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El ojo quebrado de una fotógrafa rebelde
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El ojo quebrado de una fotógrafa rebelde

Nicole Kramm (30) es una de las 460 personas que sufrió un trauma ocular en medio del estallido social. Es reportera gráfica y su herramienta de trabajo se vio dañada para siempre. Su historia está llena de dificultades, pero también de pasión por los movimientos sociales e indignación frente a las injusticias, las cuales retrata a través de su cámara.

Por Gonzalo Mendoza

4 de Enero de 2021

La noche del 31 de diciembre del año 2019, Nicole Kramm Caifal, fotógrafa documental, estaba cenando junto a sus compañeros de trabajo Fabián Vargas, Cristián Vargas, Matías Pinto y Daniel Barahona en el departamento de este último. El plan era ir luego a celebrar y documentar las festividades de año nuevo en Plaza Italia, ahora llamada por los manifestantes como “Plaza de la Dignidad”.

A las 11 de la noche salieron los cinco del hogar de Barahona, ubicado a pocas cuadras de la plaza, en calle Guayaquil. Diez minutos más tarde, caminaban por la vereda sur de la Alameda y al pasar por el monumento a los mártires de Carabineros, Kramm divisó a un grupo de uniformados apostados tras una palmera. Según ella, el uniforme los hacía mimetizarse con la vegetación, pero aun así logró divisar a uno de los sujetos con una resortera en la mano. Nicole y sus compañeros apuraron el paso para salir del sector mientras sentían cómo pequeños proyectiles rebotaban a su alrededor.

De un momento a otro, Nicole Kramm se desplomó: un objeto había impactado en su rostro. Karla Riveros, también fotógrafa, relata que al momento de llegar los rescatistas al lugar, Kramm continuaba escuchando los impactos de objetos en sus escudos y en las mochilas de sus compañeros, mientras la atendían en el suelo. Riveros recuerda que “cuando le pusieron el parche acá (se tapa el ojo izquierdo), ahí ella recién entendió que le habían cagado un ojo”.

“Estudia, para que seai libre”

Nicole Kramm nació en Santiago el 13 de febrero de 1990. Es hija de Juana Caifal y Marcelo Kramm, ella estilista de oficio y él técnico en comunicaciones. Juana tuvo a sus dos hijas siendo aún una adolescente: a los 16 nació Katherine, quien tiene síndrome de Down, y un año después llegó Nicole.

Nicole recuerda una infancia humilde pero alegre en la comuna de San Ramón. A su padre lo veía muy poco, ya que solo podían estar juntos los domingos, que era su día libre. Sus momentos más memorables son de cuando viajaba a Lumaco —en la región de la Araucanía— junto a sus primos en el verano, para visitar a su abuela materna. Incluso en los días de intensa lluvia podían embarrarse y jugar en el exterior sin que nadie los retara.

La situación económica de su familia empeoró en 1997. Incluso pasaron por embargos y a los 8 años Nicole tuvo que comenzar a trabajar en las ferias de San Ramón vendiendo ropa.

En 2001, con 11 años, comenzó a trabajar de empaquetadora junto a sus primos en un centro comercial dentro del “barrio chino” de la comuna de Lo Espejo. Pero ello no impidió que estudiara. Desde kinder hasta 8vo básico estuvo en el Liceo Palestino de la comuna de La Cisterna y su madre le exigía constantemente. Ella la alentaba para “no vivir lo mismo que ella”, quería que fuera independiente, con profesión, recuerda Nicole. “Por favor estudia, estudia, para que seai libre”, le decía su madre.

Así fue como con 14 años ingresó al Liceo Ciencia y Tecnología de La Cisterna, en el cual tomó la especialidad de analista química. Motivada por su madre, escogió el colegio para salir lo más preparada al egresar. “Mi mamá tenía esa mente de estudia algo técnico para que tengai un piso para cuando salgai de cuarto”, recuerda Kramm. Pese a la preocupación, tendía a discutir mucho con su madre por la exigencia que ponía sobre ella para estudiar. Estando en primero medio, un día decidió abandonar su hogar. Tras este quiebre, Nicole pudo reconciliarse con su madre. “Ya, sabís que hace tu vida, si te cuido es porque te amo y porque quiero que seas alguien en la vida”, recuerda que le dijo su mamá. Durante la revolución pingüina de 2006, ella haría uso de esta nueva libertad.

