Los nuevos periodistas frente a los nuevos chilenos

A fines de 2018 nos planteamos la posibilidad de aprovechar el verano para que un grupo de estudiantes y recién egresados de Periodismo UDP realizara un proyecto periodístico de nivel profesional. Durante el año los alumnos que trabajan en Vergara 240 hacen una excelente labor, pero tienen que combinar sus tiempos con las obligaciones académicas. La apuesta era que concentrados a tiempo completo y con un objetivo acotado, podrían potenciar al máximo sus habilidades y conocimientos.

Por Francisca Skoknic, directora de la Escuela de Periodismo UDP.

30 de Enero de 2019

El equipo quedó conformado por dos estudiantes que recién terminaban su tercer año con un buen desempeño en periodismo digital, Josefina Reyes y Claudia Saravia, quienes se aprestaban a comenzar su práctica en la redacción digital de Vergara 240. A ellas se sumaron dos personas que habían tenido un exitoso paso por ese proyecto y acababan de titularse: Natalia Carrasco y Rodrigo Tapia.

Como editores fichamos a los profesores Pablo Basadre, con amplia experiencia en medios escritos y digitales, y Manuel Contreras, con larga trayectoria en proyectos web. La editora de Vergara 240, Carolina Zúñiga, jugó el rol clave de coordinar el equipo. Por su parte, Victoria Valdés, programadora de la facultad, construyó una plataforma especial para esta publicación.

En la primera reunión de pauta que hicimos en la redacción digital de Periodismo UDP sólo teníamos un gran paraguas temático: el proyecto sería sobre inmigración. El diagnóstico era que se trataba de un fenómeno tan grande y complejo, que los medios no alcanzaban a abarcarlo en todas sus dimensiones.

¿Cómo acotarlo? Fue entonces que una de las estudiantes propuso lo que sería el eje de todo el proyecto: los niños. La lluvia de ideas iba desde propuestas lúdicas hasta las denuncias, pasando por las historias humanas y la crónica.

Ahí vino la primera lección: el periodismo está en la calle. La misión de los jóvenes reporteros fue ir a terreno y volver con temas. Sin datos duros era imposible saber dónde buscar.

Lo que trajeron de vuelta fue asombroso. Con un poco de información las pautas se alejaban de todos los temas que conocíamos hasta entonces. Ahí supimos que existía algo llamado “duelo migratorio” y que en Estación Central se multiplicaban las guarderías informales en las que los inmigrantes dejaban a sus hijos al cuidado de compatriotas. Surgieron preguntas que resultaron claves, como por ejemplo qué hacían las autoridades chilenas con los niños que ingresaban ilegalmente junto a sus padres. ¿Era acaso Chile como el EE.UU. de Trump y los aislaba de sus progenitores?

También compartimos la experiencia de la artista gráfica Francisca Yáñez, que tras haber pasado su infancia en el exilio realiza talleres para niños. Es difícil lograr que los niños hablen y de ahí salió la idea de hacerlos dibujar el contenido de su maleta, lo que nos permitió conocer el testimonio de Paula y su perrito que quedó en Venezuela.

La experiencia también planteó los dilemas éticos propios del periodismo. ¿Había que denunciar a las guardadoras de los “guetos” verticales o estábamos frente una labor solidaria que permitía que las mujeres trabajaran?, fue una de las preguntas que se resolvió con una cuidadosa redacción.

El trabajo en equipo fue otro de los sellos del proyecto. Los periodistas se ofrecían para acompañarse a reportear, hacer cámara, sacar fotos. Lo mismo si había que ir a buscar fuentes un fin de semana o quedarse hasta tarde escribiendo.

Desde afuera parecía que a jóvenes reporteros y profesores los movía esa adicción que genera el periodismo cuando sabes que estás descubriendo algo nuevo y que puedes generar un cambio. Una adicción que espero se respire en este especial y se transmita a las futuras generaciones.