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​​​Flores para un narco

Tres florerías y una funeraria de la comuna de La Pintana comentan los pedidos especiales que les han hecho, además de los curiosos y peligrosos ritos que se hacen en funerales de alto riesgo. “La relación entre narcotraficante y florería es mejor que en cualquier otro rubro”, dice uno de ellos.

Por Ignacio Donoso

28 de Agosto de 2023

A Omar (58) no les sorprendieron las imágenes y videos que se viralizaron por redes sociales en mayo: en medio de un funeral de alto riesgo en la comuna de Ñuñoa se veían coronas de flores con unas peculiares dedicatorias. “Róbense el cielo”, decía una. En la otra, “descansen en paz”, entre dos pistolas hechas con flores blancas. El velorio era de dos jóvenes que murieron baleados durante la madrugada del miércoles 24 de mayo en la comuna de Santiago, a un par de cuadras del Parque Almagro, luego de haber protagonizado un intento de portonazo. El dueño del auto se defendió. 

Omar viste de polerón azul y jeans; tiene el pelo rizado en el que se mezclan algunas canas. Está apoyado sobre su furgón Subaru afuera de su casa en la población Pablo de Rokha, en La Pintana. Es dueño de dos florerías. Una funciona en su casa y la otra en San Bernardo. Ambas se llaman La Pérgola. “Lo que ganamos aquí es para los gastos de la casa más que nada (…), la de San Bernardo es la que afirma todo”.  

Trabaja como florista desde los 18 años, y desde aproximadamente 20 que tiene sus florerías. Mientras fuma, busca en su celular fotografías de arreglos y coronas de flores que ha confeccionado. “Hacemos arreglos para lo que salga, pero allá en San Bernardo se mueve más porque en el lugar donde estoy hay muchos traficantes (…). Muere alguien y compran de todo”. Comenta que ha hecho coronas con pistolas a cada lado y al medio, el nombre del fallecido o una fotografía. La florería de Omar en San Bernardo está cerca del Hospital El Pino, donde suelen llegar heridos a bala tras enfrentamientos entre bandas rivales. Dice que se da cuenta cuando los clientes son personas que pertenecen al mundo delictual. 

− Se nota altiro, como andan vestidos, cadenas de oro, los medios autos, sacan así un turro de puros billetes de mil pesos. 

− ¿De a mil? 

Sí po’, el traficante es el único que anda contando billetes de a mil. 

La corona más grande que recuerda haber hecho fue de 2 metros por 1 metro y medio. Se la pidieron para un funeral de alto riesgo, cobró cerca de $250.000 y se lo pagaron en efectivo. Cuenta que “fue como con 50 letras, estuve como toda la mañana webiando ahí”.  

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Florería La Pérgola - Créditos: Ignacio Donoso

“Si les pasa algo llámenme a mí nomás y soluciono el problema” 

Hace unos meses, Cristián (40) abrió junto a su pareja la florería Esperanza, en la población San Ricardo de La Pintana. En su interior hay globos en forma de corazones, redondos, cuadrados, de estrella y hasta de botellas de whisky; en ellos se pueden leer diversos mensajes: te amo, te quiero, feliz cumpleaños. No solo prestan sus servicios para velorios y funerales, también hacen decoraciones para eventos, iglesias y matrimonios. 

Cristián tiene el pelo largo y negro al igual que su barba, usa lentes y revisa constantemente las notificaciones que le llegan al celular. Son cerca de las 15:00 horas. Está sentado en las sillas que tiene al interior de la florería para que sus clientes puedan esperar. Su principal clientela son los adultos mayores. 

“Acá no vienen solamente a comprar. Se sientan, se quedan un rato, empiezan a conversar, a contar sus historias. Ahí entra un poco igual la psicología, escucharlos, porque generalmente están solos y su gran salida es ir a comprar a algún lado, que los escuchen y que hablen con ellos”, explica. 

