Vinculado a esto último es que podemos encontrar su aporte. Acercar la interactividad de la era digital a una mayor cantidad de personas siempre será bienvenido. ¿Por qué? Por una relación algo tediosa, pero necesaria de explicar. La interactividad es una característica fundamental de nuestros tiempos porque responde a cómo nos vinculamos con el código digital, y por lo tanto, cualquier manifestación que acerque a más personas a las particularidades del código, especialmente a su posibilidad de ser manipulado, es relevante. En la película podemos ver cómo el personaje programa las diversas opciones, y reflejando que si bien mucho de lo que elegimos en Internet ya ha sido programado por otros, al mismo tiempo existe la posibilidad de que nosotros podamos incidir en esas mismas programaciones, tal como lo hacemos para decidir sobre las acciones de ese personaje. En este sentido, se revela una experiencia estética que nos provoca un deseo de intervención más allá del ejercicio de interpretación en nuestras mentes. Los códigos que activamos y utilizamos condicionan y dotan de significado a los mensajes que producimos, y de esa manera forman y moldean nuestra realidad. La manera en que nos comunicamos, en que codificamos nuestros mensajes determinan la forma en que pensamos, en que percibimos la realidad. Desde ahí que comprender el código digital sea relevante: porque inunda cada aspecto de nuestra vida, y debemos adaptarnos a él y a la realidad que viene asociada, y desde ahí mismo, experimentar la interactividad en un medio digital como Netflix tiene un valor tremendo.
La experiencia de ver o recorrer Bandersnatch es un aporte, además, por otro elemento: su trama aborda el conflicto de la falsa libertad del código digital. Cuando jugamos un videojuego, cuando miramos un sitio web, cuando editamos un video, tenemos la sensación de que podemos actuar con completa libertad, hasta que tocamos un techo y alcanzamos los límites permitidos. Esos límites pueden ser más o menos amplios pero siempre existen. La libertad de decidir qué hacemos es una ilusión, porque nuestras posibilidades están dentro de lo que los creadores nos permiten. Bandersnatch no es la excepción. No solo las alternativas a elegir son pocas, sino también el recorrido entre ellas está restringido. Por más veces que repitas la película, no puedes pasar de la segunda decisión sin escoger lo que la película te empuja a elegir.
Esa limitante es irresoluble: siempre va a existir. Lo que se puede hacer es convivir mejor con ella. Y Bandersnatch convive bien. Al incorporar en la trama el problema de la falsa libertad, de las elecciones impuestas, lo que es una debilidad se transforma en una fortaleza. La película es autoconsciente de sus posibilidades, y en vez de disfrazarlas, las expone. Así, su gran debilidad, los caminos limitados y el empujar al espectador a decidi a veces de forma poco sutil, a decantarse por una alternativa, está justificada y defendida con elementos narrativos coherentes y atractivos. No deja de ser una debilidad, pero queda muy bien camuflada.
Bandersnatch triunfa en un último sentido. La interactividad que propone, aun con sus limitantes, está perfectamente ejecutada. No hay cortes entre la acción del espectador y la respuesta de la película, y las instancias de decisión —los momentos en que hay que elegir, más allá de si hay o no libertad para escoger una alternativa u otra— en ningún momento parecen forzadas, antojadizas o evidentemente prefabricadas, al contrario: todas ellas se insertan naturalmente en la narración, y la experiencia en ningún caso se quiebra. La película logra así generar la inmersión necesaria no solo para que el espectador se entretenga, sino también para que las decisiones le sean significativas, para que el decidir entre una opción u otra no sea ni sencillo ni irrelevante. Este equilibrio es una condición básica para que los videojuegos funcionen, pero no lo es para que series o películas lo hagan, y haberlo alcanzado es un gran mérito de los desarrolladores de esta pieza audiovisual interactiva.
No hay que desestimar, entonces, lo logrado por Bandersnatch. Puede gustar o no gustar, puede satisfacer o no las expectativas, pero que logra instalar temas de conversación y plantear escenarios futuros atractivos es innegable. Es interesante pensar qué dirección puede tomar el cine y las series web de aquí en adelante, pensando, sobre todo, en que ya no será posible repetir la trama, y, por lo tanto, la ilusión de libertad que Bandersnatch enfrenta y justifica bien deberá ser abordada por otras vías. Habrá que esperar si Bandersnatch se convierte en el comienzo de una nueva forma de entretenimiento, si el formato evoluciona hasta por ejemplo, incorporar más de dos alternativas entre las cuales decidir, o si es solo un debut y despedida de los grandes escenarios. Por ahora, solo queda disfrutar, seguir repitiendo la película, y tratar de alcanzar todos los finales disponibles. (Spoiler alert: hay al menos ocho).
*Más sobre la discusión que ha creado el fenónemo Bandersnatch: