Según los resultados de la primera encuesta nacional a extranjeros de la comunidad LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bi, trans, intersex, queer) realizada por el Movilh, el 80,3% reconoce haber sido discriminado por su orientación sexual o identidad de género en su país de origen. Una vez en Chile, cerca de la mitad dice sufrir lo mismo.
Por María Fernanda Mondaca y Ariadna Rodríguez
6 de Diciembre de 2021
Fernando Ojeda (32) es venezolano y se define como trans masculino. Recuerda que el 2015, mientras permanecía en su país, tenía la idea de iniciar su transición. Sin embargo, la mala situación económica y el miedo a los peligros que podría correr siendo trans, hicieron inviable la opción. Por esto, en 2016 tomó sus maletas y decidió comenzar un nuevo camino como Fernando en Chile.
Desde que llegó a nuestro país, Fernando se identificó socialmente como trans. Para él lo importante era que lo reconocieran con esta identidad, su ser verdadero. Su primera prioridad fue contar con las condiciones mínimas para vivir, proceso que retrasó en dos años el inicio de su tránsito. “El proceso de integrarte, tener donde vivir, tener un trabajo y poder estabilizarme, fueron prioridades que tenía que cubrir, antes de poder empezar el tratamiento de hormonas”, cuenta Ojeda.
Fernando Ojeda
Al poco andar, se topó con las mismas dificultades que enfrentan quienes desean iniciar el tratamiento. “Existen muy pocos protocolos y centros de salud que otorgan hormonas y no vivía en las comunas donde se podía acceder a través de los Cesfam. Sumado a eso, no estaba informado al respecto”, dice Ojeda. Pero a este escenario, se sumaron problemas adicionales. “Lo migrante te veta lo trans o lo trans te veta lo migrante. Es una interseccionalidad”, comenta, poniendo como ejemplo que aún no ha podido cambiar su nombre a través de la Ley de Identidad de Género.
Un primer acercamiento a la situación de la comunidad de extranjeros LGBT+ en nuestro país, la hizo el estudio Migrantes/refugiadas trans en Chile: sexilio, transfobia y solidaridad política, realizado por Caterine Galaz y Rubén Menares, del Núcleo de Diversidad y Género de la U. de Chile. El documento reúne diez testimonios, que reconocieron la necesidad de escapar de sus países de origen para proteger sus vidas de la violencia social y política que sufrían.
¿Pero, qué ocurre cuando llegan a nuestro país? Según la Primera encuesta encuesta nacional: Realidad de migrantes LGBTIQ+ en Chile realizada por el Movilh, un 48,8% de los/as consultados/as reconoció haber sufrido algún tipo de rechazo debido a su orientación sexual o identidad de género. Incluso, “para el 52%, la discriminación es uno de los principales problemas que los afectan en nuestro país”.
Si bien la migración en Chile no es un proceso nuevo, la perspectiva en temas de orientación sexual e identidad de género es algo poco hablado y afecta directamente a esta comunidad, desde las políticas públicas hasta las regulaciones migratorias. La investigadora Caterine Galaz explica que los extranjeros, al salir abruptamente de sus países, no tienen los documentos necesarios para acceder a las políticas de la comunidad LGBTIQ+ en Chile. “Nuestro país no tiene políticas públicas LGBTIQ+ con perspectiva migratoria y no existe voluntad política para realizar los cambios necesarios”, señala.
Es en este escenario donde, diversas organizaciones y voces activistas han salido a manifestar sus problemáticas. Una de ellas es Migración Diversa, ONG que nació el 2019 con Fernando Ojeda, Valentinna Rangel y José Manuel Simons, tres inmigrantes que iniciaron este proyecto para entregar asesorías y apoyo a su comunidad. Para Simons, en Chile “no hay perspectiva migratoria en las políticas públicas LGBTIQ+”. Esto debido a que para las personas trans extranjeras que quieran acceder a la Ley de Identidad de Género necesitan: el acta de nacimiento (legalizada y apostillada) y la visa de permanencia definitiva. En el caso de Fernando Ojeda, él sí tiene la residencia definitiva, pero acceder a su acta de nacimiento en Venezuela, es un trámite “burocrático”, según lo define. “Nací en el 89’, mi registro fue manual y la única forma de traer el documento, es que alguien en el territorio vaya, tome una copia, la legalice frente al Estado venezolano y la apostille. Eso es mucha burocracia, porque se necesita sobornar desde altos cargos hasta mínimos para tener el documento”.
