Fue uno de los más de 400 casos de trauma ocular producto de un disparo de Carabineros durante el estallido social. Tras perder la visión de un ojo, su salud mental empeoró. Se quitó la vida en junio de este año, convirtiéndose en la cuarta víctima de trauma ocular que se suicida desde el estallido. Aquí habla su hermana, su expareja, un amigo y su madre, quien relata por qué su hijo se acercó al anarquismo, los problemas que él tuvo tras la agresión y el difícil camino por conseguir una reparación por parte del Estado.
Por Nicole Calfiqueo y Benjamín Puentes
9 de Noviembre de 2023
-¿Por qué te tatuaste la cara? ¿Cómo se te ocurre hacer eso?
-Mamá, ¿sabes lo que me tatué?
-No sé, una cuestión horrible.
-Mamá, es la Estrella del Caos. Esto es lo que me pasa a mí en mi cabeza y en mi cara. Esto me provocaron y quiero que la sociedad lo vea. Esto soy yo. Yo no soy el Jorge Salvo de antes.
Susana Alarcón es la madre de Jorge Salvo, joven víctima de trauma ocular durante el estallido que en junio de este año decidió suicidarse. De esta forma relata el momento en que su hijo, después de perder un ojo producto de una bomba lacrimógena disparada hacia su rostro en 2020, llegó a la casa con la “Estrella del Caos” tatuada en la cara.
La “Estrella del Caos”, símbolo relacionado con el anarquismo, tiene ocho flechas que apuntan hacia todos lados, en señal de falta de orden y dirección. Aparece rayado frecuentemente en las calles. ‘‘Jorge siempre fue anarco’’, dice Headther (29), su expareja. Convivían al momento en que Salvo murió. ‘‘Él siempre tuvo depresión, pero empeoró mucho más con el tema de la pérdida de la visión, aparte que le deformaron la cara. A él le gustaba ir a tocatas, escuchar música, ir a bailar, y ya no podía hacer nada de eso, se desorientaba’’.
Según relata Headther, Jorge Salvo fue skinhead desde su adolescencia. ‘‘Se vestía bien limpiecito con sus suspensores, sus bototos, sus poleras de bandas. Le gustaba una banda que se llama Odiado y orgulloso’’. Además, usaba una prótesis en su ojo con una ‘‘A’’ de anarquía.
Susana Alarcón y su hijo, Jorge Salvo.
Durante el estallido social de 2019, Jorge tenía 26 años, hacía trabajos esporádicos como electricista y era padre de una niña de poco menos de un año. ‘‘Se manifestó siempre, no hubo viernes que no fuese’’, cuenta Susana Alarcón. El viernes 17 de enero de 2020, a tres meses del inicio de las movilizaciones, Jorge Salvo fue con un grupo de amigos y su hermana a la Plaza Baquedano, entonces rebautizada como Plaza Dignidad, en el centro de Santiago. Para esa fecha, la Unidad de Trauma Ocular del Hospital El Salvador contabilizaba 280 víctimas, fruto de los perdigones utilizados por Carabineros para repeler a los manifestantes.
Cerca de las 20:00 horas, en la intersección de las calles Ramón Corvalán con Vicuña Mackenna, Salvo y el grupo se encontraron de frente con miembros de las Fuerzas Especiales de Carabineros. ‘‘La estrategia de Carabineros era hacer una encerrona, y ese viernes un carabinero le disparó directo a la cara una bomba lacrimógena. Está en el parte de la Posta Central. A poca distancia y directo en la cara’’, indica Susana. Agrega que su hijo no se desmayó en el momento, y tuvo que ser socorrido por las mismas personas que protestaban a su lado.
