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Lorena Fríes, exsubsecretaria de DD.HH.: “Cada vez que una mujer es detenida, la amenaza de la violación aparece”
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Lorena Fríes, exsubsecretaria de DD.HH.: “Cada vez que una mujer es detenida, la amenaza de la violación aparece”

Pedir perdón por parte del Estado es uno de los actos de reparación que propone la actual presidenta de Humanas. Afirma que “a las mujeres cuando se les tortura sexualmente es un mecanismo de control y de disciplinamiento. En el caso de los hombres es una forma de feminizarlo. Es finalmente una forma de decirles ‘tú no tienes poder, estás a mi merced’, a través de los mecanismos que entrega la propia cultura patriarcal”.

Por Daniel Meza

31 de Enero de 2020

Entre 2016 y 2018, la abogada Lorena Fríes ocupó el cargo de subsecretaria de Derechos Humanos. El puesto fue creado durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet y ella fue quien debutó en esta instancia. Previamente, había dirigido el Instituto Nacional de DD.HH. Hoy preside la Corporación Humanas y ha sido crítica de la labor de su sucesora, Lorena Recabarren, en resguardar las garantías fundamentales en la crisis social.

Luce el pelo corto y canoso. Usa lentes y una blusa blanca. Menuda y de voz suave, es categórica en sus conceptos: hay una cultura de violencia hacia la mujer que se replica en los uniformados y que no se ha abordado de forma adecuada.

—Esto se ve en los casos en que las mujeres asumen roles activos, participativos en manifestaciones públicas o en general. Hay un sistema bastante patriarcal en Carabineros respecto de las mujeres y en ese sentido, cuando se salen de ese rol son eventuales víctimas de ese tipo de abuso. Lo que yo he podido constatar de la época en la que estuve en el Instituto y ahora desde esta trinchera, que es una ONG feminista, son fundamentalmente tocaciones, sentadillas que dejan en exposición el ano y la vagina. Ello junto a un constante maltrato verbal, justamente cuestionando a las mujeres por la participación, tratándolas de putas, de que en realidad no tendrían que estar ahí, “vai a ver lo que te pasa” por haber estado en ese contexto.

—¿Eso es lo más común?

—Hay que distinguir dos escenarios. Uno que es en las movilizaciones, que es cuando toman presas a las mujeres; y otro momento es cuando ya están en las comisarías detenidas. Evidentemente en la calle es mucho más visible y por lo tanto allí no es tan brutal. En la calle yo me acuerdo de una manifestación, que debió haber sido el año 2016, fuera de La Moneda, donde las mujeres fueron objeto, mientras se estaban manifestando, de forcejeo con carabineros. Y carabineros las tocó en los senos y vagina. Eso ocurre. Luego, vienen ya los eventos en las comisarías.

A las mujeres cuando se les tortura sexualmente es por un mecanismo de control y de disciplinamiento

—Los informes culpan a la falta de formación de Carabineros en Derechos Humanos.

—Hay una cultura institucional instalada, que no ha variado después de los años ’90 y ningún gobierno hizo esfuerzos por cambiarla. El espacio público ocupado por la gente es visto por carabineros con molestia, como un desorden. Esa es la mirada sobre las movilizaciones, sean pacíficas o no. Por eso siempre terminan con algún tipo de problema. No es sólo un tema de eventos aislados de violencia. Es también la concepción que tiene Carabineros del espacio público y de cómo se usa. Cada tanto tiempo se invitaba a profesores del Instituto a impartir un curso. Nosotros les propusimos no solo clases teóricas sobre Derechos Humanos, sino que también tratáramos de generar un mecanismo de observación práctica, algo que nos permitiera analizar los escenarios que verificaban las otras posibles alternativas a el uso desmedido de la fuerza. Eso no se hizo. Hay una resistencia a que el mundo civil ingrese a Carabineros. El tema de fondo finalmente tiene que ver con el grado de autonomía que tienen en relación al mundo civil.

—¿Cuáles son ahí las responsabilidades políticas?

—Hay harto de eso. Yo fui requerida por haber cuestionado a Carabineros en los últimos años del INDH, porque no había nadie que le bajara línea. Eso no obsta a que la responsabilidad política sigue estando en el Ministerio del Interior, el punto es que no han hecho lo suficiente para avanzar en una mayor subordinación no solo en la ley, sino operativa. Lo mismo pasa con los protocolos, son los propios carabineros quienes los elaboran. A mí me parece que eso no corresponde. El gobierno civil debe tomar las riendas de Carabineros.

—¿Se preveía que en casos de conflicto social las mujeres podrían ser vulneradas sexualmente?

—Ha habido una mayor toma de conciencia. Durante mucho tiempo tampoco hubo contexto de manifestación, salvo los años 2006 y 2011. Creo que eso ha permitido visibilizar ese patrón constante de violencia sexual institucional hacia las mujeres. Por otro lado, no ha habido voluntad política de cambiar el estatus quo de Carabineros.

—¿Por qué cree que no hay voluntad política?

—Porque es un forro meterse con Carabineros. Finalmente, uno de los grandes actos de poder que tiene un gobierno y una de sus obligaciones es promover y generar las condiciones para que la gente viva en paz y segura. Cuestionarlos, cuando tienen un grado de autonomía que no se sabe hasta dónde llega, puede significar lo que ocurrió muchas veces en 2011: rompían vitrinas y no había un carabinero a la redonda. Entonces también hay una presión política, un chantaje político de Carabineros en relación al rol que cumplen. Es el monopolio de la fuerza que ejercen. El punto es que ese monopolio y la fuerza no pueden ser ejercido de manera autónoma al poder civil.

