Conversamos con un grupo de rappitenderos que han trabajado en la capital durante la cuarentena. Acusan no recibir protección por parte de la empresa de origen colombiano, una de las más grandes en el mercado del delivery.
Por Tomás Franz y Benjamín Sierralta
5 de Agosto de 2020
El 22 de abril, cerca de las tres de la tarde, la repartidora de Rappi Catalina Quiroz (30) conducía su moto a la casa de un cliente que había encargado una crema. En Providencia, frente al Hospital del Tórax, un automovilista la chocó por detrás y ella cayó al suelo. Enseguida, el conductor del auto bajó la ventana, le lanzó un escupo y antes de huir pasó el vehículo por sobre la moto. Muy asustada, Catalina chequeó que estaba bien y se contactó con Rappi para avisar del ataque y pedir que otro rappitendero terminara su pedido. Le preguntaron si ella se encontraba bien y tras una breve respuesta de Catalina, decidieron cancelar el pedido y dejar el tema hasta ahí. Una semana después, Catalina se enteró de que estaba embarazada. Nos cuenta que Rappi nunca más se contactó con ella para indagar respecto al accidente.
Lo que le sucedió a Catalina es un ejemplo de lo desprotegidos que están los trabajadores de estas plataformas digitales de delivery. Al no existir un contrato firmado entre la empresa y el empleado, estos últimos no cuentan con el seguro de accidentes del trabajo que obliga la ley chilena. Así, en el caso de sufrir una contingencia mientras realizan sus despachos, dependen de las políticas de cada aplicación. Ahora y en medio de la pandemia, al miedo de sufrir un atropello o asalto, se suma la posibilidad de contagiarse con Covid-19, riesgo al que se exponen diariamente en sus constantes viajes por la capital.
Si bien las autoridades definieron un protocolo con las condiciones sanitarias que deben asegurar las empresas de despacho a domicilio con sus trabajadores, un reportaje publicado por CIPER denunció las precarias condiciones laborales de Rappi y que además es la empresa que menos ha cumplido con las medidas de protección para sus trabajadores. A esto se suma que dentro del mercado de aplicaciones de delivery, la empresa de origen colombiano es la que más facilidades entrega para convertirse en repartidor.
Héctor Velásquez (23) es venezolano y su trabajo se paralizó con la pandemia, por lo que se transformó en rappitendero, ya que “fue la única empresa donde pude trabajar porque me aceptaban solo con mi pasaporte”. Los únicos requisitos necesarios para trabajar en esta plataforma son ser mayor de 18 años, tener un teléfono Android con datos móviles, contar con un medio de transporte, entregar documentación personal al día y tener una mochila térmica.
A mediados de marzo, Rappi les notificó a sus trabajadores de una supuesta entrega de alcohol gel y mascarillas. Luego, el 2 de abril la empresa mandó el siguiente mensaje para informar a sus repartidores: “estamos trabajando para proveerte de gel y mascarillas. Sin embargo, la oferta de estos productos es escasa”. El 7 de abril, con cuatro mil rappitenderos activos, desde la empresa aseguraron a CIPER haber repartido 200 mascarillas y 350 unidades de alcohol gel hasta esa fecha. Sin embargo, de los ocho repartidores entrevistados para el presente reportaje, solo uno dice haber recibido una mascarilla. Su nombre es Kevin Astete (27), quien tras recepcionar el barbijo, dice que nunca más vio que Rappi entregara ayuda. Ahora él se paga sus propios productos de higiene y no es el único que ha tomado esa opción. Juan Manuel Pernia (27) es venezolano y vive en la comuna de San Joaquín. Cuenta que no ha escuchado ni visto a Rappi entregar elementos de seguridad, por lo que debe “comprar mascarillas, guantes y alcohol gel por mi cuenta, lo cual es un gasto importante entre mis ingresos”.
Consultada la empresa sobre la entrega de elementos de protección, comentan que “iniciamos y continuamos realizando la entrega de kits de alcohol en gel y mascarillas para repartidores y personal shoppers“. En la comunicación no precisan el número de kits efectivamente entregados.
