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El duro testimonio de la enfermera que perdió un ojo
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El duro testimonio de la enfermera que perdió un ojo

Natalia Aravena es una de las 222 personas que han sufrido daños oculares severos producto del actuar de la fuerza policial en las manifestaciones. Ella, enfermera titulada hace dos años, jamás imaginó que la cita frente a La Moneda el lunes 28 de octubre la dejaría con un estallido ocular en su ojo derecho. Solo bastó estar en el día, lugar y hora incorrecta. Esta es su historia, contada con su propia voz.

Por Mariana Meza L. y Pedro Thies

20 de Noviembre de 2019

El lunes 28 de octubre de 2019, Natalia Aravena (24) tomó desayuno, se levantó, se vistió, se maquilló y habló con un amigo para ir a marchar al centro de Santiago, quien le dijo que se juntaran durante la tarde. Hizo la hora viendo Friends en Netflix y, cerca de las 15.00, salió de su casa ubicada en Peñalolén. Sabía que debía salir con tiempo porque la estación de Metro “Las Torres” – la más cercana a su casa- había sido quemada días antes, al igual que Trinidad y otras estaciones de la línea 4. Su única opción para acercarse al centro era esperar el recorrido 508, que la acercaría a la Alameda.

Hasta ese entonces, habían pasado solo diez días del estallido social y político que le ha costado la vida a, hasta ahora, 20 personas, según cifras del Ministerio del Interior. Ese día, había una convocatoria frente a La Moneda que se realizaría a las 17.00, para manifestarse contra el gobierno de Sebastián Piñera.

“Salí con un poco de miedo ese día, y no sé si habrá sido un sexto sentido o algo así, porque en realidad los otros días no me había pasado”, comenta Natalia con la mirada fija en el vacío y un tono de voz calmado.

Natalia ya había asistido a otras movilizaciones, se sumó a las protestas cuando comenzó la evasión masiva en el Metro. También, ocho años atrás, fue parte de las marchas convocadas por el movimiento estudiantil. “Siempre cuando han habido estos estallidos sociales he salido a marchar. Por ejemplo en 2011, cuando estaba en el colegio todavía, empezó el tema de la educación gratis, de calidad, entonces yo igual fui”.

Según recuerda Natalia, Carabineros comenzó la ofensiva lanzando bombas lacrimógenas. “Al principio las lanzaron al aire y después de eso directamente a la gente. Empecé a correr y me desvié hasta que llegué a la calle Tarapacá (…) Seguí avanzando como media cuadra más o menos, me di vuelta para ver dónde venían y sentí el sonido del disparo y el impacto en el ojo”.

El día en que todo se nubló

Antes de que el proyectil impactara en su ojo derecho, Natalia Aravena (24) estudió enfermería en la Pontificia Universidad Católica (PUC), donde se tituló hace dos años. Actualmente trabaja en una Clínica Psiquiátrica privada en La Reina.
Aunque Natalia tenía un mal presentimiento, ese lunes 28 de octubre siguió su camino hasta el centro de Santiago para llegar a la cita en La Moneda. Solo logró acercarse a la estación Santa Ana, y desde ahí decidió caminar para reunirse con su amigo que estaba en Paseo Bulnes, sin saber que finalmente no cumpliría su objetivo.

Caminó hasta la intersección de Alonso de Ovalle con Nataniel Cox. El ambiente, dice Natalia, era agradable y tranquilo. Había gente protestando pacíficamente y el sonido de silbatos y vuvuzelas se mezclaba con las consignas que se podían leer en los carteles que se desplegaban a lo largo de la calle.

Minutos después de eso, cerca de las 16.30, el panorama tranquilo comenzó a cambiar. Según recuerda Natalia, Carabineros comenzó la ofensiva lanzando bombas lacrimógenas. “Al principio las lanzaron al aire y después de eso directamente a la gente. Empecé a correr y me desvié hasta que llegué a la calle Tarapacá, y ahí me acuerdo que a mi izquierda vi a varios Carabineros escondidos detrás de un Transantiago. Seguí avanzando como media cuadra más o menos, me di vuelta para ver dónde venían y sentí el sonido del disparo y el impacto en el ojo”, recuerda Natalia con su ojo lloroso.