“Él se quedó sin ver, empezó a pedir ayuda y lo asistió una persona. Esa persona fue la que me avisó que Jorge iba grave. A mí me llamaron por teléfono. Había llegado recién a la casa y me llamó un número desconocido, contesté y me dijeron: ‘¿La mamá de Jorge Salvo? Jorge está en estado grave en la Posta Central’ y que si por favor podía ir. Y dije: ‘Lo atropellaron, lo asaltaron’. No me imaginé nunca que era eso”.
Cuando Susana llegó a la Posta Central fue recibida por un fiscal de DD.HH y parte de la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones (PDI). Cuenta que su hijo se encontraba inconsciente y que, al despertar, tuvo que ser adormecido debido a los dolores faciales. El diagnóstico que le dijeron los doctores fue claro: pérdida total del ojo izquierdo y fractura de pómulo. Fue operado en la Clínica Asistencial anexa a la Posta Central, ubicada en calle Copiapó. Durante la intervención también le limpiaron las esquirlas que quedaron alojadas bajo su piel, relata Susana.
-Tratábamos de hablar de la familia. Él preguntaba mucho por su hija. Lloraba mucho. Me decía: “Mamá, soy deforme, mira cómo me dejaron, mamá ¿Tú encuentras que esto es justo? ¿Qué va a decir mi hija ahora?”. Yo le contestaba: “Tranquilo, Jorge”, porque se enojaba, se alteraba mucho.
Después, me lo llevé a mi casa. Esos días llegaron del Partido Socialista. Querían ayudarnos. Querían darnos mercadería, poner a una psicóloga y Jorge no quiso hablar con nadie. No quería que nadie lo fuera a ver, ni sus hermanas. No se podía levantar. Se levantaba y se mareaba. Vomitaba. Le costaba mucho agacharse, no se podía lavar, había que llevarlo al baño, a la ducha y después había que sacarlo.
-De primeras, no. Pero después de que se paró, sí, e hizo su lucha guiada por su trauma ocular. Empezó a participar mucho con otras víctimas. Se apegó mucho a ellos.
Cuenta Susana que su hijo estuvo en la toma del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y en las oficinas del Programa Integral de Reparación Ocular (PIRO). ‘‘De repente hay que ir a los extremos, mamá. Nosotros, que somos víctimas de trauma ocular, estamos siendo discriminados”, recuerda que le decía Salvo.
Agrega que tras la agresión, él cayó en un estado depresivo y buscó una salida en el alcohol. “Ya no era vida para él. Estuvo mal, muy mal con el trago”. En parte, su situación se debía al hecho de no poder encontrar trabajo después del impacto, dice. ‘‘Ya no lo llamaban. Él trabajaba en la construcción, tenía empleo un mes y quedaba en la calle porque como no podía trabajar en altura, ya no podía seguir, nomás’’, comenta su madre.
Alejandro Muñoz, víctima de trauma ocular y amigo de Jorge Salvo.
Alejandro Muñoz es otra víctima de trauma ocular y conoció a Jorge Salvo en la toma del INDH, a mediados de 2021. La ocupación del edificio se extendió desde julio de 2021 hasta marzo de 2022 y tenía por objetivo denunciar la poca atención que el organismo le prestaba a las víctimas y a sus familiares. En la toma participaron estudiantes de la ACES, quienes en 2021 afirmaron que las dependencias se encontraban ‘‘bajo el control del pueblo’’. En una carta publicada en enero de 2022, la organización de estudiantes denunció que Sergio Micco, entonces director del organismo, ‘‘es un impedimento para la resolución del conflicto por la responsabilidad política en el encubrimiento de las violaciones sistemáticas a los DD.HH’’.
Carta al consejo del INDH desde la #TomaINDH.
Seguiremos luchando por Libertad, Justicia y Reparación, no tranzaremos en esos puntos minimos de avances para los sobrevivientes, sus familias, las familias de asesinadxs y presxs políticxs. pic.twitter.com/99wUXu9Peq— ACES – CHILE (@AcesChile) January 10, 2022
‘‘Llevábamos como cinco meses en la toma del INDH, estábamos ahí y un compañero trae al Jorge. Para calmarse, él tomaba muchas pastillas. No tenía dónde vivir, estaba tirado en la calle. Ahí lo arrimamos a la toma y se quedó a vivir unos cuatro meses. Estaba mal por no tener plata. Lo que pasa es que después de esto, la vida se te va al carajo’’.
