo, de lo que están haciendo, y eso permite que sus relaciones sean siempre en presente, nuevas. Dory no tiene antecedentes ni prejuicios. Halberstam habla de este tiempo queer sin genealogía hacia atrás: yo te veo por primera vez y eso permite que te analice sin ningún sesgo. No sé en qué colegio estudiaste o de qué carrera eres, solo sé que eres una persona con la que puedo tener una conversación en el presente”. 

 

¿Te sientes identificada con el término “escritora trans”? 

“Me pregunto a quién le sirve que yo sea una escritora trans. Evidentemente es una interesante movida editorial de marketing que haya una escritora trans, pero ¿Cuánto puede durar eso?. Evidentemente hay intereses cruzados de a quienes les puede servir destacar que alguien es trans. Por ejemplo, tener en tu catálogo de autoras a una autora trans está bien, digamos está mejor que no tenerla. Creo que la literatura trans viene a aportar una ampliación del lenguaje, pero ¿ser una escritora trans?…es como decir ‘él es un periodista homosexual’, ‘él es un periodista hetero’ Qué bacán pero ¿Cómo escribe?”.

 


Fotografía: https://www.instagram.com/arielflorenciarichards/
Este trabajo fue desarrollado por el autor para el curso “Taller de Entrevista”, dirigido por la profesora Paula Escobar.

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