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Vida, pasión y fotos de Eduardo Verdugo
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Vida, pasión y fotos de Eduardo Verdugo

Luego de formarse como fotógrafo en el diario La Época, emigró de Chile incómodo con el tipo de democracia que surgía tras la dictadura. Hizo las paces con el país solamente cuando regresó para cubrir los Juegos Panamericanos Santiago 2023. Aquí cuenta la historia de dos fotos suyas que considera clave. La primera la tomó en Chile en los 90 y enfrentó presiones políticas para no ser publicada. La segunda fue premiada con el Pulitzer y representa el único momento de alegría en medio de la tragedia de los migrantes.

Por Martín Aceval

3 de Junio de 2024

Eduardo Verdugo Tucto, 55 años, nació en Lima. Cuando cumplió siete años llegó a vivir a Santiago. De padre chileno y madre peruana, su niñez transcurrió en plena dictadura y dice que gracias a sus constantes viajes a Perú por vacaciones, conoció “una prensa crítica, algo a lo que no estaba acostumbrado”, señala a V240 desde su oficina de The Associated Press (AP) en México.

Pronto se interesó por la fotografía para capturar lo que sucedía en el país, en especial las protestas. Estudió en la Escuela de Imagen y Comunicación Alpes, donde entendió que la fotografía “no es solamente la calle o el carro de agua, la policía y la gente corriendo, sino que también existen muchas otras formas de contar historias, de adentrarse en la noticia y de estar con la gente”.

Realizó su práctica en el diario La Época. Allí trabajó durante siete años, hasta que tomó la decisión de regresar a Perú, donde formó parte del staff de fotoperiodistas de la agencia France-Presse (AFP). Y, en 1997, emigró a México, para internarse durante cinco años en Chiapas, al sur del país.

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Parte del trabajo de Eduardo Verdugo en Chiapas

Luego se radicó en el DF y, desde entonces, se ha dedicado a retratar los movimientos migratorios. Hoy es jefe de fotógrafos de México y Centroamérica de la agencia AP, aunque dice que no olvida sus cimientos, cuando documentaba el Chile de los 90.

Precisamente en 1996, durante el gobierno de Eduardo Frei, tomó una de sus fotos más memorables: un carabinero infiltrado disparando en una manifestación, con el Palacio de La Moneda de fondo. “Recuerdo que los mineros de Lota habían realizado varias protestas en Santiago y, todos los días, al final, ocurrían disturbios. Pero ellos siempre decían que era culpa de infiltrados”.

Eduardo Verdugo relata que en La Época le asignaron cubrir una de esas jornadas. “Mi editor Miguel Ángel Larrea me dijo, ‘Eduardo, los mineros van a estar en La Moneda haciendo unas ollas comunes’, y me mandó para allá. Fui, miré y tomé fotografías. Una cosa que aprendí en el periódico fue a observar, estar ahí. Me empecé a meter entre la gente, me alejé un poco de las ollas y fui mirando, buscando. De repente vi que había una persona moviéndose más rápido y que otros trataban de alcanzarla. El tumulto fue creciendo y gritaron que él era un ‘sapo’. La gente empezó a rodearlo y, al verse acosado, sacó de su ropa un arma y apuntó a la multitud. Subió el arma, hizo un disparo, y lo capturé con mi cámara”.

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La foto del carabinero infiltrado en una protesta de los 90 fue publicada en La Época pese a las presiones, dice Verdugo.

-¿Era la foto que esperabas?

La Época fue el primer periódico que tuvo un editor de fotografía y eso hacía una gran diferencia, porque Miguel Ángel Larrea tenía el mismo peso que tenían los demás editores periodísticos”.

“Recuerdo a Larrea empujando para que esa foto fuera la portada del periódico. Recuerdo que hubo presiones externas para que esa foto no saliera o para que fuera minimizada. Yo veía que los jefes iban, venían, corrían, atendían el teléfono y nosotros ahí, sentados, esperando la decisión”.

Al final, la foto se publicó muy destacada, como debía ser, pues era una imagen importante para el período político que estábamos viviendo. Actualmente tengo la posibilidad de discutir, pelear por historias, y creo que ese tipo de cosas te forma. Cuando ves esa intención de los jefes de luchar por algo que consideran relevante, te da carácter”.

-¿Por qué decides irte del país?

“Hay una mezcla de varios sentimientos. Yo fui de esa generación que no estaba contenta con los acuerdos para la democracia. No me sentía cómodo. Sentía que habíamos perdido mucho en el camino para llegar a esto y que todos esos años de lucha, de calle, se habían ido. Era algo con lo que no pude y eso influyó a la hora de decidir si seguía en el periódico. En siete años allí, pasé del muchacho que llegó a hacer su práctica a ser el fotógrafo más viejo de todos. O sea, en ese lapso toda la gente se fue por alguna razón”.