Según cifras entregadas al Diario Financiero por el gerente general, Isaac Cañas, actualmente la empresa tiene más de 7 mil repartidores en las calles, número que creció en forma importante por la pandemia. De hecho, tres de los entrevistados para este reportaje se unieron a Rappi en los últimos meses, luego de que sus contratos de trabajo fueran suspendidos. Además, hubo un alza de 250% en el número de pedidos. Ambos factores explican las aglomeraciones de rappitenderos afuera de los locales de venta, con la consecuente falta de distanciamiento social.
Carlos Segura (21) es un rappitendero venezolano. Cuenta que la falta de personal en los locales de comida es uno de los elementos que más influye en el embotellamiento. “Cuando llegas a un local, ya sea Burger King o McDonald’s, ves máximo 3 o 2 personas atendiendo. Esto genera este apiñamiento de repartidores acechando por su pedido”. Giovanni Bustamante (24) ha trabajado durante toda la pandemia y afirma que ha visto como “prácticamente una persona hace todo”, ejemplificando con el caso de su madre que trabaja en un restaurante de sushi, “pasaron de ser 15 personas trabajando a prácticamente mi mamá, dos personas más y el dueño”. Los locales no cuenta con lugares de espera y, además, la aplicación funciona con un código que el empleado del local nombra normalmente en voz alta, por lo que si los repartidores no están atentos, pueden perder su pedido.
Respecto a las aglomeraciones, la Seremi de Salud de Santiago dispuso equipos especiales de fiscalización para revisar las condiciones de espera y entrega de repartidores de empresas de delivery. Además, quedaron de citar a las plataformas para que acrediten los protocolos de prevención que están implementando con sus trabajadores. Consultada la empresa Rappi en torno a este tema, nos indicaron que “hemos realizado el apagado temporal de locales que llevan más de 10 pedidos acumulados -en producción o en espera- para evitar acumulación de repartidores”.
Foto perteneciente al grupo de Facebook "Repartidores Rappi Chile" con más de 8 mil miembros
La salud mental de los rappitenderos también se ha visto afectada durante la pandemia. A diario enfrentan al riesgo de contagiarse y llevar el virus a sus hogares. Kevin Astete -el único repartidor entrevistado que recibió algún elemento de higiene- cuenta que “comencé a tener tiritones por la presión de salir a trabajar. Tengo un hijo, entonces no me queda otra opción, ya que nadie nos ayuda”. A comienzos de junio, Kevin se encontraba en el Líder de Buenaventura ubicado en Vitacura, cuando desde los parlantes del supermercado anunciaron el cierre del lugar. La razón: había una persona contagiada con Covid-19 en los pasillos por lo que todos debían salir. Kevin llegó a tener un ataque de pánico y vio como la persona contagiada reclamaba que tenía derecho a comprar y que no le importaba salir en esas condiciones. “Por la comodidad del cliente estamos viviendo cosas muy feas en la calle”, expresa Astete.
Juan Manuel Pernia vive en San Joaquín y trabaja en Rappi hace aproximadamente tres meses. “Antes trabajaba en un restaurante de sushi, soy maestro sushero (…) pero me quedé sin trabajo, ya que suspendieron los contratos debido a la pandemia”. Vive con su pareja, una chilena que conoció trabajando, mientras que toda su familia está en Venezuela. La pandemia le ha generado mucha angustia porque lo ha afectado desde el punto de vista económico, teniendo dificultades para pagar el alquiler. “Salgo todos los días de la semana porque obviamente un día que no salga a trabajar es un día de pérdida, entonces tengo que trabajar sí o sí de lunes a lunes, porque si descanso un día no como”, expresa Juan Manuel. Además, al igual que muchos repartidores, tiene miedo a ser asaltado, porque sin su moto y mochila, él no puede generar dinero.
