Tras casi seis meses de confinamiento, el Premio Nacional del Deporte volvió a la piscina recién en septiembre. No solo perdió meses de entrenamiento para los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021, sino que su enfermedad Charcot-Marie-Tooth siguió avanzando.
Por Safka Parraguez
3 de Septiembre de 2020
El pasado 23 de febrero, Alberto Abarza (35), su pareja Ámbar Jiménez (23) y su hija Beccieé Abarza (10) dejaron la ciudad de Venecia, Italia, y decidieron irse a Francia, en una especie de despedida a Europa, pues debían volver a Chile luego de cinco meses de estadía. Una vez fuera de la ciudad, Venecia cerró, cancelando su famoso carnaval que reúne a miles de personas año a año. La pandemia comenzaba a expandirse por el mundo y más tarde mostraría a Italia como uno de los países más afectados por un virus que aún no tiene cura.
Alberto Caroly Abarza Díaz es un nadador paralímpico chileno que ha ganado decenas de medallas de oro. Estuvo entrenando más de cinco meses en Europa en las piscinas de Italia, Francia, Alemania y Austria para los próximo Juegos Paralímpicos que tenían como fecha oficial el 25 de agosto de 2020. Tras la crisis político-social del 18 octubre de 2019, en Chile se cerraron muchas piscinas del país y Alberto debía mantener su práctica para llegar al certamen mundial.
Luego de pasar por Francia, la familia llegó a Sevilla, España, a recoger todas sus pertenencias y a sus dos perros, Atenea y Ariki, que los acompañaron en este viaje. De ahí, irían rumbo a Madrid a tomar el avión que los traería a Chile. Sin embargo, ese 5 de marzo no les permitieron viajar. Ámbar, pareja de Alberto, recuerda que fue una noche horrible, porque ya no tenían residencia donde hospedarse y que además “teníamos dos casas de perro, una persona en silla de ruedas y su hija, que es menor de edad”. Además de muchas maletas. Tuvieron que pasar la noche en el aeropuerto, entre el miedo a contagiarse, personas con mascarilla y el distanciamiento social, medidas que en Europa ya eran comunes para el control del Covid-19. Una experiencia ingrata, a la que se sumó el sobreprecio que debieron pagar para finalmente embarcarse el día siguiente a nuestro país.
Al llegar al aeropuerto de Santiago, Alberto, Ámbar y Beccieé debían responder la encuesta para despejar un posible contagio. “¿Usted ha presentado vómitos o mareos? ¿Tiene Coronavirus?” les preguntó la azafata, a lo que Ámbar contestó: “No”. Alberto reconoce hoy que eso era mentira, pues Ámbar estuvo gran parte del viaje mareada y con deseos de vomitar. ¿Por qué no lo reconocieron? Tenían sospechas de que ella estuviera embarazada. Su miedo, dice Ámbar, era que los retuvieran por haber estado tantos meses fuera del país. Superado este escollo, el nadador, su familia y las casi ocho maletas que los acompañaban, pudieron por fin atravesar la barrera e iniciar en nuestro país una nueva cuarentena.
Imagen de Alberto Abarza en Sevilla, España (2019)
Tres días antes de que Alberto y su familia llegaran a Chile, ya se había detectado el primer caso de Covid-19 en el país, que a la fecha ya supera los 400 mil contagios y 11 mil fallecidos. Ante el inminente peligro, Alberto decidió confinarse voluntariamente en su casa en Maipú, donde vive con su pareja Ámbar, su hermana Jissley Abarza y su sobrino de un año, Mariano Carreño.
La cuarentena tiene a Alberto bajo estrés. Para un nadador, estar un día fuera del agua equivale a perder tres días de entrenamiento. Él ya lleva meses en esta condición. Además, ha dejado de sentir sus piernas y sus manos, extraña a su hija Beccieé, a quien ve solo de forma telemática, y tras la pandemia, los Juegos Paralímpicos se postergaron para el próximo 24 de agosto de 2021.
En los meses que estuvieron fuera de Chile gastaron más de $50 millones, monto que pudo financiar gracias a su trabajo en un banco y el dinero ahorrado en premios por sus medallas y diplomas. Así, sin ayuda del Estado, pudo entrenar en diferentes países en las condiciones óptimas que requiere su patología. Un recorrido que terminó abruptamente con la irrupción del Covid-19, pero que Alberto valora positivamente: ganó experiencia, pudo compartir con sus seres más queridos momentos inolvidables, regresando sanos y salvos.
