En 1990, Valentina Chtchepatcheva emprendía un viaje desde Moldavia hacia Chile por una oportunidad laboral que definiría el resto de su vida. Tras una amarga despedida del ballet profesional, quien fuera considerada por algunos como la mejor Primera Bailarina que ha pisado el Teatro Municipal de Santiago, cayó en una espiral de vicios, además de padecer el síndrome de Diógenes. Hoy vive en una residencia para personas en situación de calle, mientras persiste en mantener viva su pasión.