Nos comunicamos con Rappi en dos oportunidades para consultarles si cuentan con algún apoyo que pueda subsanar la ausencia del seguro obligatorio de accidentes en el trabajo. La respuesta la recibimos por parte de Roberto Alarcón, del Grupo Encina, empresa encargada de ver las comunicaciones externas de la empresa. Sobre la cobertura a los repartidores, puntualizó que “los Rappitenderos, como personas independientes, deben cotizar por sus prestaciones. No obstante, de manera voluntaria, Rappi considera una póliza de seguro y de vida en caso de tener algún accidente mientras haya un pedido en curso y el repartidor esté conectado a la App.”. En torno a este mismo punto, precisó que “la cobertura facilita a los repartidores que hayan aceptado aunque sea un pedido en el día, el reintegro de gastos farmacéuticos y la asistencia prestacional por accidente durante el reparto”
¿Los rappitenderos conocen esta cobertura?, ¿alguno sabe cómo funciona?. Hablamos con varios de ellos y la información es difusa. Kevin Astete nos relata que no es algo que le hayan informado al momento de ingresar a la empresa. “La verdad que al entrar a la plataforma, se nos enseña como funciona la app y al momento de entrar no se mencionó ningún seguro. Hasta el momento no se ha mencionado nada de un seguro. Debe ser algo que casi nadie sabe”.
Hector Velasquez, sí lo conoce, pero no tiene las mejores referencias de la cobertura. “Siempre ponen un problema o un pero. Yo me enteré desde el sindicato que había un seguro, sin embargo, en ese mismo sindicato mencionaron que el seguro prácticamente no sirve. Dicen que por un mínimo detalle, Rappi no se hacía responsable. Rappi no informa a viva voz que tienen un seguro”, relata Velásquez.
Captura realizada del blog de Rappi el 19 de agosto del 2020.
Desde el año pasado, han surgido tres proyectos de ley en el Congreso para regular las plataformas electrónicas de servicio como Rappi. El primero fue presentado el 14 de marzo del 2019 bajo el nombre de “Mi Jefe es una App”. Escrito por los diputados de Revolución Democrática Maite Orsini y Giorgio Jackson, el proyecto sostiene que la normativa actual “no calza con el formato tradicional de nuestro código y por eso necesita una nueva regulación”. Es por esto que buscan otorgar derechos mínimos como la sindicalización, indemnización o seguros de accidentes laborales a estos trabajadores.
Luego, el 1 de abril del 2019, se presentó el proyecto de ley “que establece el contrato de los trabajadores repartidores a domicilio”. Propuesto por un grupo de cinco senadores, entre los que están Francisco Chahuán y Alejandro Guillier, este proyecto se diferencia del anterior por solo enfocarse en repartidores. Su principal objetivo es “otorgar el carácter de ‘laboral’ a la relación jurídica existente entre los trabajadores repartidores y las plataformas de aplicación”.
Por último, el 14 de mayo del 2019, desde el Gobierno se envió el proyecto de ley “sobre modernización laboral para la conciliación, familia e inclusión”. Este proyecto toca varias aristas en materia laboral, pero en función a este caso se preocupa principalmente de “aclarar los alcances de la prestación de servicios a través de empresas que operan mediante plataformas digitales de intermediación, estableciéndose que los servicios prestados a través de éstas no constituyen, por regla general, relación laboral”. Con esto se eliminan condiciones como la existencia de una jornada laboral, obligación de asistencia y la obligación de realizar el trabajo diario siguiendo las instrucciones del empleador, pero principalmente la existencia de un contrato laboral. Pese a esto, el proyecto se preocupa de dar protección social en aspectos como una “cobertura completa en materia de salud, pensiones, accidentes del trabajo, seguro para hijos afectados por condiciones graves de salud (Ley SANNA), seguro de invalidez y sobrevivencia, pre y post natal, entre otros”. Hasta la fecha, ninguno de los tres proyectos ha pasado su primera etapa.
Catalina, la joven atacada por un automovilista en Providencia, ya no trabaja en Rappi. Luego del accidente estuvo varios días con sangrado vaginal. Ella pensó que era su periodo menstrual. Sin embargo, se hizo una ecografía el 30 de abril y se enteró de que tenía 11 semanas de embarazo y que se encontraba con desprendimiento de placenta debido al ataque. Descarta salir a una ciudad dominada por la pandemia y menos trabajar por una empresa que nunca más se preocupó por ella. Como dijo Héctor Velásquez, “si no me cuido yo, nadie me va a cuidar aquí”.
El presente reportaje fue realizado durante el curso de Periodismo de Investigación dirigido por el profesor Javier Ortega
Producido por Javiera Aravena, Josué Laval y Safka Parraguez