A fines de los ochenta, el artista le dio un giro completo a su vida. De vender seguros y trabajar en una AFP, se volcó a la pintura, la que plasmó en varios restaurantes de Santiago. A nueve años de su muerte, esos locales no solo mantienen el legado de Santos Guerra en sus salones, muros y fachadas, también le deben la identidad que tienen hoy. V240 siguió el rastro de sus obras por Lastarria, el barrio Italia y El Golf.