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Retrato de mi padre, Víctor Allende
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Retrato de mi padre, Víctor Allende

Juan Arturo Allende Parada (26) cuenta la historia de su papá, Víctor Allende (72), quien habría sido la primera víctima fatal de Diego Ruiz Restrepo, el único sospechoso de una serie de asesinatos ocurridos en Estación Central el año pasado. Víctor tenía acusaciones de abuso sexual contra sus hijas y padecía demencia senil. El hombre trabajaba como un jardinero, esforzado y pobre, hasta que el alcohol lo transformó en un ser violento.

Por Constanza López y Camila Bazán

29 de Enero de 2021

La última vez que vi a mi papá, Víctor Allende Salas, fue el 15 de febrero de 2020. Él ya tenía 72 años y la demencia, que sufría desde hace un tiempo, estaba más avanzada. Si usted se acercaba, se veían bichos saltando en su ropa. Estaba en los huesos. No comía, solo consumía alcohol. 

No fue un buen recuerdo.

En realidad, no tengo buenos recuerdos de mi papá. Tuve una relación complicada con él. Nunca estuvo muy presente y desde que tengo memoria, él tuvo problemas con el trago. 

Somos seis hermanos y, cuando éramos niños, él era violento con nosotros y con nuestra madre. Mi infancia no fue la mejor. Sufrí mucho con él. Me internaron en el Sename por un mes cuando era guagua. Pasamos muchas cosas. No tuvimos agua y luz por muchos años. La violencia y la pobreza no era lo peor. Cuesta decir estas cosas, pero él abusó de mis hermanas mayores cuando yo tenía 5 años. Por eso se tuvo que ir de la casa y mi familia se quebró. 

Cuando se fue, fue un alivio para todos. Ya no teníamos que andar arrancando. Era el trago, creo yo. A veces iba también borracho a la casa y hacía cosas raras, no sé, me agarró un día de los pies y no me dejó ir al colegio. 

Después de que se fue de la casa, creo que estuve cinco años sin verlo. Volví a encontrarme con él cuando todavía existían las micros amarillas. Nos juntábamos en la plaza Zañartu, en Ñuñoa, con mi mamá y mi hermana chica. Compartíamos un rato con él. Eso era todo: ir a ese lugar y verlo. Me gustaba hacerlo porque era chico, tenía alrededor de 13 años. Ese experimento tampoco resultó muy bien. Él se aprovechaba de que mi mamá no tenía plata e iba a hacer show a la casa, siempre arriba de la pelota. 

Luego, a los 16 años, sólo yo seguí viéndolo. Nos juntábamos en diferentes lugares de Macul, porque él trabajaba en un kiosco cerca de Quilín. 

Me es difícil decir cosas buenas de él. Creo que a pesar de todo fue un hombre esforzado, se sacaba la mugre. Toda su vida trabajó de jardinero, en distintos blocks de Macul. En eso, se fue su vida completa. Tuvo otros trabajos esporádicos, sin sueldo. También me ayudó cuando tuve problemas con mi mamá y me echaron de la casa. Eso fue hace unos años, yo tenía 22, 23. No tenía dónde ir, ni cómo arrendar porque en ese tiempo yo no trabajaba.

Él me recibió en una pieza en la que estuve cerca de un año. Yo iba a ayudar a un puesto en la feria, llevaba algunas cosas para comer y así vivíamos. Dormíamos en la misma cama en un dormitorio de 3×3. Los problemas comenzaron cuando me acusaba de cosas que yo no hacía. Dejé de vivir con él por como era, me aburrí y empecé a tratar de hacer mi vida. 

Volví a vivir donde mi mamá y retomé el colegio en 2018. Hice un 2 por 1 y me gradué en 2019. Mi papá no fue a mi licenciatura. 

Después de que dejé de vivir con él, igual iba a verlo, pero no todos los días. Un día un conocido me habló por Facebook y me contó que mi papá estaba viviendo en la calle, en Macul. Lo solía encontrar en Castillo Urizar con Los Plátanos, no vivía en un lugar en particular. La calle era su ruca.

No sé cómo pasó de dormir en Macul a Estación Central. Decidí no verlo más cuando me acusó de haberle robado. Su demencia estaba más avanzada y hasta me confundió con mi hermano mayor. La última vez que nos vimos fue el 15 de febrero. Estaba mal. Si usted se acercaba, se veían bichos saltando en su ropa. Estaba en los huesos. No comía, solo consumía alcohol. 

Cuando quise volver a verlo, no lo encontré. Iba todas las noches a tratar de ubicarlo, hasta fui al Hospital del Salvador a buscarlo, porque me habían dicho que probablemente estaba allá. Puse una constancia por presunta desgracia el 22 de febrero de 2020. 

El 7 de marzo, a las siete de la mañana, encontraron el cuerpo de mi padre muerto en un paradero en Alameda. Lo asesinaron a las cinco de la mañana, según lo que decía la autopsia. Lo acuchillaron. Yo lo tuve que identificar. No me puse mal. Pude enfrentar ese momento.

Luego de una semana de los asesinatos ocurridos en noviembre a personas que, como mi papá, vivían en la calle, me contactó la PDI, diciéndome que estaban un 98% seguros de que Ruiz Restrepo era su asesino. Yo ya lo sospechaba. Días antes, la misma persona que me acompañó a reconocer el cuerpo, había visto en la tele las noticias sobre los asesinatos. Lo había asociado con lo que le ocurrió a mi papá. Después de mi declaración, los detectives me lo confirmaron al 100%. 

En ese tiempo, yo iba a una iglesia cristiana. Ahí le hicieron un responso. No hubo palabras de despedida. Fueron mis hermanas y mi mamá, solo por acompañarme, por mí, no por él. Mi hermano mayor no llegó. Nunca logró perdonarlo. Lo enterramos en el Cementerio Metropolitano en Lo Espejo. 

¿Si yo lo perdoné? Creo que sí, que hace mucho ya lo había perdonado y que por eso lo busqué. Sí, lo perdoné por todo lo que hizo. No le guardo rencor.

ESPECIALES V240

Ellos son: las historias de las víctimas del asesino en serie de Estación Central

Equipo: Camila Bazán, Rayén Carvajal, Constanza López, Valentina Sánchez, Gabriela Piña y Rodrigo Verdejo.

Ilustraciones: Marco Valdés

Edición: Ivonne Toro y Sebastián Palma

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