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La mirada contra el olvido de Marco Ugarte
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La mirada contra el olvido de Marco Ugarte

En 1993 realizaba una exposición en la Galería de Arte Contemporáneo Gabriela Mistral, con fotos que había sacado durante la dictadura. Pero tras el “Boinazo”, dice que Ricardo Lagos, entonces ministro de Educación, le ordenó cerrar la muestra. “Mandé a chingar a su madre a todos, renuncié a mi trabajo, saqué todo mi dinero y aquí estoy”, dice desde México.

Por Martín Aceval

3 de Junio de 2024

Marco Ugarte, 65 años, dice que nació en una familia disfuncional. Se fue de la casa de sus padres siendo muy joven y la separación se prolongó tras el golpe de Estado de 1973 porque muchos de sus familiares tuvieron que irse del país. Solo pudo reunirse con sus hermanos cuando cumplió 25 años. Vivió con un tío y fue allí donde se enamoró de la fotografía.

Ugarte recuerda que en la casona había un laboratorio de revelado, en el que trabajan diez fotógrafos, quienes repartían sus imágenes a los diarios El Mercurio, La Tercera y Las Últimas Noticias. Al principio se encargaba de barrer el laboratorio y preparar los químicos para revelar las fotos, pero pronto comenzó a tomar los libros que había en el lugar para aprender sobre el oficio. A los 15 años ya cubría las carreras de caballos, hasta que en 1980 lo llamaron de revista Hoy.

“No tengo muy lindos recuerdos familiares; mi familia fue mi tío, mis abuelos y mis colegas. Y la revista Hoy fue mi escuela”, señala al teléfono desde México a V240.

Aprendí en la universidad del rigor, a puro palo. Literalmente. Era golpeado de manera constante (por la policía). Si no me agredían en la semana, me sentía raro”. Ugarte se refiere al periodo de la dictadura, cuando comenzó a fotografiar lo que sucedía en las calles de Santiago.

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Marco Ugarte en el centro de Santiago, en 1985. (Foto: Miguel Angel Larrea)

De este trabajo, armó un archivo de los retratos que le hizo a Augusto Pinochet durante los 17 años de régimen militar. “Lo perseguí toda su vida”, dice. De hecho, la última foto que le tomó al dictador fue en su féretro y solo entonces reunió todas en su libro “Testimonios”, que lanzó para la conmemoración de los 40 años del golpe. “Esperé terminar el libro hasta que muriera Pinochet, ahí cuento la historia gráfica y el contexto sobre lo que ocurrió en aquella época”.

 

Relata que no fue sencillo publicar su libro. Tardó 33 años en hacerlo, ya que vivió una experiencia que lo hizo dejar todo e irse del país. Durante el gobierno de Patricio Aylwin, mientras trabajaba para la agencia France-Presse, montó una exposición fotográfica, “la más grande que se hizo en Chile sobre la dictadura”. “La hicimos en la Galería Gabriela Mistral, cuando Ricardo Lagos era ministro de Educación. El salón era ocupado como bodega, ahí se guardaban documentos del ministerio, así que empezaron a limpiar, se pintó, se arregló e inauguramos la exposición junto con Lagos. Ese día estaba repleto. La fila para entrar llegaba hasta atrás del Palacio de La Moneda. Esa fila la cuidaban los carabineros, ¿cómo la vez? Ellos mismos se reconocían en las fotos”.

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Fotos de Marco Ugarte durante los 80.

Pero casi al mismo tiempo, el 28 de mayo de 1993, ocurrió el “Boinazo”, cuando comandos del Ejército, bajo el mando de Pinochet, se reunieron en las cercanías de La Moneda armados y vestidos con uniforme de combate.

“Entonces, el Presidente Aylwin regresó de Europa, le llamó la atención a Pinochet y dio un discurso, donde dijo que era el Presidente de todos los chilenos, que había que hacer borrón y cuenta nueva, no recordar el pasado, etcétera. Al día siguiente me llamó Ricardo Lagos y me dijo, ‘ya escuchaste al Presidente, saca tu exposición’”.

“Mandé a chingar a su madre a todos, como se dice en México. Renuncié a mi trabajo, saqué todo mi dinero y aquí estoy”, dice. Llegó a México en 1994, tras aceptar una oferta de AP para cubrir la revuelta zapatista en Chiapas por dos meses. Terminó quedándose. “Solo regresé a Chile a fines de 2006 a terminar lo que tenía que terminar: retratar la muerte de Pinochet”.

