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Emiliano Rodríguez, reportero mexicano en The New York Times: ‘‘Las políticas migratorias represivas tienden a deshumanizar a los migrantes’’ 
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Emiliano Rodríguez, reportero mexicano en The New York Times: ‘‘Las políticas migratorias represivas tienden a deshumanizar a los migrantes’’ 

El periodista visitó nuestro país para participar del panel ‘‘Cómo trabajar en medios periodísticos internacionales’’ organizado por el Simposio para Avanzar en Periodismo y Comunicaciones de las Ciencias y Tecnologías en Chile.  En conversación con Vergara 240, abordó la crisis migratoria que se vive hoy en las fronteras de México y que recientemente tuvo un dramático hito: la muerte de 39 personas tras un incendio en un centro de detención en Ciudad Juárez.

Por Francisco González y Benjamín Puentes

8 de Mayo de 2023

Emiliano Rodríguez Mega (31) estudió biología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Al poco tiempo descubrió que su camino no era la ciencia y, siguiendo el ejemplo de sus padres –ambos periodistas–, comenzó a trazar su trayectoria como reportero. Trabajó como freelance para The Associated Press y para las revistas Nature y Science, cubriendo temas científicos vinculados al medioambiente y a la salud.

Recientemente se integró a la oficina en The New York Times para cubrir Centroamérica y El Caribe. Y uno de sus últimos trabajos fue la cobertura del incendio que el 27 de marzo afectó a un centro de detención para migrantes en Ciudad Juárez. Ese día, 39 hombres –provenientes de Guatemala, El Salvador, Honduras, Venezuela y Colombia– murieron producto de las llamas. 

“Lo de Juárez fue terrible”, recuerda Rodríguez. “Recientemente, hubo un flujo de migración mucho más fuerte hacia Ciudad Juárez, sobre todo de venezolanos y de inmigrantes centroamericanos que habían quedado varados. Juárez es una ciudad que históricamente se ha enorgullecido de recibir a migrantes, pero en este caso eran olas muy grandes. Estaban varados porque no podían pasar a EE.UU. Incluso, las mismas autoridades empezaron a tener una retórica anti inmigrantes.  El alcalde de Ciudad Juárez dijo que ‘ya no tenían paciencia'”.

Informaciones surgidas con posterioridad al incendio, provocaron revuelo tras mostrar la manera en que actuaron los funcionarios públicos a cargo del resguardo de los migrantes. Esto, incluso, ha generado investigaciones judiciales en contra autoridades. “Creo que todo lo que pasó con el incendio de Ciudad Juárez simplemente demuestra las consecuencias últimas del tipo de política migratoria que México ha adoptado: una que ha sido militarizada y que no se enfoca necesariamente en el respeto a los derechos humanos de los migrantes. Esto deja una mancha importante en la historia de la política migratoria del país y es un precedente de lo que quizás podamos seguir viendo en el futuro”, sentencia Rodríguez.

 

Frente a la migración, ¿qué desafíos enfrentan los periodistas?

“Muchos. Uno de ellos es que muchas de las políticas migratorias represivas tienden a deshumanizar a los migrantes. Un desafío para los periodistas que cubren este tema en toda la región, es regresarles esa humanidad a estas personas. Ellos no migran por placer, migran porque se ven orillados por distintas condiciones que han estado ebullendo en la región, desde la violencia hasta el cambio climático y situaciones económicas terribles. Entonces, creo que deberíamos encontrar formas de humanizar este fenómeno”.

 

Reporteros Sin Fronteras contabilizó 57 periodistas asesinados durante 2022 en México.

“Es terrible. México resalta en toda la región por la violencia y la criminalización que viven todos los días los periodistas, sobre todo los que viven fuera de la capital. Yo crecí con padres periodistas, uno de ellos que continúa haciendo mucho periodismo de investigación, cuestionando al poder y sus relaciones con el crimen organizado. Esta intimidación es una violencia que va mucho más allá, es una violencia de censura, es una violencia de discurso. Lo impresionante es que la comunidad de periodistas en México no ha parado de cubrir la realidad mexicana, de denunciar a quienes merecen ser denunciados, de dar información para la población, de tratar de dar transparencia en un país que es opaco”.

 

¿Qué significa escribir y trabajar en The New York Times?

