La galardonada periodista participó en la última versión de la Cátedra Mujeres y Medios, realizada en la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP. En conversación con Vergara 240, repasa su vínculo con Chile, las claves de su método y la urgencia de poner el foco sobre la población más vulnerable.
Por Nicole Calfiqueo y Benjamín Puentes / Fotos y redes: Francisco González
17 de Marzo de 2023
Los primeros recuerdos de Chile que llegan a la memoria de Andrea Elliott Romero (50) datan de la década del ‘80 y resuenan a cacerolazos. Nacida en Estados Unidos, de padre norteamericano y madre chilena, su primera visita al país la realizó a los 11 años, en plena dictadura militar. Desde ahí, el vínculo con nuestro país se ha mantenido vigente. En 1994, en los primeros años de la transición, regresó como estudiante universitaria. Y esta semana, fue la invitada estelar de la Cátedra Mujeres y Medios UDP, donde junto a la periodista Paula Escobar, repasó las claves de su destacada trayectoria.
Periodista de investigación en The New York Times, el trabajo de Elliot ha sido reconocido con los principales galardones del periodismo internacional, entre ellos, dos premios Pulitzer. El más reciente lo recibió el 2022 gracias a Invisible Child, obra de investigación inmersiva que le tomó 9 años escribir y dio como resultado un libro que retrata la vida de una familia afroamericana sin hogar, a través de los ojos de Dasani, la hija mayor.
Invisible Child se convirtió en un éxito de ventas y escogido “Libro del Año” por el expresidente Barack Obama en 2021. A través de sus más de 400 páginas, la obra recorre las distintas problemáticas que hoy se asocian a la pobreza, en un acercamiento que además profundiza sobre el papel que juega el racismo histórico en la marginación estructural de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
Andrea Elliott y la portada de su libro "Invisible Child"
“Creo que Chile está en un momento que cualquier periodista extranjero debería estar siguiendo y prestando atención a lo que está pasando, porque están tratando de reinventar su contrato social. Eso es algo con lo que en Estados Unidos la gente sueña, con tener una oportunidad así, y es difícil imaginar hacerlo. Entonces me interesa mucho lo que está pasando acá”, dice Elliot, demostrando su permanente atención a los últimos eventos que han marcado la agenda política local.
“Reportajes que son sensacionalistas, reportajes que exageran las condiciones de las personas, indican para mí que el reportero no ha pasado el tiempo que necesita realmente viviendo, documentando, entrevistando y observando la historia que está ocurriendo. Para mí es muy importante invertir el tiempo. Con la inversión de tiempo viene calidad y eso yo creo que es la regla más importante que cualquier reportero debe seguir cuando está entrando a comunidades vulnerables. Es un acto de respeto y de dignidad tomarse realmente el tiempo para aprender la historia de ellos, antes que venir y decir: ‘Ok, esta es la historia que busco, aquí está y yo me voy’. Cuando uno está demasiado apurado salen reportajes que se pueden ver sensacionalistas, es lo que uno debe evitar como reportera”.
“Traté la vida de Dasani con el mismo respeto, atención, foco y energía que le daría a un presidente, porque para mí su vida vale exactamente lo mismo (…). Quería mostrar las etapas de su vida con mucho detalle, desde distintas perspectivas y también reflejar cómo cada etapa de su vida está basada en la historia, en etapas de gobierno, para entender el contexto de su vida. Y eso requiere tiempo, recursos y también mucha fe en el proceso. Cuando un periodista está buscando documentos, especialmente yo que tenía tantos miles y miles de hojas, no se sabe qué se va a ir descubriendo. Siempre estaba buscando sorpresas y encontrando sorpresas, y con cada sorpresa entraba a otra etapa. El libro era sobre la experiencia, primero que nada, de vivir sin casa, pero después otros sistemas entraron al retrato, como el carcelario y de protección infantil. Entonces empecé a ver que [el reportaje] era mucho más grande de lo que yo pensé al principio. Cada vez que hacía un descubrimiento nuevo tenía que parar y decir: ‘¿Cómo cabe esto dentro del retrato?’. Y eso requiere tiempo, requiere foco y mucha paciencia”.
“Sentí cada emoción que uno puede imaginar haciendo este reportaje, entre rabia, sorpresa, tristeza y felicidad. La mayoría del tiempo estaba electrificada, muy presente y feliz de estar en esta historia, porque sabía que era algo importante y me captaba la atención. En general los periodistas evitan hablar de sus emociones, porque estar abierta a tus emociones puede significar que no vas a dar un tratamiento con balance, que no vas a pensar claramente sobre los hechos, que vas a sentir demasiado. Entonces, yo creo que es importante hacer todo esto [tratar el reporteo de manera balanceada], pero al mismo tiempo crear espacio para las emociones, porque ellas te dirigen en términos de cómo escribes, e historias como estas tienen que captar al lector. El lector no va a seguir pasando las páginas si no está metido en la narrativa. El foco de la narrativa es la persona, no somos hechos, no somos documentos, lo que realmente captura a los lectores son las personas. Todo es un balance entre las cosas que uno está investigando y cómo poner esos hechos dentro de una narrativa personal, ese es el desafío”.
Entrevista con Andrea Elliot en la Casa Central UDP
“En Estados Unidos el problema que tenemos es que el gobierno no tiene una red fuerte para la gente pobre, es bien débil la red de seguridad social. La actitud del gobierno de Estados Unidos hacia la gente que vive en la calle es tratar su existencia como un crimen: si está en la calle hay que sacarla, hay que evitar que existan. Esto pasó últimamente en Chile también, que movilizaron a la gente a otras partes, porque si no está a la vista no tienes que pensar más en eso. El problema es que las personas que están en la calle, no son en la mayoría gente sin casas; muchos están en refugios, a muchos les presta el colchón un pariente, entonces muchos están invisibles, no se pueden ver”.
“Los medios ignoran la pobreza. Para la mayoría no es un tema que tiene mucha atención, entonces no sé cuál es la perspectiva más popular. Creo que en Estados Unidos hay una actitud de no querer aceptar que esta gente merece una vida mejor, porque es más cómodo creer eso que mirar bien la ruta del problema, que tiene que ver con programas sociales muy profundos de racismo, de clase, de una red de seguridad. Hay varias cosas que hay que mejorar, pero que el gobierno prefiere ignorar”.
“Es muy difícil medir el impacto de la obra de una periodista. A veces es fácil: Watergate, muy buen ejemplo. También hay otros ejemplos, como cuando salió la serie en The New York Times sobre Dasani, la ciudad cerró los dos peores refugios y mudaron más de 400 niños a lugares mejores. Luego del libro uno quisiera decir: ‘ah, sí, muchas cosas han cambiado’, pero es difícil saber (…). Ojalá que resulten cambios, pero pueden ser en diez años más. Ya estoy hablando con gente que leyó el libro y dice ‘quiero cambiar mi carrera por este libro’, ‘ya no quiero ser esto, quiero estudiar leyes para luchar por derechos’… vamos a ver si esa persona a lo mejor puede impactar al mundo en cinco años más por mi libro, es un sueño. Pero yo no hago esto solamente para ganar premios o ver resultados. Yo me siento más feliz y más viva cuando estoy en el proceso de reportear y escribir, no después de que sale. Es el proceso, es la búsqueda de información y el encuentro entre la periodista y la historia la razón por la cual hago esto”.
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