Antes de abrir su florería, Cristián trabajó 13 años en el rubro hotelero, en cocina, atendiendo la barra. Estudió administración de empresas, pero no encontró empleo y se puso a trabajar en casas particulares limpiando vidrios, mantenimiento de jardín y de piscinas. Hasta que este año abrió su propio negocio. Dice que el narcotraficante es el mejor cliente, “ya que no ve precios”.  

“Cuando recién empezamos, vino una persona que se llevó prácticamente todo. Teníamos arreglos grandes y nos pidió dos coronas más. Él quería que a esas dos coronas tuvieran unas flores al medio y a los lados unas pistolas”, describe. 

Por esa venta cobró unos $300.000, que fueron pagados en efectivo con billetes de 20 mil que tuvo que revisar uno a uno para ver si eran reales. Mientras comprobaba los billetes, el cliente le decía: “No te preocupís, si son reales, tengo una máquina que hace billetes”, recuerda Cristián. Agrega que el trato que hay entre narcotraficante y florería es mejor que en cualquier otro rubro, “porque saben que uno va a estar disponible para ellos”. 

Relata que tras la venta, el cliente se despidió de una manera singular. “Me dijo, pucha, ya que me atendieron tan bien y todo, si les pasa algo, llámenme a mí nomás y soluciono el problema”. 

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Florería La Esperanza - Créditos: Ignacio Donoso

Una situación completamente diferente la vivió con un colegio de la comuna, en donde le pidieron arreglos florales, le dijeron que irían al día siguiente a buscar todo, pero no aparecieron. “Fue una pérdida de material y de tiempo, los arreglos tenían un diseño especial que solo les servía a ellos, no podía venderlos”, se queja Cristian. “Tuve que llamar al colegio y al final logré que me pagaran uno, por último”. 

Daniela (39) y Andrés (37) se unieron al rubro de las flores en enero de este año. Antes, ella tenía un puesto en una feria libre y él se dedicaba a la pintura y a desabollar autos. Pero con las flores vivieron una inesperada experiencia. 

Ambos recuerdan que unas semanas luego de abrir el local Un Mundo de Flores, llegaron dos jóvenes. “Uno de ellos dijo, ya, quiero todo esto”, relata Andrés mostrando la pared en donde hay un mueble de tres repisas con arreglos de lirios, rosas y flores de todos colores. 

Esa vez no tenían tantos productos, estaban recién comenzando, pero calcula que fue una venta de aproximadamente 120 mil pesos. Ambos se dieron cuenta de que no eran el tipo de clientes habituales. Andrés habla mientras junta varias rosas para formar un ramo que pondrá a la venta y añade que este trabajo es como tener una verdulería. “Si te quedas con el producto, no te sirve. A los dos, tres días se me van marchitando, se le van cayendo los pétalos. Entonces, si vienen y tengo la oportunidad de vender, lo hago”. 

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CASOS EMBLEMÁTICOS

Entre fuegos artificiales, armas y carrozas 

La comuna de La Pintana fue fundada durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en 1984, cuando se subdividió la comuna de La Granja. En ella viven 177.335 habitantes, según los datos del Censo de 2017 del Instituto Nacional de Estadísticas. Hoy es una de las 46 comunas que son parte del Plan Calles sin Violencia, que fue lanzado en abril de este año. El plan, coordinado entre el Gobierno, Carabineros, la PDI y el Ministerio Público, busca enfrentar la delincuencia en las comunas con mayor concentración de delitos graves, mediante más patrullajes policiales, fiscalización y recuperación de espacios públicos. 

Hasta mayo de este año, según cifras de Carabineros, se habían registrado 153 funerales de alto riesgo social en el país, que se concentran principalmente en 10 comunas, cuatro de ellas de la Región Metropolitana.  

Son cerca de las 20:00 horas, hace frío en la Villa Salvador Allende de La Pintana y Marilú Muñoz (62) está cansada. Es dueña de la funeraria Nube de Cristo y hoy tuvo dos servicios fúnebres. Solo en estos primeros 15 días del mes ha hecho 10 funerales. Cuenta que junio, julio y agosto son los meses buenos, “es constante todos los años”. Hoy vivió una situación normal en su trabajo: la hija de la persona fallecida no quería que sacaran el féretro de la casa. 

