Perdida en un rincón del desierto de Atacama, Quillagua sobrevive entre cantos fúnebres, brujería y la escasez de agua. Alguna vez fue un oasis: el río Loa abastecía y daba vida a la localidad, pero hoy su cauce, reducido por la contaminación minera, es apenas un reflejo de lo que fue. Esta es la historia de sus habitantes y de por qué se aferran al lugar más seco del planeta.