En la década de los ‘80 y ya fuera de la DINA, Berríos busca ganarse la vida incursionando en la producción y comercialización de extractos de plantas. Asiduo visitante de bares y restaurantes, el químico vive con intensidad la noche santiaguina. Sumido en deudas, drogas y alcohol, es vigilado de cerca por la policía del régimen.