Estaba en Oaxaca, cubriendo para AP un conflicto de unos profesores, cuando lo llamaron para avisarle que el general retirado estaba grave en el Hospital Militar.  “Compré un pasaje para volver a Chile y a la semana murió Pinochet. Ingresé por la puerta de atrás de la Escuela Militar. Llegué a las 6:30 de la mañana, vi el féretro y miré a Pinochet, pero no saqué la cámara. Subí al segundo piso y ahí había balcones. Pedí permiso para poner un banco, me encaramé y saqué la cámara. A las tres de la tarde, junto con un cambio de guardia, entró luz por un ventanal. Ahí tomé la foto que llegó a todo el mundo y que sería la portada de mi libro”.

La imagen de Pinochet en su féretro, tomada por Marco Ugarte, recorrió el mundo.

EL DÍA DE “LA BESTIA”

Ganar el Pulitzer fue “una palmadita en el hombro” para Marco Ugarte.

“Me hace sentir orgulloso haber participado en el trabajo con el resto de mis compañeros, que son más jóvenes. Amo mi carrera, me encanta el área que me toca cubrir y me apasiona lo que hago, que es pintar con la luz. Estoy contento, porque fue una sorpresa. Siempre uno dice en broma, ‘estoy buscando el Pulitzer’, y ahora que me encontré con él se siente padre”.

“Hay mucho que contar detrás de cada una de las imágenes”, dice respecto del trabajo premiado. “Sabemos que en cierta época del año empieza a migrar mucha gente de los países de Centroamérica, constantemente pasa gente de Honduras, El Salvador, Guatemala o México, que viajan rumbo a los Estados Unidos buscando el sueño americano. A la mayoría no se les cumple”.

Cuenta que muchas veces caminó junto a los migrantes hacia la frontera con Estados Unidos. “En esos momentos, hablas con ellos y conoces sus historias de persecución política, sensación de inseguridad, narcotráfico y los problemas en la economía de sus países. Vivir y caminar con ellos es interesante y, a veces, duele”.

A Ugarte le tocó cubrir “la Bestia”, una red de trenes de carga de México, utilizados por migrantes para llegar a Estados Unidos. “Se suben al techo para viajar, muchos caen y mueren allí”, dice. Para ello, se sumergió en la vida de Irapuato, en el centro de México, donde se detiene el tren y miles de personas aprovechan de subir durante los 30 minutos que dura la parada.

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Marco Ugarte concentró su trabajo en Irapuato, México, donde los migrantes esperan a "la Bestia", un tren de carga utilizado para llegar a la frontera con Estados Unidos.

“El tren llegó en la madrugada. Los que se subieron, se subieron y los que no, se quedaron abajo. Cuando llegan a la frontera, pueden esperar meses o años antes de cruzar. Algunos lo logran por el río, pero de cinco mil, solo unas cien o doscientas personas tienen éxito”.

“A la mayoría los regresan a sus países. Muchos han vendido su terreno para viajar. Hay una gran cantidad de campesinos entre ellos, gente de pueblo, muy pobres. Y por el camino te encuentras con delincuentes. Asaltan a los migrantes, les quitan su dinero, los extorsionan. Para los narcos son un botín, los secuestran y piden rescate a la familia. Les resulta muy fácil que ellas les depositen el dinero en su cuenta para que suelten al rehén. A veces los liberan, a veces los matan en el trayecto”.

Al llegar a la frontera con Estados Unidos, Marco Ugarte recuerda que estuvo en una zona donde había más de cinco mil migrantes esperando por varias semanas poder cruzar. “Para muchos, el sueño se frustra allí, porque es muy difícil lograrlo. Pero cuando caminas con ellos, entiendes que la ilusión de llegar a Estados Unidos es lo que los hace seguir avanzando”.

-¿Qué es lo que más recuerdas de la frontera?

“Las caras de los niños. Ellos piensan que van de vacaciones, porque sus papás les dicen, ‘vamos a llegar y vamos a tener una casa, vamos a tener esto y lo otro, y un lugar bien bonito donde vamos a vivir’, y les cuentan un sueño hermoso. Los niños van alegres, pero cuando pasan los días y los meses para llegar a la frontera empiezan a sufrir mucho”.