“A las 15.30 horas era el ingreso en el Cementerio Metropolitano y la niña no quería. Tuve que ponerme dura, hablé con el esposo para que por favor la sacara. Tómenla y sáquenla, porque vamos a llegar tarde y no nos van a atender”, explica Marilú Muñoz sentada en su escritorio. Está vestida con una chaqueta negra y jeans, un cuello de polar negro le cubre parte del mentón.  

Recuerda una ocasión cuando una familia de la población Santo Tomás contrató sus servicios. “Fue difícil. Fui a buscar el cuerpo al Servicio Médico Legal y nos venimos por la Panamericana. Los autos de la familia se tomaron las tres pistas. Nosotros íbamos encajonados por los otros autos”. Al llegar a la casa del fallecido, las cosas no mejoraron. Los amigos y familiares tiraron fuegos artificiales y balazos. Dice que los casquillos caían sobre la carroza y que un vidrio se trizó debido a una bala loca.  

Relata que al momento de ir a dejar el cuerpo al cementerio, Carabineros le quitó los documentos a su chofer. Dice que en funerales de este tipo, la policía determina el recorrido y si la carroza se desvía del camino, la funeraria es multada y el conductor queda sin licencia. “Los choferes son presionados por los familiares, nosotros no tenemos la culpa”, explica la dueña de la funeraria. 

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Funeraria Nube de Cristo - Créditos: Ignacio Donoso

Muñoz agrega que cuando son funerales de alto riesgo, como norma, el Servicio Médico Legal viste al fallecido y ella solo lo pone en el ataúd. “Solo dan unos minutos para que la familia se despida y los dejamos solos. Ahí ellos le echan cositas adentro del cajón, uno se hace la loca, nomás. Le meten droga o una pistola entremedio. Yo les digo que no le echen cosas de valor, pero lo hacen igual”. 

Cuenta que una escena recurrente es ver encima del cajón cervezas, botellas de whisky y pitos de marihuana. Cuando se da cuenta de que pueden ser velorios complicados, ella prefiere estar personalmente y no dejar solo a su personal. Dice que habitualmente le ofrecen droga, pero la rechaza “con un poco de psicología, ya que uno no se puede ir en la mala onda”, explica. 

 

Incendio en la cárcel de San Miguel 

El miércoles 8 de diciembre de 2010, pasadas las 5:25 horas, una pelea entre reclusos provocó una de las mayores tragedias carcelarias en la historia de Chile. El incendio en la torre 5 de la cárcel de San Miguel dejó 81 personas privadas de libertad fallecidas y reveló de la peor forma los peligros del hacinamiento, la falta de protocolos y de personal en los recintos penales. 

Omar recuerda que esos días posteriores al incendio fue cuando vendió más coronas y arreglos con diseños especiales. “Vendía como 15 al día (…). Quedaba loco trabajando ahí”, comenta mientras sostiene un cigarro. Agrega que cuando veía en la TV que “iban a entregar a algún compadre, yo me preparaba altiro comprando material, porque sabía que iba a estar bueno”. 

Marilú Muñoz recuerda que en esa ocasión el gobierno no dejó que las funerarias hicieran los servicios y que los cajones eran chicos y feos. “La gente se quejó mucho de eso”. En esos días prestó a una familia una de las capillas fúnebres que tiene y explica que “estaban con extintores despidiéndolo. Un chico entró y dejó una metralleta encima del cajón”. 

A pesar de todo, Muñoz dice que le gusta que el fallecido se vaya perfecto y que la familia quede conforme. “Se tienen que ir dignos”, explica.  

Ya lleva más de 20 años en el negocio de las funerarias, siempre en La Pintana, y a pesar de que reconoce que no le gusta atender a personas vinculadas al mundo delictual, si llegan “no les puedo decir que no, es mi trabajo”. 

 


 

Este trabajo fue realizado por su autor como parte del curso “Crónicas y Perfiles”, dirigido por el profesor Sebastián Palma.

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