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Marca imborrable: la vida después de perder un ojo

J.R. tiene 17 años y perdió por completo la visión de su ojo derecho tras ser impactado por un perdigón en Plaza Baquedano. Se le diagnosticó estrés agudo y su familia teme por su salud mental.

Por Javier Machuca y Andre Zambra

29 de Noviembre de 2019

Es un día caluroso en la comuna de Providencia. Una brisa entra por la ventana de J.R., donde está sentada Carolina del Valle, su tía. J.R. pasa por el living y saluda, pero no dice ninguna palabra. Se da un par de vueltas y vuelve a su pieza, no sabe que su cuidadora está contando su historia.

El joven de 17 años fue diagnosticado con estrés agudo tras perder por completo la visión de su ojo derecho luego de recibir un perdigón en Plaza Baquedano, situación que tensa a la familia. “No queremos que vuelva a revivir el episodio”, nos explica Carolina, justificando por qué su sobrino no hablará en la entrevista. Cuenta que han tenido que tomar medidas extremas en la casa. Los televisores solo se encienden cuando J.R. está durmiendo, por miedo a que escuchar noticias sobre marchas y violencia lo descompense. “Hemos estado un poco desconectados desde el accidente. Pero la salud de J.R. es más importante”.

La tía del joven conoce el relato de memoria. Lo escuchó cuando J.R. lo contó en el Hospital Salvador y por segunda vez cuando el joven se lo dijo a sus padres. Fue ella quien se encargó de informarle al resto de la familia lo que había sucedido. Dice que se preocupa de entregar la información bien, que no quiere que cataloguen de delincuente a J.R.

El calvario de la familia comenzó el viernes 1 de noviembre. La réplica de la marcha más grande de Chile comenzó a las 17:00 en Plaza Baquedano. J.R. junto a un grupo de cuatro amigos asistieron desde el comienzo. Habían dejado sus uniformes en la casa de uno de los amigos. No alcanzaron a acercarse al centro de la plaza por la gran cantidad de gente que había, por lo que estaban expuestos.

Es angustiante, me acuerdo y me da angustia. No hay nada peor que ver a tu amigo ahí, tirado. Habría preferido ser yo, yo lo merecía más que él.

Según cuenta Carolina, J.R. nunca ha tenido problemas por mala conducta en el colegio. Franco Méndez, amigo del joven, confirma esta información, agregando que J.R. “es la voz de la razón dentro del grupo”. Méndez estuvo con J.R. durante la manifestación y asegura que estuvo en todo momento intranquilo. “Era como que quería estar ahí pero al mismo tiempo no. No tenía miedo pero no se sentía seguro”.

El grupo de escolares cantó junto al resto de los asistentes a la marcha. Saltaban y movían el cartel que habían llevado, el que decía “menos pacos, más pitos”. Según recuerda Méndez, no alcanzaron a divisar a Carabineros antes de que les llegara la primera lacrimógena. “Cayó súper cerca de donde estábamos y ahí con dos cabros nos tapamos la nariz y la boca con pañuelos. J.R. no había llevado el suyo”.

Los jóvenes no se separaron e intentaron seguir saltando pero se hizo imposible cuando llegó el carro lanza agua. Ahí se dispersaron, J.R. corrió con Méndez y otro amigo en dirección a la calle Ramón Carnicer. No alcanzaron a acercarse a la calzada cuando se escuchó el primer disparo. Vino el segundo y J.R. cayó al piso. Méndez junto al tercer amigo lo tomaron entre los brazos y lo movieron a un lugar menos concurrido. Ahí empezaron a hacer señales para que vinieran los de la Cruz Roja. “Es angustiante, me acuerdo y me da angustia. No hay nada peor que ver a tu amigo ahí, tirado. Habría preferido ser yo, yo lo merecía más que él”.

Méndez se quedó hasta que pudieron trasladar a J.R. al hospital. Ahí hizo el relevo con Carolina. “Lloré en cuanto lo vi en la camilla. Uno no se da cuenta de lo fuertes que son estas cosas hasta que le pasa a alguien cercano”. La tía acompañó al joven y estuvo ahí cuando despertó. Según ella, el joven hizo un relato escueto, el mismo que les dio a sus padres cuando estos volvieron de Algarrobo.

