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Alejandra Carmona: “Un país sin periodismo es un país sin democracia”
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Alejandra Carmona: “Un país sin periodismo es un país sin democracia”

Conversamos con la periodista responsable de la producción en terreno de It’s Mutilation’: The Police in Chile Are Blinding Protesters, reportaje publicado en The New York Times, galardonado en el World Press Photo y que este 21 de septiembre competirá en la 41° entrega anual de los premios Emmy.

Por Catalina Zúñiga

8 de Septiembre de 2020

Siete días de intenso reporteo dieron vida a It’s Mutilation’: The Police in Chile Are Blinding Protesters (Es mutiliación: La policía chilena está cegando a los manifestantes), producción audiovisual publicada en noviembre de 2019 por The New York Times. El documental digital retrata las historias de las víctimas de la represión llevada a cabo por Carabineros tras el estallido del 18 de octubre y que provocó daño ocular a 460 personas por el impacto de perdigones y balas de goma. 

Su productora en terreno fue la periodista chilena Alejandra Carmona López. Con más de 20 años de trayectoria, es co-autora del libro “El negocio del agua” (2019), académica de la Universidad de Chile y recientemente colaboradora del medio neoyorquino y Vice News. El reportaje de poco más de seis minutos consiguió el primer premio en la categoría Cortos en la décima edición de la categoría Digital Storytelling en el World Press Photo y está nominado a un Emmy, uno de los premios más importantes de la industria audiovisual. 

 

¿Desde un inicio la idea fue hacer una pieza audiovisual sobre las mutilaciones oculares dentro del estallido social?

– No. Estuvimos reporteando como siete días, pero sin parar. De 8 de la mañana a 8 de la noche. Yo manejaba, llevé mi auto, porque era más fácil y más rápido. Y cuando llegó Brent McDonald (realizador en The New York Times) con Miguel Tovar (camarógrafo), el primer acercamiento fue para ver qué se puede hacer. En el fondo, desde dónde se iba a cubrir el estallido. Al principio yo le contaba el contexto a Brent, que es lo que tiene que hacer un fixer o productor en terreno: decirle dónde estamos, cómo se han producido los hechos, qué es lo más importante… lo que uno ve.  Yo creo que como a los dos días la decisión ya estaba tomada, después de ir a la UTO, que es la Unidad de Traumas Oculares del Hospital Salvador. Entramos y era una avalancha, una avalancha de gente. No había nadie en esa sala de espera que no tuviera trauma ocular producto de disparos por perdigones de carabineros. Pero es increíble, te estoy hablando de 20 personas sentadas en una sala de espera. Yo creo que ahí no nos quedó ninguna duda que ese era el tema principal.

¿Cuántos días estuvieron en la Unidad de Tratamiento Ocular del Hospital Salvador y cómo fue esa selección de casos?

– Como tres días. Me acuerdo que el primer día que estuvimos ahí nos impactó porque habían muchos casos. Ese día estuvimos todo el día. Todo el día sentados adentro y afuera. A veces llegaba gente y nos decía: “oye, no pueden estar acá”, “se tienen que correr”, pero igual nos quedamos ahí, en la entrada, en un pasillo. La gente le tiene mucho rencor a los medios de prensa, sobre todo nacionales, entonces cuando nosotros decíamos que éramos de afuera, del New York Times, cambiaba totalmente la percepción. Tenían mucha desconfianza respecto al futuro, respecto a lo que iba a pasar, respecto a las prótesis, a cuánta plata iba a salir de su bolsillo. La gente estaba muy asustada.

 

¿Cómo fue reportear en un contexto en el que las autoridades eran reacias a hablar con la prensa? 

– No nos quisieron atender. Insistimos en el gobierno con todos los encargados de prensa posible, yo mandé todas las cartas del mundo, a Carabineros, a toda la gente que nos pudiera atender del gobierno, le escribimos a todas. Y no una vez, ochenta veces. Y ellos simplemente no nos querían atender, entonces el último día dije, “bueno, tenemos que pillarlos en una pauta nomás”. Entonces los fuimos a buscar a una pauta que era justamente de la Intendencia y era con algunos alcaldes y ahí iba a estar Gonzalo Blumel (entonces ministro del Interior). Y esa era la única forma. Ahí Blumel dice: “Hablen con mi encargada de prensa” y obvio que no nos pescaron. Ellos no querían hablar y creo que fue un gran error. Comunicacionalmente, lo mejor hubiese sido que ellos pudieran dar una respuesta respecto a lo que estaba pasando, pero no le dieron importancia.

Alejandra Carmona López hoy es académica de la Universidad de Chile y colaboradora en The New York Times y Vice News / Foto: Daniela González

¿Qué consideraciones debe tener la investigación en temas de abusos a los derechos humanos? 

– Es la pregunta que se hace todo el mundo y sobre todo los estudiantes: ¿cómo voy donde alguien con trauma ocular?, ¿le vuelvo a preguntar?, ¿lo revictimizo?, ¿cómo hago yo esa entrevista? Y yo creo que ahí el periodista es fundamental. En el fondo, si tú no cuentas esa realidad, no la va a contar nadie. Yo creo que hay que tener sutileza, ser respetuoso. En algunos territorios se quejan de eso, como viene el periodista, “chupa toda la sangre y se va y nosotros quedamos sin nada”. Nosotros teníamos la convicción de que lo que estábamos contando tenía que remecer algunas conciencias o, por lo menos, ser una voz que le contara al mundo respecto a los atropellos de los derechos humanos que estaban ocurriendo en Chile. Esa era una conciencia que por lo menos yo tenía, para no hablar por todo el equipo. 

