Capítulo 3: “Deja a tu padre y a tu madre, vende todo lo que tienes y sígueme”

David no se llama así. Por temor a las consecuencias de su testimonio, solicitó reserva de identidad. Desde niño tuvo una relación cercana con la Iglesia. Su familia asistía a una parroquia ubicada en Achupallas, en Viña del Mar. En 1994, a los 12 años, el diácono de la parroquia le comentó a sus padres que veía en su hijo signos de una incipiente vocación eclesiástica.

Así, David postuló al Colegio Seminario Menor San Rafael en Viña del Mar, el primer escalón para la formación sacerdotal.

En 1995, tras ser aceptado en el seminario, fue invitado a una experiencia sacerdotal a la casa del padre Cromacio Díaz, en Olmué. La misma casa que dos años antes ya había visitado Mauricio Pulgar. La actividad la realizó Mauro Ojeda y la historia que cuenta coincide con la relatada por Pulgar. Según David, junto a sus compañeros, fueron incitados a desnudarse en la piscina de la casa. Agrega que Ojeda les dijo: “No debemos tener vergüenza de nuestros cuerpos y, al ser criaturas e hijos de Dios, no debemos tener pudor”. 

Tras esa visita, el futuro seminarista comenzó a tener contacto con Cromacio Díaz, “quien solía rodearse de jóvenes que llevaba a Olmué con él”, dice. En uno de sus viajes, David, con 12 años, vio “actitudes raras” del sacerdote.

–En la casa de Olmué, Cromacio Díaz me dio una tapa de whisky cuando me dolía la cabeza, con una pastilla. Me dormí en una silla mecedora que tenían en la sala y me desperté en la cama del cura –cuenta.

Pese a este episodio que afirma haber vivido cuando tenía 12 años, David mantuvo su intención de convertirse en sacerdote y en 2003, a los 21, oficializó su ingreso al Seminario Mayor San Rafael. 

En el Seminario, David tuvo cuatro directores espirituales: Jaime Da Fonseca, entre ellos. Señala que este ejercía control incluso sobre su vida personal, su forma de vestir, qué ver y qué leer.

Mientras se preparaba como sacerdote, su familia vivía en el norte del país, por lo que solo podía verlos una vez al mes. Entonces hablaba por teléfono con ellos, cuestión que no era bien vista por otros sacerdotes, quienes lo criticaban por no ejercer una “sana independencia familiar” y porque no estaba cumpliendo con el evangelio que solían parafrasearle: “Deja a tu padre y a tu madre, vende todo lo que tienes y sígueme”. Detalla que estas críticas las recibía de Mauro Ojeda y Jaime Da Fonseca, entre otros. 

Esto, sumado a la fuerte carga académica, generó estrés en David. Recuerda que Da Fonseca conversó con él y el seminarista le confesó que, aparte de todo lo que estaba viviendo, durante su infancia había sido víctima de un episodio de abuso que lo perturbaba aún. Dice que entonces el sacerdote le ofreció que durante esa semana fuera a visitarlo a la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Quilpué para conversar nuevamente.

A los días, David llegó a la casa parroquial.

–Conversamos y me confesé con él. Me volvió a sacar el tema de que estaba cansado y me dijo: “Negro, ¿y si te ponemos una inyección?”. 

David señala que Da Fonseca le aseguró que se trataba de vitamina B12. Agrega que el sacerdote era conocido por inyectarla y conseguir las recetas a través de un médico.

Según el relato de David, el párroco lo inyectó y quedó semiinconsciente. Agrega que entonces Da Fonseca lo llevó a una habitación de la parroquia, lo recostó en una cama y abusó sexualmente de él.

–Entré a la pieza, me tendí sobre la cama, me bajé el pantalón y el cura me penetró. Luego recuerdo que me pasó un libro. Yo estaba muy preocupado por si alguien entraba a la pieza, porque no sabía qué pasaba. Luego el cura me dijo: “¿Cómo está la pureza, Negrito?”. Me llevé el libro y me devolví a Lo Vásquez. Desde que salí de Quilpué, no recuerdo cómo me fui ni adónde me fui. No sé si me fui en colectivo, metro, bus, no tengo idea. Solo recuerdo que llegué a la misa y que estaba atrasado.

Tras esa situación, David decidió retirarse del Seminario Mayor San Rafael, en 2005. Tenía 23 años.