“Mi niño no era el más alegre ni el alma de la fiesta, pero era simpático y amable, ahora es como un ente”. Carolina ha acompañado al joven durante sus días de encierro en la casa. Lo deja dormir hasta tarde y leer en la noche, solo un poco para no forzar el ojo que le queda. No puede ocupar su celular ni prender el computador. “No puede hacer nada que lo exponga”.

“Vivir en Chile vale un ojo de la cara”, se puede leer en una pared de la capital. Y es que el caso de J.R. se repite a lo largo del país. Según indica el informe emitido por el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), a raíz de las protestas más de 2.800 personas han resultado heridas. De estas, 232 presentan traumas oculares severos.

Según indicó la Sociedad Chilena de Oftalmología en un reportaje de Mega, más de un 50% de estas lesiones oculares han sido producto de la detonación de perdigones.

Rodrigo Nieto, psiquiatra, explica que el estrés agudo causado por episodios traumáticos puede escalar a un diagnóstico a mediano y largo plazo, como lo es el estrés postraumático.

“Con estas vivencias traumáticas, las personas reforman, dentro de su sistema fisiológico, los sensores emocionales. Entonces cuando hablamos de un estrés agudo, estamos hablando de un choque directo del momento, que puede pasar o escalar, dependiendo de la persona, a trastornos psicológicos más graves”, asegura.

En relación con esto, la Asociación Chilena de Estrés Traumático entregó un comunicado donde advierten de los peligros de esta crisis social y lo que puede causar en la gente.

“Uno de los eventos con mayor potencial traumático es la violencia interpersonal, en especial cuando proviene de los organismos que deberían garantizar la protección de la gente”, expresó la corporación.

Los padres de J.R. quieren llevarlo lo antes posible a un psicólogo, no quieren ver a su hijo perderse en sí mismo. Carolina revela que ha hecho lo posible porque esperen un poco. “No creo que tratarlo de inmediato vaya a ayudar la situación. Primero hay que esperar que se calme el país. J.R. no puede volver a la normalidad si no hay normalidad”.

En esa línea, la asociación aseguró que muchos de estos episodios de violencia por parte de entes que sirven al Estado comprenden un impacto psicológico en la mayoría de las personas. “Esto se debe a que los supuestos básicos de seguridad se ven menoscabados, siendo reemplazados por la inseguridad, el miedo y un sentimiento de indefensión generalizado”.

Pablo Portales, primo de J.R., es quien más ha compartido con él desde la agresión. Dice estar preocupado más del futuro que del presente. “Es obvio que va a estar así después de lo que le pasó. Lo que hay que ver es cómo lo vamos a sacar adelante”. Pablo lo percibe lejano y aislado. A veces lo acompaña a comer en su pieza y le recuerda la infancia que compartieron juntos. “Supongo que así tiene la mente activa, o por lo menos hace como si lo hiciera».

Méndez lo fue a visitar en un par de ocasiones y dice que es como estar con otra persona. “Del grupo yo soy el más cercano. Con el resto es más para adentro pero conmigo sacaba su lado más chistoso. Ahora nada”. Cuenta que cuando lo fue a ver no obtuvo más respuestas que sí, no, no sé y quizás. “Es como si estuviera durmiendo o como si viviera en otro mundo”.

Los padres de J.R. quieren llevarlo lo antes posible a un psicólogo, no quieren ver a su hijo perderse en sí mismo. Carolina revela que ha hecho lo posible porque esperen un poco. “No creo que tratarlo de inmediato vaya a ayudar la situación. Primero hay que esperar que se calme el país. J.R. no puede volver a la normalidad si no hay normalidad”.

J.R. aparece por segunda vez en el living de la casa. Tiene un vaso de jugo en la mano y mira a su tía. Se queda ahí por casi un minuto y después vuelve a perderse por el pasillo. Carolina evita el contacto visual y con los ojos llorosos mira por el ventanal a medio abrir. “Creo que no hay nada más que te pueda decir”.

La familia decidió no presentar ninguna denuncia hasta el momento. Según Carolina Del Valle, J.R. no está en condiciones de hacer público su caso, sobre todo por su estado de salud actual. “No creo que sea adecuado que mi sobrino reviva esta experiencia por ahora. Quizás más adelante hagamos la denuncia, pero ahora no se nos pasa por la cabeza exponerlo a esa presión”, explica la tía.

Este trabajo fue realizado para el curso de «Redacción Digital» dirigido por la profesora Ivonne Toro. Ayudante Sebastián Palma.

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