Durante la toma del INDH, Jorge Salvo se enfrentaba regularmente contra grupos neonazis y de ultraderecha. ‘‘Era muy contestatario y se hacía conocer, y como nosotros estábamos en Providencia, teníamos que defendernos de las marchas que hacía el Team Patriota. Ahí Jorge siempre se agarraba con los fachos’’.
Según cuenta su madre, la rebeldía de su hijo y su participación en las protestas venía desde la adolescencia. “Siempre se informaba mucho. No tenía ninguna bandera política. Él me decía que pertenecía a la lucha de las calles, y una, como mamá, lo retaba porque me daba miedo que se expusiera. Durante su etapa escolar empezó a rebelarse en contra de los colegios. Me acuerdo que vinieron las tomas estudiantiles y él participaba siempre. Empezó en el Colegio Don Orione, donde hizo primero medio, segundo, y en tercero lo echaron, porque hacía la cimarra para ir a protestar. De ahí quedó en un colegio en Santiago, en donde tuvo una pelea y lo echaron. No terminó el cuarto medio”.
-Se sentía identificado con los punkis, con los skinhead. Se sentía muy identificado con mucha gente, como que quería solucionarle la vida a todo el mundo. Siempre me decía: “Mamá, no los juzgues por las pintas’’. De hecho, de repente los traía a almorzar a la casa.
-Sí, de protestar, vivir en la calle, estar con grupos. De repente llegaba a la casa y le decía: “Jorge, ¿necesitas plata?, y me decía: “No, mamá, ¿me puedes pasar mercadería? Es que hay una chica de una casa okupa que necesita”. Y allá le iba a dejar. Nosotros con mi hija y mucha gente de la Coordinadora, venimos a ver ahora la herida social de Jorge a través de su muerte. Él participaba en los roperos de calle, en las agrupaciones que iban a dar a comida de las ollas comunes.
Cuando se tomaron el INDH quedaron muy solos. Entonces, Jorge me decía: ‘‘No sé si vale haberme quedado mutilado. De repente, ni siquiera quiero seguir vivo en este mundo lleno de hueones”.
Mural de Jorge Salvo. Santiago.
La tarde del miércoles 28 de junio de 2023, Jorge Salvo se quitó la vida. Según registros de la Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular, se trata de la cuarta víctima que se suicida. El día anterior, él y su madre quedaron de acuerdo en juntarse a la salida del trabajo de Susana, en las afueras de la municipalidad de Maipú. Iban a compartir una tarde familiar. Además, Jorge Salvo iba a retirar unos papeles que necesitaba entregar a una trabajadora social.
“A las cinco de la tarde suena el teléfono. Es un mensaje. Yo estoy con una compañera y le digo: ‘Es mi hijo. Ya me voy porque me vino a buscar’. Ni siquiera me saqué el delantal, tomé la cartera y mis cosas. Me despido de mis colegas y veo la mampara delante de la sala, pero no estaba Jorge. ‘Quizás viene atrasado”, pensé”. Cuando leyó el mensaje que Jorge Salvo le había enviado, se dio cuenta de que se trataba de una despedida. Susana dice que entró en shock y perdió la noción de lo que sucedía a su alrededor.
‘‘No me acuerdo cómo salí de mi trabajo y llegué a mi casa. Mi esposo dice que yo lo llamé, pero yo no me acuerdo. Yo me veo sentada en la casa llamando a Jorge. Y cuando me contestan, me contesta un carabinero, y me dice ‘¿con quién hablo?’. ‘Yo quiero hablar con mi hijo’. ‘ Está hablando con carabineros, estamos aquí en el metro Quinta Normal’, me dijo.