“Un día pedí mis vacaciones y me fui a Lima a cubrir las elecciones peruanas por mi cuenta. Toqué las puertas de las agencias AFP, Reuters y The Associated Press. Todas me dijeron que ya tenían gente. Tomé unas fotos en una actividad y vi que no estaba AP. Los llamé por teléfono y les dije, ‘oye, pasó tal cosa y ustedes no están, ¿quieren fotos?’, me contestaron que sí y a partir de ese día comencé a colaborar con ellos”.

-¿Cómo fue ese salto de trabajar en otro país?

“Fue dejar muchas cosas atrás. Yo me fui el 96’ y los primeros cinco años estaba muy peleado con Chile. Extrañaba mucho a los amigos, todo, pero mi pleito no me dejaba regresar. Ahora, a mis 55 años, miras hacia adentro y dices ‘no pasa nada, tienes que volver a hacer las paces’. El año pasado, con los Juegos Panamericanos en Santiago, me preguntaron si quería participar en la cobertura de la agencia y dije que sí. Hice un trabajo de paz conmigo mismo, con el país, y caminé por calles en las que no había estado hace años. Fui a lugares que no había querido regresar y eso me ayudó a reencontrarme con un país que tanto quiero, que me ha dado tanto, en el que he aprendido tanto”.

-¿Qué significa para ti haber ganado el Pulitzer?

“Es un reconocimiento a todos estos años de disciplina, de constancia y de dejar cosas, tiempo con la familia o con los amigos. Es como un ‘hey, lo has hecho bien’. Supongo que para mis compañeros, que son más jóvenes, significa que les puede abrir la puerta a muchos trabajos nuevos y a otras oportunidades. Yo lo veo como un reconocimiento a mi trayectoria, porque llevo haciendo esto 30 años

“Hay que seguir saliendo con el mismo entusiasmo todos los días a las coberturas que te toquen. Me parece que eso es la clave, aunque sepas que cubriste la misma conferencia hace dos días o hace una semana. Siempre hay un punto de vista nuevo, siempre hay algo que ver otra forma, algún otro lente que usar o algún ángulo distinto”.

UN RAMITO DE FLORES

Para el reportaje que reconoció el Pulitzer, Verdugo llegó hasta el poblado de Huehuetoca, en el centro de México, para esperar a “La Bestia” junto a los migrantes. Relata que se mantuvo ahí hasta que cayó la noche. Como el lugar no tenía luz, decidió volver al día siguiente, poco después de las cinco de la mañana, pero se encontró con que el tren de carga ya había pasado. “Muchos no alcanzaron a subir y estaban ahí, esperando otro tren que no llegaría”.

“Buscando qué más hacer y complementar lo que había hecho el día anterior, me encontré con una escena maravillosa. El lugar está en medio de la nada y uno de los migrantes va y recoge unas flores. Yo lo miraba desde lejos. El señor armó un ramito, caminó hacia una señora que venía de Venezuela, y se lo entregó. No fue en plan de cortejo y ella se emocionó, y se rio también. Ahí tomé la foto. Es una imagen distinta, no de sufrimiento, sino de un momento bonito, y esto no suele pasar con este tipo de temas. ¿Cómo encontrar un momento como este dentro de tanto dolor?”.

Una migrante venezolana se ríe, tras haber recibido un ramo de flores mientras esperaba junto a las vías un tren de carga para seguir camino hacia la frontera con Estados Unidos. "Es una imagen distinta, no de sufrimiento, sino de un momento bonito, y esto no suele pasar con este tipo de temas", dice Eduardo Verdugo. (Foto: Eduardo Verdugo/AP)

Verdugo relata el instante como si lo estuviera viendo. “Ya había retratado la noche anterior filas y filas de gente sentada a la orilla de la línea del tren. Esa mañana había fotografiado a las personas desayunando y conversando, tenía fotos de diferentes ángulos con distintos lentes, esperaban un tren que no iba a pasar, porque había sido cancelado. Y veo al señor que venía con las flores y pensé, esto es una foto bonita, una foto distinta, una foto que cuenta la historia de la migración desde otra perspectiva”.

“No todas las fotos son de gente sufriendo, tratando de llegar a otro lado, pasando por el barro o bajo la lluvia, lidiando con la policía de migración o intentando cruzar ese río bravo y enorme para llegar a Estados Unidos. Esa imagen del señor con las flores fue un punto distinto, que da un poquito de esperanza”, añade Verdugo.

-¿Qué es lo más difícil de retratar en este tipo de historias?

“Me parece que lo más difícil es que en estas historias nunca alcanzamos a contar el sufrimiento y lo difícil que es cruzar. Solo vemos la primera capa de lo que es ser migrante. Creo que no hemos podido ni siquiera acercarnos a documentar las historias de sufrimiento de la gente que quiere llegar a Estados Unidos”.

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México en la mirada de Verdugo