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Crisis sanitaria: la porfiada división sexual del trabajo 
Opinión

Crisis sanitaria: la porfiada división sexual del trabajo 

La situación laboral de las mujeres es hoy más precaria e inestable que lo que era antes de la pandemia. Además de cargar con los roles tradicionales y estereotipos de género, las actuales condiciones laborales y los efectos sociales del covid-19, las sitúa en un círculo vicioso que implica una situación sin salida.

 

Por Ariadna Rodríguez Paniagua

25 de Agosto de 2021

La pandemia del COVID-19 ha afectado de manera particular a la economía del país y el empleo. En este sentido, ¿han existido diferencias entre hombres y mujeres respecto a su acceso a la nueva normalidad laboral? Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el trimestre de octubre a diciembre de 2020, solo 4 de cada 10 mujeres estaba trabajando de manera remunerada mientras que, para los hombres, esta proporción era 6 de cada 10. La razón principal que expresan las mujeres de no participar en el mercado laboral, tiene relación con el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en sus hogares.

De manera estructural, la participación de las mujeres en el mercado del trabajo ha sido más baja que la de los hombres. Al comparar a Chile con el resto de América Latina, nuestro país tiene la tasa de ocupación femenina más baja de la región con un 43%, muy por debajo del 54% que promedia el resto de los países vecinos. Con la pandemia, la caída de la fuerza laboral de las mujeres se convirtió en otro reflejo más de la discriminación simbólica e institucional que les afecta.

El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de las Naciones Unidas, establece en su recomendación número 19, que “La violencia contra la mujer es una forma de discriminación que impide gravemente que goce de derechos y libertades en pie de igualdad con el hombre”. En este sentido, emplaza a los Estados miembros a entregar garantías, protegiendo los derechos humanos y laborales de las mujeres para evitar la violencia de género. 

En este sentido, la dificultad que han enfrentado las mujeres en Chile para encontrar una fuente laboral o recuperar la que perdieron, convirtió a la pandemia en un multiplicador de la discriminación ya presente en una sociedad, a todas luces, patriarcal. Es el caso de aquellas que son madres y que además de cumplir con el mandato doméstico, se convierten paralelamente en profesoras de hijos e hijas, y cuidadoras de personas enfermas. Un multitasking difícil de sobrellevar y que a muchas las obliga a dejar sus trabajos para dedicarse al hogar. 

Debemos recordar que la violencia de género es direccional y la discriminación desplaza a las mujeres, ya que la dominación masculina también es simbólica. Se naturalizan y no se visibilizan los patrones sexistas propios de la división sexual en el trabajo asumiendo, por ejemplo, que son las mujeres quienes están destinadas a las tareas domésticas y de cuidado. Imaginario que se concretó en miles de familias con la urgencia sanitaria, relegando a muchas mujeres a priorizar esta labor, que además es subvalorada y no reconocida socialmente. 

En pandemia, esta baja en la participación laboral femenina también exacerba la violencia institucional tanto del sector privado como público, lo que obstaculiza la realización plena y el derecho a trabajar de las mujeres como lo establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Si bien en Chile, se lograron avances extendiendo el postnatal, con respecto a la regulación del trabajo remoto, no existen aún políticas públicas que se construyan con un enfoque de género, permitiendo preservar y no precarizar el trabajo femenino. Según el INE, el 2020 cerró con un 27% de empleo informal, con las mujeres liderando este índice durante gran parte del año.

La situación laboral de las mujeres es hoy más precaria e inestable que lo que era antes de la pandemia. Además de cargar con los roles tradicionales y estereotipos de género, las actuales condiciones laborales y la crisis sanitaria las sitúa en un círculo vicioso que implica una situación sin salida.

La Comisión Interamericana de Mujeres recomienda a los países que se reconozca tanto el trabajo remunerado como no remunerado, ambos como generadores de riqueza, capaces de distribuir capacidades y oportunidades. Del mismo modo, urge abordar las brechas de ingresos, mediante una regulación laboral que permita obtener la misma remuneración por trabajo de igual valor. Para lograr una efectiva igualdad de género en lo laboral, se requiere urgentemente políticas de conciliación y corresponsabilidad, que asuman las bases de la sociedad patriarcal en la que vivimos, entregando un espacio a las acciones que cuenten con un enfoque de género desde la experiencia feminista.

 


 

Esta columna fue desarrollada en el curso de “Derechos Humanos para un mundo desafiado”, impartido por la académica Mónica Maureira.

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