El lunes 28 de octubre de 2019, Natalia Aravena (24) tomó desayuno, se levantó, se vistió, se maquilló y habló con un amigo para ir a marchar al centro de Santiago, quien le dijo que se juntaran durante la tarde. Hizo la hora viendo Friends en Netflix y, cerca de las 15.00, salió de su casa ubicada en Peñalolén. Sabía que debía salir con tiempo porque la estación de Metro “Las Torres” – la más cercana a su casa- había sido quemada días antes, al igual que Trinidad y otras estaciones de la línea 4. Su única opción para acercarse al centro era esperar el recorrido 508, que la acercaría a la Alameda.
Hasta ese entonces, habían pasado solo diez días del estallido social y político que le ha costado la vida a, hasta ahora, 20 personas, según cifras del Ministerio del Interior. Ese día, había una convocatoria frente a La Moneda que se realizaría a las 17.00, para manifestarse contra el gobierno de Sebastián Piñera.
“Salí con un poco de miedo ese día, y no sé si habrá sido un sexto sentido o algo así, porque en realidad los otros días no me había pasado”, comenta Natalia con la mirada fija en el vacío y un tono de voz calmado.
Natalia ya había asistido a otras movilizaciones, se sumó a las protestas cuando comenzó la evasión masiva en el Metro. También, ocho años atrás, fue parte de las marchas convocadas por el movimiento estudiantil. “Siempre cuando han habido estos estallidos sociales he salido a marchar. Por ejemplo en 2011, cuando estaba en el colegio todavía, empezó el tema de la educación gratis, de calidad, entonces yo igual fui”.
Según recuerda Natalia, Carabineros comenzó la ofensiva lanzando bombas lacrimógenas. “Al principio las lanzaron al aire y después de eso directamente a la gente. Empecé a correr y me desvié hasta que llegué a la calle Tarapacá (…) Seguí avanzando como media cuadra más o menos, me di vuelta para ver dónde venían y sentí el sonido del disparo y el impacto en el ojo”.
El día en que todo se nubló
Antes de que el proyectil impactara en su ojo derecho, Natalia Aravena (24) estudió enfermería en la Pontificia Universidad Católica (PUC), donde se tituló hace dos años. Actualmente trabaja en una Clínica Psiquiátrica privada en La Reina.
Aunque Natalia tenía un mal presentimiento, ese lunes 28 de octubre siguió su camino hasta el centro de Santiago para llegar a la cita en La Moneda. Solo logró acercarse a la estación Santa Ana, y desde ahí decidió caminar para reunirse con su amigo que estaba en Paseo Bulnes, sin saber que finalmente no cumpliría su objetivo.
Caminó hasta la intersección de Alonso de Ovalle con Nataniel Cox. El ambiente, dice Natalia, era agradable y tranquilo. Había gente protestando pacíficamente y el sonido de silbatos y vuvuzelas se mezclaba con las consignas que se podían leer en los carteles que se desplegaban a lo largo de la calle.
Minutos después de eso, cerca de las 16.30, el panorama tranquilo comenzó a cambiar. Según recuerda Natalia, Carabineros comenzó la ofensiva lanzando bombas lacrimógenas. “Al principio las lanzaron al aire y después de eso directamente a la gente. Empecé a correr y me desvié hasta que llegué a la calle Tarapacá, y ahí me acuerdo que a mi izquierda vi a varios Carabineros escondidos detrás de un Transantiago. Seguí avanzando como media cuadra más o menos, me di vuelta para ver dónde venían y sentí el sonido del disparo y el impacto en el ojo”, recuerda Natalia con su ojo lloroso.
Natalia agrega que se sintió aturdida, que no sabía a dónde ir. No podía reincorporarse, solo pudo zafar gracias un joven técnico en enfermería llamado Jaime quien la ayudó y le prestó los primeros auxilios. También la socorrió una pareja de inmigrantes, quienes la llevaron a la urgencia de la Posta Central en su auto.
Natalia tenía la cara cubierta de sangre.
Yo no alcancé a ver quién fue, porque fue todo muy rápido, pero ya está puesta la denuncia en Fiscalía y se supone que tienen que hacer la solicitud de las cámaras para ver si se puede identificar a alguien. Ese Carabinero lo hizo para hacerme daño directamente.
En urgencias de la Posta la información fue difusa. Los trabajadores del recinto la querían pasar a la sala de categorización: “yo misma les dije que yo soy enfermera, que no me podían categorizar si venía con el ojo reventado”, señala Natalia, quien agrega:
“Lo que yo pensaba, más que arrepentimiento, es que salí para ejercer mi libre derecho de expresarme y sin hacer ningún desmán, sin hacer nada malo. Yo no me arrepiento de haber salido porque yo no hice nada malo. Los que hicieron mal fueron los Carabineros que me atacaron directamente. Al principio pensaba que estaba soñando. Me decía ¿Será que voy a despertar de esto? pero después me fui dando cuenta que no, que no se iba a acabar. Que todo era real”.