Kramm cuenta que en su hogar nunca se habló de política, pero con 16 años ya comenzaba a sensibilizarse con respecto a su entorno. “Empecé a cachar, pero nunca como revolucionaria, sino que ahí empecé a darme cuenta de que el sistema estaba desigual, que no estaba bien, que había educación de mercado y todo el tema”, recuerda. Pero cuando quiso participar de una de las tomas de su liceo tuvo que enfrentar a su madre nuevamente.

–No, no vas a ir.

–Es que voy a ir igual.

Fue a la toma de su liceo de todas formas y conoció lo que eran las manifestaciones territoriales y el movimiento político estudiantil. “Me encantó”, asevera Kramm. Fue en una manifestación en la Alameda cuando tuvo su primera experiencia con la represión policial y los gases lacrimógenos, pero a diferencia de lo que haría durante el resto de su vida, esa vez el miedo la hizo retirarse del peligro. Con 17 años, comenzó a leer más sobre política, anarquismo, lucha de clases. En ese entonces, comenzaron las discusiones con su padre. “Mis papás eran como bien facho pobre”, recuerda ella. Su madre defendía la dictadura de Pinochet y su padre era de familia de militares.

Además, a los 18 años comenzaría su camino al veganismo. “No puedo coartar la libertad de un ser si yo lucho por mi libertad”, argumenta. Uno de sus mejores amigos, Eduardo Constanzo, recuerda que dentro de las acciones políticas que realizaría Nicole estaría la lucha por la libertad animal: se manifestaba afuera de los zoológicos.

De la química a la fotografía

Una vez que salió del liceo, hizo su práctica de analista química en laboratorios Viamed. Continuó trabajando ahí después, pero decidió renunciar a los pocos meses por un descontento con los sueldos. Luego trabajó en tiendas de retail, hasta que en 2009 decidió entrar a Ingeniería Química en la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM). Nicole encontró “elitista” la carrera y decidió cambiarse a Química Industrial. Gracias a la beca Bicentenario, su segunda carrera la pudo estudiar sin costos.

A Nicole le gustaba viajar. El año 2014 decidió junto a una amiga llegar hasta Ecuador mochileando y en el trayecto comenzó a interesarse por la fotografía y las comunicaciones. Junto con una pequeña cámara GoPro, registraba videoblogs a medida que avanzaba por los países latinoamericanos. “Como que me conocí en realidad. Me di cuenta de que el viaje me hacía muy feliz, de que la comunicación y todo lo que era visual me gustaba caleta”, recuerda ella. Pero al llegar en marzo a estudiar nuevamente, todo era distinto. Su carrera química parecía no gustarle más.

Estando en clases, pasó semanas en las que se cuestionó un posible abandono, entre otras cosas, por el incierto futuro económico de estudiar una carrera de la comunicación En esos tiempos habló con un profesor sobre su desencanto con la carrera y él le respondió “hija, usted tiene toda una vida por delante”. En julio de 2014 presentaría su renuncia a la UTEM.

Nicole conoció a Eduardo Constanzo en un viaje que realizó a Chiloé. Tras discutir con su grupo de viaje, decidió emprender el camino a Santiago junto con él. Aún estudiando química, se hicieron muy cercanos y para el año 2014 Nicole le propondría iniciar una carrera juntos en el Instituto profesional Alpes: Ella, Fotografía y él, Diseño. Además, en modalidad vespertina, Kramm comenzaría en paralelo su carrera de Cine en la Academia de Humanismo Cristiano.

Constanzo se encontraba viviendo en Isla de Pascua cuando Kramm se contactó con él. “Acá hay ilustración y yo sé que a ti te gusta dibujar y el tatuaje, te deberías meter conmigo, así estudiamos juntos al mismo tiempo”, recuerda Constanzo que le comentó ella. El mensaje motivó tanto a Eduardo que decidió volver al continente a iniciar una nueva carrera junto a Nicole. Vivían juntos y asistían a la misma casona en las cercanías de metro República.

“A medida que íbamos estudiando nos íbamos dando cuenta, porque Nico igual ya había desarrollado ciertos temas, tenía conocimientos previos”, recuerda Francisco Rifo, excompañero de Universidad de Kramm. Según cuenta Nicole, al presentar las fotografías como book ante la escuela Alpes le alababan sus fotos, pero ella, con poca experiencia en el uso de las cámaras, respondía: “oye son todas en automático, sí po’”. Sus compañeros se sorprendían de que no supiera usar la cámara y tomara tan buenas fotos.

