Las cifras oficiales indican que más de 19 mil personas están en situación de calle, un 37% extra que hace 4 años, pero las organizaciones que trabajan con ellos piensan que incluso podrían superar los 30 mil.
Por Equipo Vergara 240
9 Septiembre 2022
Aún faltan tres semanas para la hora que Carla (25) pidió en el Registro Civil hace varios meses. Ese día, podrá renovar el carnet que le robaron y con ello girar de su cuenta rut algunos ahorros y los bonos del gobierno.
Cuando eso suceda, dice, arrendará una pieza de 150 mil pesos “si es que no me cobran el mes de garantía” y dejará la carpa en la que vive junto a sus dos hijos de 6 y 3 años.
Lleva seis meses en la calle. Primero instaló su carpa en Quinta Normal, “pero mis vecinos eran drogadictos y por eso robaron mi banano con el carnet”. Ahora, es la única chilena en medio de varias familias venezolanas con las que comparte el bandejón de la Alameda, a la altura del Metro Los Héroes.
Le han ofrecido irse a un albergue, “pero están todos ocupados y son solamente temporales, por dos semanas (…). Tampoco te brindan otra ayuda”, lamenta.
Mientras vende dulces, tiene todo pensado. Cuando tenga carnet, dejará la calle. Cuando deje la calle, buscará un trabajo. Cuando encuentre un trabajo, sus hijos con casi dos años de retraso escolar, volverán al colegio. “¿Pero si encuentro un trabajo… quién cuidará a mis hijos?… No son obstáculos, pero si son dificultades que tengo que solucionar”.
En 2017 se realizó el último Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle. El estudio arrojó que 12 mil personas vivían en este contexto en todo Chile.
A diferencia de la historia de Carla, hace cinco años predominaban los hombres (84%), con un promedio de seis años en la calle, con consumo problemático de alcohol (41,5%), motivados principalmente por conflictos con sus familias (36,9%), viviendo en “rucos” (instalaciones construidas con plásticos y cartones), que se distribuían de manera dispar en los grandes centros urbanos.
Segundo Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle - Ministerio de Desarrollo Social
Pero en los últimos años, varios fenómenos cambiaron el panorama de la calle. El estallido social, la pandemia, la crisis económica y la profundización del fenómeno migratorio han contribuido para que historias como la de Carla y la de otras tantas familias, muchas de ellas migrantes, se multipliquen por la ciudad. Y una de las expresiones más visibles de este cambio, son las decenas de carpas instaladas en las principales avenidas de la capital.
Cifras del Ministerio de Desarrollo Social obtenidas a través de la Ley de Transparencia, registran que según el reporte del Registro Social de Hogares, a junio de este año había 19.402 personas viviendo en situación de calle, lo que representa un aumento de 38% entre 2018 y 2022.
Pero podrían ser mucho más. Organizaciones sociales aseguran que la cifra supera las 30 mil personas. Mientras que la subsecretaria subrogante de Servicios Sociales, Francisca Gallegos, presentando recientemente ante la Comisión de Desarrollo Social de la Cámara de Diputados, aseguró que el Estado atiende a más de 35 mil.
Como no hay claridad sobre la exactitud de estas cifras, tampoco es posible determinar si representan fielmente el nuevo perfil de las personas que hoy viven en la calle.
En la calle siguen predominando los hombres:
Hay mayor presencia de personas en situación de calle en los centros urbanos:
Los problemas económicos se asoman como la tercera causa que los llevó a la calle:
Y, a mayo de este año, solo 275 migrantes vivirían en la calle, la mayoría de ellos peruanos y brasileños:
Pero basta recorrer las calles para ver que esto no es real.
Familias completas, mujeres y niños, migrantes (en su mayoría venezolanos), componen una larga hilera de carpas, que recién en el próximo Censo de 2024 se podría contar o bien cuando se realice un nuevo catastro de personas en situación de calle que fue anunciado, aún sin fecha, por parte del Ministerio de Desarrollo Social.
“Vamos a levantar una nueva versión del catastro de personas en situación de calle, que estamos empezando ya a desarrollar la etapa metodológica en conjunto con las tres asociaciones de municipios del país con la Asociación de gobernadores regionales y con organizaciones de la sociedad civil”, dice a Vergara 240 la subsecretaria Francisca Perales.
Gabriel (41) y Judith (32) son pareja hace 4 años y viven en un ruco en la intersección de las calles Santa Isabel con Lira. Los acompaña un amigo, a quien llaman “el Pim” (45) que también conocieron en la calle. Hasta hace un mes vivían a un par de cuadras, en Marín, pero “nos cambiamos porque aquí es más grande”.