-Yo consideraba que era importante contar eso y siempre con mucho respeto, siempre preguntándoles muchísimo a ellos hasta dónde querían llegar, qué querían contar, qué querían mostrar. Recuerdo una vez que estábamos caminando por la Alameda y había un niño en silla de ruedas y decía: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, en un cartel. Y cuando ellos nos vieron pasar esa imagen se deshizo y empezaron a saludar a la tele y yo le digo a Brent: “¿Les digo que se pongan como estaban antes?”. “No”, me dice, porque eso sería como un montaje. Y a mí me llamó la atención, porque aquí cualquiera lo podría haber hecho. La cámara en general registra sólo lo verdadero. Lo que la gente quiere contar, lo que nace, no hay nada inventado, nada gatillado por nosotros, salvo las preguntas. Yo creo que desde ese respeto se tienen que contar siempre los temas de derechos humanos y los periodistas no podemos callarnos frente a eso. Tenemos que buscar la forma de contarlo, pero no restarnos de eso por miedo a que vayamos a revictimizar. Tenemos que seguir protocolos, entender cuáles son esos protocolos de respeto a los demás, pero no restarnos, no restarnos nunca. Porque en el fondo nosotros somos guardianes y garantes también de la democracia. O sea, un país sin periodismo es un país sin democracia.

 

¿Qué significa para ti, como periodista chilena, estar mostrando lo que ocurrió en el estallido y que sea tan impactante internacionalmente?

– Tantos días de trabajo a full y que haya un reconocimiento es rico, es bueno, pero no sé si es lo más importante. ¿Sabes qué es lo más importante para mí? Que este premio internacional dice que hay cosas que aquí en Chile no se hicieron, que la prensa nacional dejó de hacer y a mí me gustaría que ese fuera el llamado más importante o que fuese no un llamado, sino que una reflexión. Lo más importante que me deja a mí este premio no es solamente la alegría de estar nominada o recibir un premio tan importante como el World Press Photo o un Emmy, sino que la reflexión es mucho más interna, es como ¿qué estaban haciendo los medios nacionales cuando nosotros estábamos ahí registrando los estallidos oculares? Si eso genera tanto impacto afuera es porque de verdad es impactante. ¿Por qué no lo estábamos contando nosotros aquí adentro?, ¿por qué no lo estaban contando los canales de televisión?, ¿por qué no lo estaban contando los diarios sin parar? Esa es la reflexión más profunda que yo hago, que tiene que ver con el periodismo chileno más que nada.

Registro de una las entrevistas realizadas por el equipo del medio neoyorquino en Santiago.

¿Qué historias en esta línea estás desarrollando o te gustaría seguir investigando? ¿Cuáles son las historias urgentes que hay que contar?

– Creo que hay que empezar por desinflar este país. Yo siempre he vivido en Estación Central, en la Villa Portales. Ahora vivo en Ñuñoa, pero siempre viví en Estación Central. Mi papá todavía vive allá y no he dejado de ir a verlo, con los cuidados necesarios, no he dejado de ir a verlo. Con máscara, con mucho cloro, nos cuidamos harto y de verdad, el hambre, la gente en la calle, nunca paró, nunca se detuvo. Yo cada vez que iba a Estación Central la gente estaba con sus puestos, con sus pañitos vendiendo cosas, porque ese es el país, ese es Chile. Chile es Truman Show, todo el rato. Es como un país ficticio que vive en una escenografía que no es real y yo creo que lo que hay que contar es eso: ¿cómo va a seguir viviendo esa gente?, ¿cómo van a vivir las personas con unas pensiones miserables?, ¿con los precios por las nubes en las que están las cosas?. O sea, es incomprensible que haya subido tanto el costo de la vida.  Yo creo que nos falta harto por contar respecto al país real y eso también está ocurriendo con el estallido y la pandemia. Finalmente la pandemia desnudó las peores desigualdades de Chile, mostró todas las hilachas del sistema económico y los periodistas tenemos que estar ahí, tenemos que contarlo. Dejar de venerar a las autoridades como si fueran, no sé, Ganesha. Nosotros estamos para contar esa realidad y tenemos que poner todo eso al servicio de las personas, para eso estudiamos periodismo. 

 

Parte de la prensa tradicional ha perdido credibilidad en Chile debido a la cobertura del estallido social, ¿qué llamado le harías a las nuevas generaciones de periodistas frente a esta situación?

– Mi principal llamado es que no pierdan el foco de lo que es verdaderamente el periodismo. Yo sé que de repente es fácil “caer en el click” y hacer una nota de un personaje súper fashion, por ejemplo, Naya Fácil de Instagram, pero los periodistas no estamos para eso. Los periodistas estamos para fiscalizar al poder y eso no se nos puede olvidar nunca. Aunque suene cliché. Somos la voz de esas miles de personas que no pueden contar lo que está pasando en sus barrios, lo que viven con el narco, los que mueren en las listas de espera, los que son testigos de licitaciones falsas, truchas. Nosotros estamos para contar todo eso y yo sé que las nuevas generaciones también tienen miedo. Porque en este caos y en esta situación terrible de los medios de comunicación -que es la peor crisis que yo he visto- entiendo que haya un susto respecto a ¿dónde voy a trabajar?, ¿qué voy a decir? Pero yo de verdad creo que los medios no pueden morir, porque si los medios de comunicación mueren, no hay democracia.

 

Fotos gentileza de Alejandra Carmona.

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