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Ellos son: las historias de las víctimas del asesino en serie de Estación Central
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Ellos son: las historias de las víctimas del asesino en serie de Estación Central

Siete asesinatos y un intento de homicidio han sido atribuidos al ciudadano colombiano Diego Ruiz Restrepo. El primero de ellos, en marzo de 2020. Los últimos, el 8 de noviembre de ese año. Se investigan otros 20 casos similares. ¿Cómo pudieron pasar desapercibidas esas muertes? La respuesta no está en la maestría de Ruiz Restrepo para matar, sino en el perfil de sus víctimas: seres vulnerables, muchos de ellos en situación de calle. Personas olvidadas.

Equipo: Camila Bazán, Rayén Carvajal, Constanza López, Valentina Sánchez, Gabriela Piña y Rodrigo Verdejo.

Ilustraciones: Marco Valdés

Edición: Ivonne Toro y Sebastián Palma

29 de Enero de 2021

Pedro Bustamante Babbonney (44) estuvo muerto sin estarlo. 

Meses viviendo en la calle, lo habían vuelto invisible y cuando su nombre apareció entre las víctimas de Diego Ruiz Restrepo (30), formalizado por siete homicidios consumados y uno frustrado, no hubo dudas. Sin embargo, Pedro había sobrevivido al ataque del 8 de noviembre de 2020. También a un atropello y a otras agresiones con arma blanca, años atrás. A la muerte, le doblaba la mano; al alcoholismo que lo había arrojado a vivir en la vía pública, nunca lo pudo vencer. La última batalla contra su adicción la dio mientras estaba convaleciente y se había reencontrado con su familia. Como era habitual, fracasó. 

A inicios de enero, retiró el 10% de su AFP de las imposiciones que tuvo por los dos años en que desempeñó un trabajo formal, como garzón en el restaurante Eladio, y volvió a beber a Estación Central.

Los informes del Ministerio de Desarrollo Social consignan que el 62,8% de quienes viven en la calle están ahí por problemas con su familia o pareja; el 15%, por consumo problemático de alcohol y drogas y el 11,5%, por problemas económicos. Las estadísticas, en el caso de Pedro, se funden: el alcoholismo precedió al quiebre familiar y la inestabilidad laboral.

Pedro estuvo muerto sin estarlo. Su madre recibió condolencias y lloró su partida.

Según el director técnico de Inclusión de Personas en Situación de Calle del Hogar de Cristo, Andrés Millar, si el perfil de las presuntas víctimas de Ruiz Restrepo hubiera sido distinto, nadie se habría equivocado.

—La situación de calle es invisible. Nosotros somos indiferentes y, por eso mismo, este tema (de los homicidios en serie) no explotó más allá de la semana posterior. Ya todo el mundo olvidó que esto aconteció. Si esto hubiera afectado a familias en otro nivel socioeconómico, todavía estaríamos pendientes de lo que va a ocurrir, de los resultados de la justicia, de que hubiera rapidez en la investigación, pero aquí se hace indiferente. La noticia se va al coladero.

Sus palabras no están lejos de la realidad. Varios de los familiares de los fallecidos en Estación Central denuncian que ninguna institución les informó sobre la muerte de sus seres queridos. Dos de ellos se enteraron por la prensa; otros, por la buena voluntad de conocidos que supieron de la noticia.

Pero eso no es todo. Millar plantea que estas muertes sólo tuvieron relevancia pública por las características de los homicidios. En la experiencia del funcionario del Hogar de Cristo, los asesinatos a personas en situación de calle no constituyen hechos aislados.

—Esta noticia causó más impacto porque fueron siete crímenes. Pero todos los años mueren personas de la calle, algunas asesinadas. La mayoría sufren maltratos y violencia y viven en una condición de mucha inseguridad. A veces, cuando llegan a nuestros programas, uno podría pensar que andan agresivas, alteradas. Pero en realidad están en estado de alerta porque han estado sobreviviendo.

Lo narrado por Millar no es una opinión. Los datos de un informe cualitativo realizado por DataVoz Startcom para el Ministerio de Desarrollo Social en 2017 revelan que “la calle es un espacio donde la violencia está presente de manera muy cotidiana. El consumo de alcohol y drogas es un claro gatillante de las agresiones y peleas que se dan en la calle. Las agresiones provienen de personas que están en situación de calle pero también de aquellos que no toleran que existan personas en esta situación”.

 

 

Para Andrea Castro, psicóloga, criminóloga, y dirigenta de la Asociación de Directivos, Profesionales, Técnicos, Administrativos y Auxiliares de Gendarmería de Chile (ADIPTGEN), la intolerancia a la pobreza podría tener características psicopáticas.

