Un tercer hito, inadvertido, el capítulo que el Informe Anual de Derechos Humanos del INDH dedicó a la cultura de discriminación hacia las mujeres y a la visión que los medios y la publicidad proyectan de ellas. Un acto inédito. El arrojo de una institucionalidad en derechos humanos que repara en cómo los medios reproducen estereotipos de género y violentan de manera simbólica, pero no menor, los derechos de niñas y mujeres.
En lo inmediato, imposible medir el impacto que tendrán estas acciones en las prácticas periodísticas, en la gestión y políticas corporativas de los medios porque continuamos asistiendo a algunos conductores, periodistas y profesionales de las comunicaciones sin conciencia de género, escasamente profesionalizados en materia de derechos y con pocas habilidades de interpelar a personajes públicos que naturalizan prácticas sexistas. Poco probable, porque hasta ahora sigue siendo un tema resistente en el ámbito académico y de escaso interés para su investigación.
Sirvió para el canal de Andrónico Luksic recibir del CNTV la sanción “histórica” de 23 millones de pesos por la ignominia hacia Nabila Rifo. No mucho. Porque meses después la compañía de Bienvenidos reía ante la disyuntiva del presidente electo Sebastián Piñera: a quién matar primero, si a su esposa Cecilia Morel o a su amante, ante una posible infidelidad. Fue una payasada. Una broma en medio de las más de 60 mujeres asesinadas en Chile por razones de género. Poco y nada. En medio de la costumbre de cosificar a las mujeres.
Faltaría así una aproximación profesional a las noticias sobre discriminación y violencia de género para terminar con las justificaciones, la normalización de un problema social, las disculpas públicas efímeras y las autocríticas a medias. Falta mucho más. Denunciada la cosificación de sus cuerpos, el sexismo y la recursividad medial de la violencia, la crítica sobre la representación en el discurso mediático sigue siendo prioritaria para incidir en prácticas periodísticas y en las rutinas informativas de los diversos medios de comunicación.
Más allá, los debates respecto de una política de medios en Chile, debiesen velar y promover la participación equitativa de mujeres y hombres en el acceso a la propiedad y concesiones, incluyendo la participación de las mujeres en la gestión, el diseño y producción de programas y decisiones editoriales. Urge discutir sobre la distribución de cargos y poder en espacios directivos e instancias asesoras para analizar la relación mujeres y medios, de cómo están representada en la producción de contenido e informaciones, pero también como propietarias, directoras, editoras, productoras y trabajadoras (periodistas, publicistas). Representadas, valoradas y respetadas en derechos.
El fenómeno global de denuncias por acoso sexual en la industria de los medios (#MeToo) llegó a Chile sólo como noticia. Acá las denuncias han sido tímidas, pero las hay. Periodistas hostigadas por cumplir con cánones de un determinado tipo de belleza. Peso, peinados y vestimentas impuestos por la jefatura para aparecer en pantalla. Comentarios e imágenes sexistas masificadas a través del “canal del fútbol”. Un sumario administrativo en curso por denuncias de acoso laboral, sexual y otros arbitrariedades administrativas contra el director de Radio Universidad de Chile, Juan Pablo Cárdenas. El acoso sexual en los medios como en otros espacios laborales es una barrera para el desarrollo profesional de las mujeres y para su acceso a puestos de decisión, al igual que las prácticas de trabajo discriminatorias y rutinas periodísticas que privilegian a los varones en el acceso a contenidos, informaciones, fuentes, espacios, horarios y remuneraciones.