Como seguidor de Lemebel, ¿qué significó todo el proceso de producción?
Para mí esta película es muy importante. Soy una persona de 60 años que vivió en los ochenta y estuve un par de veces en el mismo lugar con Lemebel. Aunque no me considero su amigo, para mí es muy importante, es muy emocionante. Fue muy desafiante trabajar esa novela, en esa época, donde estábamos todos trabajando en dictadura o contra esta.
¿Qué tanto se realza lo político en esta película?
En el filme se recalca mucho el contexto y era, para mí, súper importante para la gente joven que la va a ver ahora entendiera el nivel de peligrosidad que se vivía durante esos años. El nivel de marginalidad y que la pobreza era muy grande. Pero, sobre todo, el nivel de peligrosidad y marginalidad para un homosexual. Hoy nos cuesta imaginarlo, pero en el 86′ salir a la calle y con un gesto marcadamente homosexual era un peligro inminente (…) Lemebel es quien sale adelante con el tema de género, el primero que lo visibiliza, él mismo no solo como escritor, sino como artista y como persona. Y piensa lo peligroso que fue que él se atreviera en los ochenta a salir vestido con tacos a la calle. Si no existiera Lemebel, probablemente no estaríamos donde estamos en términos de derecho y en género estaríamos mucho más atrasados.
En el libro nos encontramos con dos historias que se desarrollan al mismo tiempo, ¿qué tan difícil fue tomar esta trama y llevarla a la gran pantalla?
Fue muy difícil, porque hay cosas que están en la novela y otras que no. Por ejemplo, había pasado menos de un año del terremoto de 1985 cuando parte esta película, es decir, la historia de la novela. Entonces, es cómo que aquello no se escribe, esto ahora se filma, había que dar cuenta de que Santiago poniente era una ciudad terremoteada.
Después, el contexto político, no solo el tema de la dictadura o de la represión policial, sino que también la política en general. Hoy todos nos vestimos de muy tolerantes, pero la izquierda era súper homofóbica esos años. Y eso se muestra en la película. Eran muchos desafíos al mismo tiempo.
¿Se enfocaron más en temas de género que aspectos técnicos para sus referencias?
No, más que el tema de género, aunque la película fuera literaria, a mí me parecía que era fundamental buscar en la pobreza de la época. Hoy día hay una rarísima nostalgia de los ochenta, tipo «¡Oh! Cuando éramos niños y veíamos tele» y pensar que todo era más simple, pero es mentira.
En los ochenta, mientras estaban dando ‘El show de la una’ se torturaba gente. Para mí era esencial recuperar eso, recuperar estéticamente una ciudad venida abajo por un terremoto, que metafóricamente habla de lo que era esa época.