ary es venezolana, tiene 51 años y hace casi dos que vive en Chile. Es Licenciada en Educación, labor que ejerció por más de 15 años, pero que por falta de documentos no pudo acreditar en nuestro país. Esto puso cuesta arriba su búsqueda de trabajo. Necesitaba el dinero para traer a su esposo desde Venezuela, pero solo obtenía empleos mal pagados e inestables.
Tras semanas de un lado a otro, decidió echar mano a su experiencia y montó una improvisada guardería en el departamento donde vivía con su hija mayor, en la comuna de Estación Central. Un negocio no regulado que mantuvo hasta abril del 2018.
Ubicado en el piso 13 de una de las torres que emergen en la comuna, el departamento de 32 m2 tenía solo una habitación. Ahí recibía a un grupo de cuatro pequeños de entre seis meses y cuatro años de edad, todos venezolanos. Funcionaba de lunes a sábado, entre las 8.30 de la mañana y hasta las 7 de la tarde. Por una mensualidad de $130.000, Mary recibía y cuidaba a cada niño. “Ellos (padres) no iban a dejar a sus hijos en salas cunas porque en esos lugares las cuidadoras son unas irresponsables. Los niños se enferman y se golpean unos con otros. No les dan un trato personal (…) Traían sus almuerzos y si venían por medio día, les daba una merienda. No pasaban hambre”, indica.