Natalia agrega que se sintió aturdida, que no sabía a dónde ir. No podía reincorporarse, solo pudo zafar gracias un joven técnico en enfermería llamado Jaime quien la ayudó y le prestó los primeros auxilios. También la socorrió una pareja de inmigrantes, quienes la llevaron a la urgencia de la Posta Central en su auto.

Natalia tenía la cara cubierta de sangre.

Yo no alcancé a ver quién fue, porque fue todo muy rápido, pero ya está puesta la denuncia en Fiscalía y se supone que tienen que hacer la solicitud de las cámaras para ver si se puede identificar a alguien. Ese Carabinero lo hizo para hacerme daño directamente.

En urgencias de la Posta la información fue difusa. Los trabajadores del recinto la querían pasar a la sala de categorización: “yo misma les dije que yo soy enfermera, que no me podían categorizar si venía con el ojo reventado”, señala Natalia, quien agrega:

“Lo que yo pensaba, más que arrepentimiento, es que salí para ejercer mi libre derecho de expresarme y sin hacer ningún desmán, sin hacer nada malo. Yo no me arrepiento de haber salido porque yo no hice nada malo. Los que hicieron mal fueron los Carabineros que me atacaron directamente. Al principio pensaba que estaba soñando. Me decía ¿Será que voy a despertar de esto? pero después me fui dando cuenta que no, que no se iba a acabar. Que todo era real”.

La vida después de la mutilación

Son cerca de las 16.00 del martes 5 de noviembre y hacen más de 30ºC en Santiago. Natalia se encuentra acostada en su cama, a oscuras, con las cortinas cerradas. No puede estar expuesta a la luz solar porque su ojo derecho le comienza a llorar y a doler. Está viendo Two and a half men, una de las series que más le gustan.

En su casa, analiza la responsabilidad de Carabineros en su caso, es enfática en recalcar que espera que se individualice al responsable. Yo no alcancé a ver quién fue, porque fue todo muy rápido, pero ya está puesta la denuncia en Fiscalía y se supone que tienen que hacer la solicitud de las cámaras para ver si se puede identificar a alguien. Ese Carabinero lo hizo para hacerme daño directamente

Sus palabras tienen un tono optimista, pese a que en el último control le informaron que debido a la gravedad de la lesión no será posible mantener su ojo, por lo que deberá usar una prótesis. El jueves 14 de noviembre Natalia ingresó a pabellón a las 14.00 en la Clínica Pasteur.  

¿Violencia sistemática?

El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) es uno de los organismos que se ha encargado de fiscalizar y llevar registro de todas las personas que han visto vulnerado sus derechos humanos en el contexto de las manifestaciones actuales.

Según cifras oficiales, 222 personas han sufrido daños oculares severos. Entre ellas se encuentra Natalia. “Una observadora me tomó la declaración cuando estuve en la Posta Central. Hace poquito hablé con ella y me dijo que le iba a dar mi número a un abogado para que se contactara conmigo y así darme la asistencia necesaria”, dice, mientras reposa su mano cerca de su ojo.

Branislav Marelic, ex director del INDH y actual abogado de la Institución, quien viene llegando de Ecuador, donde expuso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por el actuar de Carabineros durante el estallido social en Chile, comenta que han recibido más de 3.000 denuncias y que todas se han procesado.

“No es posible que la primera reacción en algunas situaciones sea el disparo de armas de fuego”, dice con respecto a las múltiples denuncias que reciben día a día.

¿Es correcto hablar de que en Chile existe una violación sistemática a los derechos humanos?

“De acuerdo a lo que ha declarado el consejo del Instituto, hablar que existen o no violaciones sistemáticas a los derechos humanos es un debate que todavía no podemos dar con la evidencia disponible. Sin embargo, ya podemos hablar de que hay patrones de conducta que se repiten y eso ya marca una reiteración de reacciones del poder estatal ante los manifestantes, es preocupante. Ahora, no necesitamos hablar de violaciones sistemáticas para decir que cualquier infracción a los derechos humanos es grave y tiene que ser condenada”, responde.

En su casa, en tanto, Natalia señala el costo que le ha significado en su vida la lesión por la lacrimógena. “No puedo ir a trabajar, no puedo manejar, no puedo salir sola. Tengo que estar en mi cama acostada todo el día. Mi mamá me lleva la comida, me ayuda en lo que necesite porque tampoco me puedo agachar para no aumentar la presión del ojo. Me veo limitada en todo lo que puedo hacer yo sola. Siento que he perdido mi independencia”.

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