Alberto tiene una enfermedad degenerativa llamada Charcot-Marie-Tooth, que lo hace ser parte de la población de riesgo si llegase a contraer el virus. Los síntomas que pueden presentar los pacientes de esta enfermedad van desde debilidad muscular, pérdida de fuerza y la parálisis progresiva de los músculos que se presenta primero en los pies, luego en las piernas y extremidades superiores, hasta la pérdida de sensibilidad en algunas partes del cuerpo, de acuerdo a lo que explica el neurólogo Alex Espinoza Giacomozzi, de la Clínica Red Salud.
“Es una enfermedad genética que se puede transmitir de varias maneras. Es muy variable en su presentación, hay pacientes que pueden pasar desapercibidos toda su vida sin saber que la tienen y otros presentarlas desde muy pequeños”, añadió el especialista. Este es el caso de Alberto, quien desarrolló la patología desde que nació.
Gala Olímpica 2017, Alberto Abarza fue elegido como el mejor deportista nacional del año.
A los dos años, Alberto ya frecuentaba las piscinas de Teletón, tanto para terapia física, como recreación. Comenzó yendo tres veces por semana. Su madre fue muy constante en las terapias, viajando diariamente en bus desde Cerrillos al centro de rehabilitación. Más tarde, iba seis días a la semana a entrenamiento, lo que llevó al deportista a lograr un nivel muy alto. Todos lo sabían y los entrenadores comenzaron a invitarlo a competir en las grandes ligas; él siempre dijo que no.
El periodista Gustavo Huerta recuerda uno de los momentos más difíciles para Alberto: cuando quedó sin posibilidad de caminar. “Se rebeló y no usó silla de ruedas, se arrastraba por su departamento, de su pieza al baño, del baño a la cocina, al comedor (…) tiene una mentalidad muy fuerte, muy ganadora que lo ha llevado a vencer estar en situación de discapacidad para lograr ser el mejor del mundo”.
Si bien Alberto tenía muchas capacidades como nadador, dice que ser competitivo no es su fuerte: “yo llego primero, no gano la competencia”. Pero el destino quiso otra cosa para él. Alrededor de los 20 años, perdió la movilidad en sus piernas y no pudo volver a caminar, lo que lo sumió en una depresión que lo encerró por dos años en su casa, lejos del deporte.
Ya a los 24 años tuvo que dejar la Teletón, porque los recursos de la institución están destinados solo para niños y adolescentes. A esa edad, Alberto tenía un trabajo y su hija Beccieé estaba en camino, pero se había quedado sin el equipo multidisciplinario que su condición requiere. Es por esto que su entrenador de ese entonces le comentó que el Estado podría poner a su disposición lo necesario, pero tenía que entrar al alto rendimiento. “Ahí viene como mi primer quiebre emocional por tener que hacer algo por conveniencia”, reconoce Alberto.
Video del Ministerio del Deporte, año 2019. Entrevista a Alberto Abarza -con inserts de él nadando-, en la que cuenta un poco de su historia como nadador y cómo la natación le han ayudado para desacelerar su enfermedad.
Alberto fue número uno en el ranking mundial del World Series del 2017 en adelante, donde ha ganado más de 20 medallas de oro en el circuito. Fue reconocido como el mejor deportista paralímpico por el Comité Olímpico de Chile en 2017, también galardonado con el Premio Nacional del Deporte en 2018 y, ese mismo año, obtuvo el premio Cóndor al mejor deportista de Chile, entregado por el círculo de periodistas deportivos. A esto se suman las seis medallas, tres de oro y otras tres de plata, que obtuvo en los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019. Pero, para muchos, la figura de Alberto trasciende lo deportivo.
“Su historia, sus relatos, lo hacen un ejemplo de vida”, explica el periodista y comentarista deportivo, Gustavo Huerta. “Es una persona que venció los miedos, el temor al quedar en silla de ruedas y que le gana finalmente a su destino. Además, logra llevar la vida de manera muy consciente con lo que él vive, con su enfermedad, que es una patología que lo va deteriorando día a día. Él lo ve como una ventaja, porque sabe que esa enfermedad lo está acabando… y al saber eso, él vive el día a día de otra manera, lo vive a concho: es feliz con el deporte y es feliz con su familia”, añade Huerta.