Hay una reproducción brutal de una cultura patriarcal hacia las diversidades sexuales y los géneros

—Una de las cosas que llaman la atención es que en varios casos carabineras también participan en desnudamientos, sentadillas, amenazas de violación, ¿por qué cree que las mujeres de la institución son parte de esta cultura del abuso?

—No necesariamente en ellas hay una conciencia de lo que pasa con otras mujeres. Están dentro de una estructura que es muy jerarquizada, muy patriarcalizada. También son discriminadas al interior de Carabineros y reproducen los estereotipos. Es en esa estructura patriarcal donde ellas en vez de verse identificadas, se desquitan con otras mujeres.

—Los mayores casos de tortura sexual son en la periferia de Santiago. Tres comisarías de la zona sur lideran el número de casos a nivel nacional.

—Carabineros es clasista. Cuando gasean o tiran agua más arriba, es bastante más suave que cuando lo hacen en la periferia. Me imagino que eso también opera en las comisarías respecto de la violencia sexual.

—Las dos primeras semanas, 70 mujeres denunciaron al INDH tortura sexual. Luego en la quincena de noviembre se equipara la cifras de hombres que se querellaron por esos apremios. ¿Por qué cree que los hombres también son torturados sexualmente?

—Son víctimas de tortura sexual, pero por razones distintas. Las mujeres cuando se les tortura sexualmente es por un mecanismo de control y de disciplinamiento. En el caso de los hombres es una forma de feminizarlos. Es decirles “tú no tienes poder, estás a mi merced”, a través de los mecanismos que entrega la propia cultura patriarcal. Tengo la intuición de que lo que va a pasar es que con el tiempo van a emerger los relatos de mujeres violadas. Cada vez que una mujer es detenida la amenaza de violación aparece.

—Llama la atención la cantidad de niños y niñas que han sido víctimas de torturas sexuales.

—Lo que está pasando es que los jóvenes, niñas, niños y adolescentes, están siendo los sospechosos número uno: son los que empezaron saltando los torniquetes del Metro, los que están con el tema de la PSU, los que están con la primera línea. En el fondo, la juventud en este país ha sido clave.

—¿La ciudadanía es consciente de la gravedad de las violaciones a los Derechos Humanos?

—Todavía no. Los medios de comunicación no han visibilizado estas situaciones. Ha sido el INDH y las organizaciones feministas quienes han levantado el tema. Por lo tanto, creo que hay una conciencia sobre las vulneraciones que comete Carabineros a nivel general, pero no necesariamente respecto de las mujeres. Esto se hace para castigar a las mujeres por desobedecer los roles que tradicionalmente se les han asignado.

—¿Cree que en los sectores más precarizados pudo haber estado naturalizada la violencia sexual? Según algunos observadores del INDH debieron convencer a víctimas que los desnudamientos y sentadillas no eran normales.

—Efectivamente, está naturalizado. Eso tiene que ver con la segmentación de este país. Si eso le pasa a alguien que vive de Plaza Dignidad hacia arriba, seguramente va a reclamar, va a denunciar. Pero si esto le pasa de Plaza Dignidad hacia abajo, por poner ese corte, está naturalizado. Eso también tiene que ver con las carencias de educación en derechos humanos.

—¿Qué tipo de violencia conoce hacia la población LGTBI+?

—Según los reportes del INDH, hay un ensañamiento respecto de mujeres lesbianas y hombres gay. Debo decir que en contextos de paz, sin movilización, las mujeres trans han sido siempre víctimas de violencia por parte de carabineros. Eso tampoco ha sido visibilizado. Creo que todas las violencias que hoy día vienen del aparato del Estado tienen que ser reveladas porque se ejercen sobre los cuerpos. Además, se ha violentado a los hombres que para los carabineros tienen una cierta apariencia, entre comillas, gay, sean o no. Hay denuncias de violación que tienen que ver con eso. Si no es así, se les feminiza de esa manera. Hay una reproducción brutal de una cultura patriarcal hacia las diversidades sexuales y los géneros.

—Según los expedientes, tres de los cuatro casos de violación a hombres por carabineros tienen similitudes: los interceptan cuando van caminando solos, los suben a los vehículos policiales y proceden a introducirles, vía anal, bastones o palos de servicio.

—Ni siquiera creo que sea un patrón que se han ido traspasando, sino que más bien la luma es la concepción que hay de la feminización de lo masculino. Eso se logra a través de la penetración anal. Lo más cercano a eso tiene que ver con la luma, que además es el bastón de fuerza de Carabineros.

—¿Qué elementos se necesitan para erradicar la tortura sexual que comete la policía?

—Primero, uno necesitaría a un presidente que se hiciera cargo de las graves violaciones a los derechos humanos que se han cometido. Que determinara que esas graves vulneraciones comprenden la violencia sexual hacia mujeres, hombres y diversidades sexuales. Tendría que pedir perdón por eso. Acto seguido, abrir un espacio para recabar realmente la información de los sucedido, para caminar, de forma efectiva, hacia acciones de justicia y reparación. Esa no es la reparación de los tribunales, es una política de reparación por parte del gobierno. Pero tampoco es una política de reparación estándar: tiene que tener sentido para las personas que hayan sido víctimas de violencia sexual en este contexto.

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