— Necesitan buscar una víctima que esté vulnerable. Generan este rol cognitivo en que la víctima merece este castigo particular. En este caso, él (el asesino) se siente superior a ellos. Ha visto que la gente en situación de calle genera una molestia social, que está ocupando espacios comunes. Se siente con la propiedad de poder vulnerarlos porque es su deber celestial. En el fondo, es el salvador. Él elimina personajes que son inadecuados para la sociedad.

Desde Cali, la abuela de Diego Ruiz Restrepo, Sonia Restrepo (70), reconoce la autoría de él en los delitos. Cuenta que hasta hace algunos años, su nieto ayudaba a personas en situación de calle. ¿Qué ocurrió entonces? Ella cree que Diego actuó afectado por una enfermedad mental que por varias generaciones ha padecido su familia: esquizofrenia. Para la mujer, ese diagnóstico se traduce en que “el diablo mete la cola”.

La bestia lo utilizó. Él quería mucho a los indigentes, él los amaba y todo eso. El diablo lo utilizó.

Lejos de la intervención paranormal que consuela a Sonia, la Fiscalía solicitó un peritaje psiquiátrico a Diego Ruiz, con el  fin de determinar su grado de imputabilidad. Cuando fue detenido, el pasado 9 de noviembre, el “Colombi”, como era conocido en su barrio, hizo una breve confesión. “No recuerdo el motivo de por qué acuchillaba a las personas que se encontraban en la calle. De verdad, no lo sé”, dijo.

El prontuario de Ruiz Restrepo en Chile da cuenta de una serie de incidentes que desembocaron en que estuvo tres veces en prisión preventiva. En la navidad de 2016, golpeó a la pareja de su madre, Nelson Mejía. Se le ordenó el abandono del hogar y la prohibición de acercarse a la víctima, medidas que infringió en dos ocasiones.

Por estas faltas, Ruiz Restrepo atravesó otro proceso judicial por el delito de desacato. La Fiscalía advirtió que mostraba “una conducta absolutamente refractaria al ordenamiento jurídico” y destacó su condición de indocumentado en el país, pero quedó en libertad. El 3 de agosto de 2019, amenazó a un vecino de Villa Portales con un cuchillo y le advirtió: “yo he matado a muchas personas antes. ¿Qué pasa si te mato a ti? Usted ni sabe quién soy yo”.

Al parecer, no mentía. El Ministerio Público imputa que en marzo de 2020, apuñaló a Víctor Olegario Allende Salas (72), un hombre que tenía acusaciones de abuso sexual a sus hijas y padecía demencia senil. Fue, cuenta su hijo Juan Allende, un jardinero esforzado hasta que el alcohol terminó de transformarlo en un ser violento. Tuvo un responso en una iglesia cristiana. No hubo palabras de despedida. Parte de su familia acudió a la ceremonia sólo para acompañar a Juan, el único hijo que lo perdonó.

Allende Salas fue identificado en la formalización de Ruiz Restrepo como su primera víctima, pero al revisar la prensa, aparecen una serie de muertes sin resolver de indigentes apuñalados en el mismo sector donde él habría actuado. En 2018, por ejemplo, Carlos Núñez Valenzuela (46) recibió seis puñaladas y el Ministerio Público analiza si podría ser otra víctima del Colombi.

El 1 de noviembre, Ruiz Restrepo le habría propinado 25 estocadas a Carlos Rivas Angulo, colombiano de 35 años. Rivas, quien llegó a Chile en 2010, amaba bailar y vivía en un departamento en Independencia con familiares. Esa noche, fue a beber con amigos en un bandejón de la Alameda. En pandemia, había perdido su trabajo formal y se había instalado con un show con marionetas, las cuales, conectadas a su cuerpo a través de cuerdas, imitaban cada uno de sus movimientos. Con una muñeca al frente y otra atrás, se dirigía cada día a los semáforos de Cal y Canto. También vendía frutas y verduras cerca del lugar en que murió desangrado.

Esa misma jornada, Guido Gallardo Contreras (64) fue asesinado. Según describió la fiscal Pamela Contreras en la audiencia de formalización de Ruiz Restrepo, “el imputado observa a la víctima Guido Hernán Gallardo Contreras, quien se encontraba en situación de calle y a esa hora durmiendo en la vía pública, apuñalándolo de manera reiterada en la zona del tórax y cuello causándole lesiones cortopunzantes penetrantes en el tórax izquierdo y cara lateral derecha del cuello, las cuales le causaron la inmovilidad y muerte inmediata en el lugar”.

No pudimos conocer cómo Guido llegó a las calles. No tenía hijos reconocidos, no se casó. En su partida de nacimiento, su mamá figura sólo con un apellido. Su única dirección asociada, no le pertenece. Era del Hogar de Cristo. En el Registro Civil no está disponible su certificado de defunción.