Ámbar también destaca los valores de Alberto: “Hay una frase que él siempre me decía, que no importa la medalla, sino el camino recorrido. Eso es lo que destaco, porque los nadadores de Chile son muy egocéntricos, autorreferentes y no son capaces de ver el camino que pueden recorrer y lo que pueden lograr de verdad si fueran más humildes con los demás”. Su pareja recuerda una ocasión en la que Alberto le regaló sus lentes de natación a un niño que no tenía ese implemento para entrenar. “Eso es parte de su camino recorrido, de su vida, de su carrera como nadador, y vale más que una medalla de primer lugar”.
Alberto Abarza en los Juegos Parapanamericanos Lima 2019, exhibiendo una de sus medallas de oro.
La rutina del encierro dista mucho de la que Alberto mantuvo antes de la pandemia. Solía despertar a las 4:30 am, para entrenar en la piscina desde las 5:30 hasta las 8:00 hrs, luego iba al gimnasio hasta las 9:30 hrs. De ahí se dirigía al trabajo hasta las 13:45 hrs, cumpliendo con su horario, volvía a la piscina de 14:00 a 16:00 hrs y después iba por Beccieé para pasar la tarde con ella. “Es muy estricto y responsable con sus tiempos”, expresa su amigo Cristóbal.
Hoy se despierta alrededor de las 10 de la mañana, toma avena con yogur, tostadas y la primera de las cerca de 15 tazas de café del día. Desde hace 10 años que trabaja para el BCI, labor que hoy mantiene a distancia. A esto suma algunos ejercicios, conversaciones con su hija Beccieé y películas, idealmente de Disney. Se duerme tarde. Pero entre tazas de café, videollamadas con Beccieé, al menos dos horas de entrenamiento corporal diario y fiscalizar la ampliación que está haciendo en su casa, Alberto recibió una importante noticia: su pareja Ámbar está embarazada y esperan recibir a su pequeña Amaia en noviembre.
Una revolución familiar que convive con su preocupación ante la falta de entrenamiento para los Juegos Paralímpicos de Tokio. “Le afecta anímicamente, porque ve a sus otros contrincantes que entrenan afuera (en otros países). Lo frustra un poco el no poder estar en el agua y estar enfermándose”, dice Ámbar que lo ayuda con sus ejercicios a diario.
Pero Gustavo Huerta es más positivo frente a esta situación: “yo creo que, si bien le puede afectar a Alberto, él ha demostrado con creces que puede vencer esta situación adversa que estamos viviendo”. Huerta recuerda uno de los momentos más difíciles para Alberto: cuando quedó sin posibilidad de caminar. “Se rebeló y no usó silla de ruedas, se arrastraba por su departamento, de su pieza al baño, del baño a la cocina, al comedor” y concluyó que “tiene una mentalidad muy fuerte, muy ganadora que lo ha llevado a vencer estar en situación de discapacidad para lograr ser el mejor del mundo”.
Pero poco a poco el panorama se ha ido aclarando para Alberto. En agosto recibió la noticia de que el 2 de septiembre podría volver a nadar, después de seis meses sin entrenamiento. Una gestión que para Abarza fue tardía. “Se supone que iban a entrenar todos los clasificados a Tokio, en lo cual yo no estaba, porque me tenían que cuidar por mi discapacidad y todo eso. Lo que no entendían, es que me estaban cuidando por esa parte y por la otra parte me estaban -entre comillas- dejando morir”, sentencia el deportista.
A esto sumó un correo que recibió el nadador desde Estados Unidos, invitándolo a representar al país del norte. “Se dieron cuenta que no nado por Chile hace un año”, lo que según nos explica, permite a ciertos deportistas cambiarse de nacionalidad, puesto que uno de los requisitos es no haber representado al país de origen en un año. “Me ofrecían un departamento en Nueva York, entrenamiento, un equipo de médicos y un sueldo -más grande que el de Chile-, pero esto nunca se trató de dinero”, cuenta el deportista paralímpico. Alberto agradeció el mensaje, pero rechazó la oferta: “Es una buena oportunidad, pero yo amo a mi país ya sea por lo bueno, por lo malo y por lo mismo yo quiero cambiar las cosas desde acá, no desde fuera”.
A pesar de haber dicho “no” al ofrecimiento, la inesperada invitación de una potencia mundial lo ha hecho reflexionar. “Creo que es porque tengo opciones de medalla; y yo parto desde la base que nunca ha sido mi fin buscarla. Incluso, yo pienso que todos creen que voy a ganar en Tokio, pero yo pienso que no. Ojalá que sí, y voy a dar todo para lograrlo, pero imagínate, no entreno hace seis meses”, concluye.
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