Desde su experiencia, en los últimos años ha cambiado la percepción hacia quienes habitan la calle. “Nadie te ayuda. De la municipalidad solo vienen a quitarte las cosas. La gente antes ayudaba, pero ahora ni siquiera un café, incluso Carabineros se ha portado mejor con nosotros”, dice Gabriel.
-¿Han intentado ir a un albergue?
-Sí, pero siempre nos dicen que no hay cupos, que no hay camas, que no hay colchonetas. Haces una tremenda fila y después tienes que quedarte afuera. Para eso mejor nos quedamos acá.
Gabriel (41) y Judith (32)
El aumento de personas en situación de calle es monitoreado por distintas fundaciones que durante años trabajan en torno al tema. Andrea Freites, vocera de Gente de la Calle, dice que se trata de un crecimiento “vertiginoso”.
“Esta realidad ha ido cambiando con el paso del tiempo, se han ido generando dinámicas no solamente en el país, sino que de manera regional en Latinoamérica y en el mundo, como la ola migratoria. En los últimos dos o tres años, pasamos de trabajar con personas en situación de calle a trabajar con familias en situación de calle”, sostiene Freites.
También apunta a que la población que era tradicionalmente atendida (hombres, adultos mayores, con consumo problemático de alcohol y apartados de sus familias), ha dado paso a un nuevo perfil. “Hay mujeres en situación de calle, personas trans, personas migrantes, adultos jóvenes que trabajan que no necesariamente están con la ropa sucia o rota”, dice.
Edgardo Hidalgo, jefe territorial del Hogar de Cristo, coincide en que las instituciones ya no trabajan con personas que viven solas en la calle, sino con familias completas. “Tenemos que pensar ya en respuestas para familias, no para personas individuales”.
A lo anterior se suman otras dificultades, como la reasignación de los espacios en los centros urbanos, especialmente en la capital. “En Plaza Baquedano había rucos instalados hace tiempo y producto del estallido social tuvieron que buscar nuevos asentamientos, migrar hacia los alrededores. Esto dificultó mantener un registro y eso se profundizó con la pandemia”, agrega.
Además, “muchas personas en situación de calle optaron por no recurrir a albergues u hospederías, para mantenerse en sus rucos más aislados. Tal cual nosotros nos encerramos de nuestras casas, muchas de las personas en situación de calle optaron también por mantenerse aislados en las calles. Al no hacer uso de estos servicios, se dificulta aún más tener un registro”, sostiene.
“Yo no tengo vacunas. La única que me puse fue la de la influenza hace unos inviernos y me enfermé más. Como no tengo vacunas, no voy a los albergues, porque ahí quizás me las pueden pedir. Y en el albergue me puedo contagiar. Entonces, mejor me quedo acá que es más seguro”, cuenta Rosa (70), que al momento de la entrevista vivía en una carpa junto con su hijo de 40 años, en la Plaza de la Aviación, en Providencia.
Otra de las características que ven los expertos es que ya no se trata de personas que pasan años en la calle, sino que hoy es una estadía transitoria.
Isabel Lacalle, directora ejecutiva de Corporación Nuestra Casa, plantea que “el tema de la situación de calle no es exclusivamente de la persona asentada. Son personas que están en movimiento y que si encuentran una oportunidad en cuanto a arriendo, se irán”.
Incluso se percibe un aumento estacional. Cristián Ahumada, voluntario de la misma fundación, cuenta que en las últimas semanas, por ejemplo, “había mucha gente en La Vega, porque los albergues están cerrando. He visto muchos inmigrantes con familia. Ahora en el barrio donde me muevo ha bajado, pero creo que también es que hay harto carabinero cerca. He visto en esquinas gente que se está asentando y no necesariamente gente de inmigración, sino gente que arranca del barrio”.
Así también lo sostiene Oscar Balcarce, ex supervisor del Registro Social de Hogares en el Ministerio de Desarrollo Social. “Los que son del sur, por ejemplo, se van moviendo durante el invierno más duro. En ciudades como Viña del Mar, en el verano hay más personas en situación de calle. Esto también es una limitación al generar el registro”.
Rosa, por ejemplo, instaló su carpa en El Quisco el verano pasado. Antes vivió en San Bernardo, pero “nos vinimos a Providencia porque allá se puso peligroso”. “Mi hijo me dijo, vámonos para el centro, y ahora estamos tranquilos”.