Guido resume la invisibilidad de muchas de las 15.500 personas que, según el Registro Social de Hogares entregado en abril de 2020 por el Ministerio de Desarrollo Social, deambulan hoy por Chile. La gran mayoría (6.813) se concentra en la Región Metropolitana, seguida por Valparaíso (1.716) y Biobío (1.384). El 84% son hombres que llevan en promedio 5,8 años viviendo en esas condiciones. Alrededor del 43% supera los 50 años y 5.409 sufren enfermedades crónicas, como Marcia Tapia, una de las víctimas de la que habría sido la noche más sangrienta de Ruiz Restrepo.

Pese a que el 1 de noviembre dos personas fallecieron tras ser acuchilladas en el mismo sector y a que existe -en uno de los casos- registro en cámaras de seguridad del incidente, no hubo resguardo para quienes dormían, indefensos, a la intemperie. 

El 8 de noviembre, Ruiz Restrepo, con sus frenillos característicos y una cojera en su pierna izquierda, habría atacado a cinco personas en un lapso menor a 70 minutos. Cuatro de ellos fallecieron.

Luis Romero Jeria (49) fue uno de ellos. 

Las cifras dicen que el 13,4% de quienes habitan en la vía pública estuvieron en hogares de menores y que 30% tuvo algún paso por un recinto penitenciario. Luis cumple con ambas características. Estaba preso en la cárcel de San Miguel en el año 2010 cuando se produjo una de las mayores tragedias penitenciarias del país: un incendio acabó con la vida de 81 reos. Esa vez, Luis zafó de la muerte. 

Adicto al neoprén desde los nueve años, empezó a cantar en las micros y a recoger cartones cuando era pequeño. Tuvo hijos y amores, pero siempre la adicción fue más poderosa y lo convirtió, con los años, en un indigente. Su cuerpo permaneció ocho días en el Servicio Médico Legal. Ninguna institución avisó a sus familiares sobre su fallecimiento.

Marcia Tapia Loncón (57) deambulaba desde hacía un tiempo por Estación Central. Aunque tenía un techo en Cerro Navia, le atraía dormir sin paredes. Recibió 28 puñaladas. 

Su hija, Gabriela, cree que hacía mucho Marcia “le empezó a dejar de ver el color a la vida”. 

Padecía esquizofrenia y tenía, al igual que el hombre sindicado como su agresor, problemas para desplazarse. Para Gabriela, esa condición y su extrema delgadez, le impidieron defenderse.

—Mi mamá tenía un problema en las caderas. No era una persona que pudiera salir corriendo. Entonces un tipo como esta persona fue y la atacó. Y no tenía cómo perder. Tremendo hombre comparado con el cuerpito de ella, que estaba tan flaquita, tan flaca.

Esa madrugada, también murió Leonidas Vicente Panez Fierro (49). Fue aspirante a carabinero, garzón y un hombre de familia. El alcohol lo alejó de todo eso y lo arrojó a una carpa que compartía esa noche con Pedro Bustamante. Clara, quien fue su esposa, cree que los dolores del pasado —se crió en un hogar de menores y arrastraba memorias de maltratos y carencias— lo quebraron.

Aquel 8 de noviembre, Rodrigo Manino (32) había estado bebiendo con unos amigos en las aceras de Estación Central. Había llegado desde Argentina en 2016. Trabajó por un tiempo en una empresa textil. Luego se transformó en vendedor ambulante. 

Era alegre, amistoso, fanático de un equipo de Mendoza, el Independiente de Rivadavia, y seguidor del cantante Indio Solari. La noche en que fue atacado, esperaba una micro para retornar a casa de su mamá en San Joaquín. No vivía en la calle, pero ahí lo encontró la muerte.

Los videos de seguridad muestran que Ruiz Restrepo caminaba junto a Miguel Olate y Jeison Acevedo, dos colombianos a quienes no conocía, cuando de pronto vio a Manino y se lanzó a su cuello con un cuchillo de 20 centímetros de doble filo. Enterró una y otra vez el arma. Rodrigo alcanzó a avanzar unos pasos y se desplomó.

Otra víctima de esa noche fue Pedro Bustamante Babbonney. Despertó con Ruiz Restrepo pateándole la cabeza. Recibió cuatro estocadas, pero sobrevivió. Hijo de padres exiliados, adicto al alcohol y a las drogas desde adolescente, Pedro buscó muchas veces rehabilitarse. Tras ser atacado y estar al borde de la muerte, volvió a intentarlo. Y a fallar.

Hoy está otra vez en la calle, como tantos otros, demasiados otros. 

Ellos son.

 


 

Equipo: Camila Bazán, Rayén Carvajal, Constanza López, Valentina Sánchez, Gabriela Piña y Rodrigo Verdejo. 
Edición Periodística: Ivonne Toro y Sebastián Palma
Producción Digital: Carolina Zúñiga y Fernando Morales. 
Ilustraciones: Marco Valdés / https://www.instagram.com/marco.valdespaillaqueo/ 

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