Fernando relata que en su infancia y adolescencia en Venezuela, no podía expresarse como se sentía en ese momento o, por ejemplo, jugar con sus amigos hombres. Exclusión que lo llevó a tener dos intentos de suicidio antes de los 14 años. Vivencia extrema, que según la encuesta de Movilh, es compartida por el 40% de las personas LGBTIQ+ migrantes, quienes reconocieron haber pensado en el suicidio a raíz de la homofobia y la transfobia.
Finalmente, a los 16 su familia lo echó a la calle. “No nací en el cuerpo equivocado, sino que en una familia y un país equivocado”, cuenta Ojeda. “Cada vez que sufro de discriminaciones, es muy complejo salir de ahí, porque me regresa mentalmente a Venezuela. Las personas trans chilenas sufren de discriminación, pero cuando le agregas el factor migratorio, es como mezclar gasolina con fuego”, sentencia el venezolano, quien reconoce que sus expectativas de vivir en Chile no se cumplieron.
Alessia Injoque es una mujer trans peruana, radicada en Chile desde el 2010. Es ingeniera comercial y hoy directora de la Fundación Iguales. Según cuenta, “volvió a nacer” cuando empezó a transicionar en 2016. Después de trabajar en Cencosud, siendo ya una mujer trans, decidió dejar el lado empresarial para dedicarse al activismo y la política.
Alessia cuenta que desde niña supo que era trans, pero no sabía cómo llamarle a lo que sentía, por lo mismo, la única emoción que percibía en sí misma era soledad y tristeza. “Lo ocultas y tratas de vivir lo mejor posible con esa parte de tu vida frustrada. Es una carga ocultar quién eres y es difícil conectar con la gente cuando escondes tu identidad”, relata.
A los 35 años, Injoque decidió que era el momento de mostrarse tal como se sentía. “Aunque las cosas no estuvieran perfectas, se veía que se podía. En el mundo había más personas saliendo del clóset. Por ejemplo, la Ley Antidiscriminación era una señal”. Su transición hormonal duró un año.
Alessia Injoque
En torno a la migración, Alessia explica que pocas veces la han discriminado debido a sus buenos ingresos económicos, “de hecho no era tratada como migrante, sino como extranjera” afirma. Sin embargo, si ha tenido discusiones en redes sociales: “Les frustra que una mujer opine, si es trans se enojan el doble. Si además es migrante, es casi como que no tuviera derecho a existir y opinar”.
Caterine Galaz, explica que en todo Latinoamérica no existen muchas políticas pro migración, ni pro disidencias sexuales. “Hay algunos países más conservadores que motivan a las personas LGBTIQ+ a salir. No tienen trabajo y muchas veces tienen persecusión política y social por su orientación sexual. Por tanto, se ven obligados a salir. es lo que se le llama sexilio”.
Entre las principales conclusiones de la investigación de Galaz, es que: “A su llegada a Chile (migrantes de la comunidad LGBTIQ+) las formas de vulneración se han materializado en la incomprensión de la especificidad de sus experiencias, especialmente por la institucionalidad migratoria. Esto las deja en una situación de desamparo institucional que solo han logrado revertir a partir de su acceso a organizaciones autogestionadas o activistas“.
Incluso, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), explica que las mujeres, la niñez y población LGBTIQ+, “constituyen colectivos que sufren más y/o son susceptibles de padecer mayores vulneraciones en los tránsitos hacia otros países de destino”.
Franco Fuica, activista trans y coordinador de políticas públicas de la Organización Trans Diversidades (OTD), empezó a trabajar alrededor de 2019, junto a la Red Nacional de Refugiades y Migrantes LGBTQ+, a la cual pertenece también Migración Diversa. “Las políticas deben estar orientadas a facilitar el proceso migratorio y para ello, deben comprender la situación particular y las dificultades que viven las personas trans”, plantea Fuica. Un avance en este sentido es el primer Manual para solicitantes de refugio y migrantes de las diversidades y disidencias sexo-genéricas, que contó con apoyo de ACNUR Chile. El documento es un apoyo para conocer cómo acceder a la red de servicios públicos.
En este sentido, Caterine Galaz propone dejar los estereotipos de lado sobre la población LGBTIQ+ migrante. “No hay que dejarlos fuera del sistema y muchas veces invisibles”, indica la investigadora.
Fotografías y texto: Catalina Llantén