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Carlos Rivas, el ritmo se lleva en la sangre
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Carlos Rivas, el ritmo se lleva en la sangre

La madrugada del 1 de noviembre, funcionarios de Carabineros llegaron hasta el departamento de John Velasco (35), ubicado en la comuna de Independencia. En sus manos, llevaban la cédula de identidad de su primo Carlos Rivas Angulo, un hombre de 35 años y de nacionalidad colombiana. Había muerto en la comuna de Estación Central. Rivas amaba bailar y, a diferencia de la mayoría de las víctimas que se atribuyen a Ruiz Restrepo, no vivía en la calle.

Por Gabriela Piña y Rayén Carvajal

29 de Enero de 2021

—Lo llamaron, salió, y de ahí no supimos nada más de él hasta el día siguiente, cuando llegó la terrible noticia —relata John Velasco, primo de Carlos Rivas Angulo, una de las víctimas del asesino en serie de Estación Central. 

Carlos provenía de Colombia y era, por ende, compatriota del único sospechoso de los crímenes. Vivió en Cali durante toda su infancia y adolescencia. Desde que era pequeño, estuvo acompañado por su abuela, quien lo cuidaba mientras su madre se dedicaba a trabajar. Su familia lo recuerda como un niño alegre, noble, con mucha personalidad y energía.

En su adolescencia, cursó el bachillerato como la gran mayoría de los jóvenes de Colombia. Cuando egresó, realizó el servicio militar en su país. Una vez terminado su reclutamiento, decidió emigrar a Chile. Era el año 2010.

Su tío materno, Edwin Velasco (34), quien reside en nuestro país hace cinco años, relata que Carlos viajó para trazar nuevas rutas, conocer nuevos lugares y “ver si le gustaba”. 

Se instaló en la Región Metropolitana y comenzó a desenvolverse en diversos rubros laborales. De acuerdo al relato de su tío, Carlos mantuvo trabajos formales desde que arribó al país. Eso hasta que la pandemia elevó, según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la tasa de desempleo al 9% durante los primeros meses del 2020 y Carlos perdió su trabajo como garzón en un restaurante de Santiago.

A pesar de este golpe, no pensó en volver a Cali. 

Desde pequeño, amaba bailar y según sus más cercanos, tenía un talento especial, que lo hacía destacarse entre sus pares. Era un rumbero y eso se notaba. 

En su barrio de niño, le hacían rondas para que desplegara sus habilidades en un círculo en que le aplaudían. El ritmo se lleva en la sangre, dice la sabiduría popular. 

Estando en Colombia, ingresó a academias de baile, pero luego de eso no siguió perfeccionándose.

—Era uno de los mejores bailarines que he podido conocer —rememora Edwin.

En Chile, tras la pérdida de su empleo formal, Carlos tomó la danza como una oportunidad laboral y decidió crear un show con marionetas, las cuales, conectadas a su cuerpo a través de cuerdas, imitaban cada uno de sus movimientos. Con una muñeca al frente y otra atrás, se dirigía cada día a los semáforos de Cal y Canto.

—Salía como a las 9 de la mañana y llegaba como a las 3 de la tarde de trabajar con las muñecas. Almorzaba, se bañaba y se acostaba, porque llegaba cansado —acota John, con quien vivió durante su último mes de vida en un departamento en Independencia.

Un segundo empleo fue el que lo acercó a la muerte. Se instaló en Estación Central para vender frutas y verduras. Su primo, John, recuerda que Carlos formó amistades con gente que también trabajaba en esa zona de la capital. Él, dice, no los conoció.

El sábado 31 de octubre, Carlos fue a reunirse con esos nuevos amigos.

—Yo trabajaba en delivery, como a las 10 de la noche salí a entregar un pedido y cuando volví, Carlos ya no estaba—, comenta John. 

La llamada misteriosa, que lo hizo salir desde Independencia a Estación Central, lo puso en el lugar y la hora equivocada la madrugada del 1 de noviembre. De acuerdo a imágenes entregadas a la Fiscalía, Carlos fue atacado a las 3.15 horas en Avenida Libertador Bernardo O’Higgins con esquina Ecuador. 

Tras su muerte, su mamá Elsy Angulo Gómez inició los trámites para repatriar sus restos. Fue difícil. A los trámites legales, se sumó la falta de dinero. La familia organizó una colecta para trasladarlo.

El 12 de enero, Elsy publicó en Facebook que ya estaba con su hijo: “Amor mío, jamás pensé tenerte así en nuestro hogar. Sólo tus cenizas, pero doy gracias por haberme permitido disfrutar de todo el amor que nos dimos. Le pido a Dios que me dé la fortaleza para poder seguir adelante. Por siempre vivirás en mi mente y mi corazón. Te amo mucho, hijo mío”.

Carlos fue apuñalado en 25 oportunidades. Su sangre se derramó sobre el cemento de Estación Central.

ESPECIALES V240

Ellos son: las historias de las víctimas del asesino en serie de Estación Central

Equipo: Camila Bazán, Rayén Carvajal, Constanza López, Valentina Sánchez, Gabriela Piña y Rodrigo Verdejo.

Ilustraciones: Marco Valdés

Edición: Ivonne Toro y Sebastián Palma

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