“Es increíble. También se siente un peso de responsabilidad, porque The New York Times –se quiera o no– es un referente. Entonces, creo que se siente como una gran responsabilidad de cubrir bien la región, al menos en cuanto a lo que se trata de México, Centroamérica y el Caribe, que son las zonas en las que se centra la oficina donde estoy. Es un reto lindo en el sentido de que son cosas totalmente distintas a lo que yo solía hacer. Es agradable después de años de trabajar en periodismo y de estar freelanceando, sentir que estás haciendo algo distinto. Creo que esa fue una de las principales motivaciones que tuve para aceptar este trabajo”.

 

¿Qué aprendizaje ha sido una parte vital para tu perfil profesional?

“Desde joven siempre he tenido un poco de nervio a lanzarme, por ejemplo, a cubrir o proponer la historia a medios internacionales. Yo soy un periodista mexicano y decía: ‘¿Por qué me van a hacer caso a mí?’. No sabía si mis ideas de historias iban a ser lo suficientemente buenas. Creo que una de las principales lecciones que aprendí es simplemente atreverme a hacer las cosas,  a cubrir una historia de un tema que jamás he cubierto, a postularme para un empleo en The New York Times y, por más miedo que sienta en ese momento, veo que una lección es esa: no pasa nada al intentar las cosas. Creo también que otra lección importante y sobre todo para las nuevas generaciones de periodistas, es simplemente la importancia de ser amable, ser amable con tus colegas, con tus jefes y con tus editores. Tener un genuino interés por los demás, te lleva lejos”.

 

¿Existen diferencias entre cubrir Latinoamérica desde un medio latino versus un medio norteamericano?

“Creo que hay muchas diferencias. La mirada con la que se cubre es distinta. Entonces,  sean los que sean los eventos que se cubren, ya sea con un cierto ángulo o con cierto tratamiento de la historia, tienen que aterrizarlo para esa audiencia gringa que, a veces, es totalmente ajena a lo que está pasando en este lado del mundo. Diría que hay casos en los que como periodista independiente te toca educar a los editores. En una de mis primeras historias, cuando apenas estaba empezando, propuse una historia sobre los mayas en México y mi editor estaba muy confundido porque pensaba que los mayas eran una civilización que ya se había extinguido hace milenios. Y siguen existiendo. Muchas veces hay una desconexión, entre los medios internacionales y América Latina”.

 

¿Qué historias o acontecimientos de Latinoamérica crees que son lo más relevante de contar desde The New York Times?

“Cubrí bastante el estallido social y el proceso constituyente, porque para mí y para mis editores, lo que veíamos era el intento de transformación de un país y, además, un intento de transformación de todo o de muchos aspectos de la vida social de ese país, incluyendo la ciencia que era lo que más nos interesaba particularmente cuando trabajaba en revista Nature. Cómo hacer una ciencia con menos desigualdades, más descentralizada en Chile, con más equidad de género y por qué este proyecto en particular podía llevarnos ahí, o quizás no (…). En mi carrera me ha ayudado mucho encontrar ángulos distintos, incluso a historias que ya han sido cubiertas. Por ejemplo, lo hice con el incendio que devoró en 2018 al Museo Nacional de Río de Janeiro en Brasil, el cual tenía una de las colecciones de historia natural más grandes de América Latina. Quería cubrirlo con originalidad y ocho meses después del incendio publiqué una historia en Nature que trataba de responder cómo sales adelante después de una tragedia así, después de perder años de tu vida y de tu trabajo de investigación. Era una radiografía de distintas personas como estudiantes, investigadores y técnicos de laboratorio del museo y sus esfuerzos por tratar de recuperar lo perdido, ya sea participando en acciones de rehabilitación de los objetos que habían sido recuperados, yéndose a otras instituciones en el extranjero para continuar su trabajo o simplemente rindiéndose y diciendo: quizás este es el final de mi vida académica”.


¿Cuál es tu vínculo con Chile? 

Después de haber trabajado con Radio Ambulante, conocí a Catalina May que es codirectora de Las Raras Podcast. Ellos estaban planeando expandir el equipo para hacer la sexta temporada del podcast, y querían integrar a gente nueva que supiera de audio pero que también supiera de periodismo, y se encontraron con este unicornio que tenía experiencia en ambas ramas y me invitó a sumarme al proyecto y yo feliz, porque Las Raras me encantaba y había escuchado sus historias. Entre 2021 y 2022 estuve trabajando con Las Raras. Yo, en México, era el único del equipo que no estaba aquí en Chile. Cubrimos 18 historias, hicimos 18 episodios de distintas partes, no solamente en América Latina, sino del mundo. Había episodios desde España, desde Suecia y demás y fue fantástico. Eso creó un vínculo muy lindo con Chile.

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