El velatorio de Salvo se realizó al día siguiente en una funeraria ubicada en la calle Chacabuco, en la comuna de Maipú. “Fernanda, mi hija, tuvo que ir a buscar el cuerpo de Jorge al Servicio Médico Legal. Llegamos a la funeraria como a la una de la tarde. Después Fernanda me dice: “Mamá, vino a hablar conmigo Pablo, de la Coordinadora, y me dijeron que iban a venir en forma masiva” “¿Cómo masiva?” “Es que se filtró por las redes sociales”.
Fernanda se contactó con las agrupaciones que querían participar en el funeral. Su hermano era hincha de Colo-Colo y pertenecía a “Los Blasfemos”, una de las barras bravas del equipo. De hecho, el Club Social y Deportivo Colo-Colo dio a conocer, a través de redes sociales, la muerte de Salvo. “Ellos se enteraron porque Jorge estaba estudiando en la Escuela Popular David Arellano. Quería terminar su cuarto medio ahí y hace poco había comenzado. Después llegaron muchas agrupaciones políticas. Fabiola Campillay llegó con Gustavo Gatica, llegó Roberto Márquez, de Illapu, grupos punk, de la Coordinadora, agrupaciones de detenidos desaparecidos, de mamás de hijos de víctimas de trauma ocular. Al final, teníamos colapsada la funeraria, así que nos pidieron garantías de que no fuera a haber problemas”.
Al día siguiente, el cuerpo de Jorge Salvo fue cremado. “Se le hizo un responso, se supone que eso sí era familiar y al final igual se desbordó de gente. A mí, lo único que me importaba, era mi hijo”, relata Susana.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) fue querellante en la causa penal de Salvo y pidió una pensión de gracia por tratarse de una víctima de violencia estatal. Luego de que el gobierno firmara el decreto en mayo de este año, la primera pensión le fue entregada a través de la Tesorería General de la República.
Actualmente, y desde diciembre de 2020, Susana tiene la tuición legal de la hija de Jorge Salvo. Tras la muerte, la familia quedó con un solo propósito: lograr que la pensión sea heredable para la pequeña. “Yo espero que podamos llegar a eso. No pretendemos ninguna otra cosa más, si mi hijo ya no está. Así que tenemos que hacer una carta dirigida al Presidente explicando todo lo que pasó. Estamos dentro de los plazos, porque son cuatro años para que estas causas civiles venzan”.
Susana Alarcón junto a imágenes de carteles.
La firma del Presidente de la República es la única solución que tiene Susana para lograr la heredabilidad vitalicia de la pensión para la nieta. Por otra parte, ella y su hija fueron contactadas por el INDH, desde donde les informaron que seguirá abierta la causa penal en contra de los responsables del disparo a Jorge Salvo, pero que “tenemos que encontrar a quien disparó. Si no se logra identificar a un carabinero, nosotros tomaremos el caso civil y pediremos que de esa institución haya una disculpa moral reparatoria hacia mi hijo. Que reconozcan el daño moral que causaron. ¿Carabineros se va a seguir lavando las manos, porque no hay un culpable?”, se pregunta Susana.
Ya han pasado más de tres meses desde la muerte de Salvo. Susana está sentada en uno de los sillones del jardín en la casa de unos familiares. Dice que es el único lugar en el que puede estar y sentirse tranquila. Le costó volver a salir a la calle y no ha regresado a su trabajo desde lo ocurrido. Todos los días escucha los audios de WhatsApp que su hijo le enviaba, para sentirlo cerca. “Me costó entenderlo. Me costó entender que Jorge tomó una determinación no por él, sino que por muchos. Quiera yo aceptarla o no, su lucha es de la calle. Si él vio que muchas víctimas de traumas oculares no estaban siendo escuchadas, yo tengo que respetar lo que él quiso hacer”, concluye.