Antes de entrar a estudiar, Nicole ya había comenzado a relacionarse con la fotografía al retratar los carteles en las protestas a las que iba. “Sentía que marchando era tan poco lo que hacía que empecé a sacarle fotos a los letreros”, recuerda. De este modo se acercó a un colectivo llamado Frente Fotográfico, en el cual podía aportar con material audiovisual, imágenes o texto sobre las manifestaciones que asistía. En él se mantuvo hasta 2017, ya que según cuenta Riffo, las publicaciones se hacían de forma anónima, pero al ser la única mujer del colectivo se sentía discriminada. “Ahí tuve atados, nunca valoraban mi pega, me trataban mal, era la única mujer de 10 personas”, recuerda Nicole.

Un año antes, en 2016, ganó su primer reconocimiento internacional en el Concurso Latinoamericano de Fotografía Documental “Los Trabajos y los Días”, cuando cubrió manifestaciones en Chiloé por un conflicto con las salmoneras del sector. El premio fue difundido por muchos medios, como La Tercera, que le dedicó una nota: “Con imágenes sobre el conflicto en Chiloé, fotógrafa chilena gana certamen internacional”.

Pero la experiencia que adquiría Nicole no fue reconocida por la universidad, donde no le prestaron apoyo para recibir el premio en el extranjero. Dentro de la universidad, si bien tenía buena relación con los profesores, uno en particular solía ser muy exigente con Nicole e incluso Riffo asegura que tenía actitudes machistas con ella: “Todos lo notábamos, él le exigía más que al resto. Mostrábamos en cada clase nuestras fotografías de lo que hacíamos y él siempre la criticaba, le decía no tienes que hacer esto. La quería como dirigir por un ámbito, pero no era el que la Nico quería fotográficamente”.

Fue en el año 2016 cuando se unió al colectivo fotográfico Kintu y a Cooperativa Fotógrafas, donde pudo tener la experiencia de trabajar con más mujeres de la misma profesión.

Doble impacto

En enero de 2019 contactaron a Nicole para participar de la cobertura internacional del conflicto entre EE.UU y Venezuela. Viajó por encargo de las agencias Redfish, de Alemania, y Anadolu, de Estados Unidos. Pero el 23 de febrero tuvo que dejar de trabajar abruptamente. En un video publicado por el medio ruso RT, se mostraba cómo Nicole grababa a los militares venezolanos y manifestantes a las puertas de Cúcuta, en el puente Simón Bolívar. Unos segundos después de iniciado el video, se escucha un estruendo y se ve a gente corriendo hacia la entrada de Colombia. Un segundo más tarde, Kramm gira la cámara en dirección hacia Venezuela y se ve como una tanqueta la impacta dejándola en el suelo. “¡Ah, conchetumadre! ¡Me atropellaron, me atropellaron!”, se escucha que grita en el video. El vehículo había sido utilizado por desertores militares de las tropas venezolanas, quienes avanzaron por el puente dejando a decenas de personas heridas (ver video).

Según relata Nicole, el gobierno venezolano, para evitar que iniciara acciones legales, le brindó todos los tratamientos médicos. En junio, ya recuperada, volvió a Chile.

El 18 de octubre nuevamente estaría en las calles retratando las manifestaciones secundarias por el alza del metro en la estación intermodal de La Cisterna. “Yo empecé a grabar cuando destruyeron los torniquetes, pero grabé cuando ya bajé (a la estación) y estaba toda la cagá. Los pacos ya estaban reprimiendo, había cabros con heridas, se estaban enfrentado ideológicamente con los pacos”. Recuerda cuando más allá de los destrozos, los manifestantes increpaban a las fuerzas de orden. Ese día Nicole sintió miedo.

A medida que pasaron los días, pudo participar de diversas manifestaciones en las cuales se encontró con su amigo Eduardo Constanzo y con su compañera Karla Riveros, del canal Señal 3 La Victoria. Eduardo cuenta respecto a esos días: “Yo me había juntado con ella en un par de protestas, pero la Nicole es bien aperrá, ¿cachai? Se mete donde yo no me metería. Entonces, como que yo le digo yo llego acá nomás”.

Por su parte, Riveros se topó con Nicole en una de las manifestaciones feministas, mientras realizaban una ronda alrededor de la estatua del general Baquedano. Ella grababa hacia la estatua cuando sin darse cuenta chocó con Nicole. Se dijeron “¡oh, hermana!” y se abrazaron. Riveros cuenta que el trabajo de las y los fotógrafos es solitario, por lo que no se toparon con mayor constancia durante el Estallido. No sería sino hasta la madrugada de año nuevo que, en un grupo de WhatsApp, se enteraría de que a Nicole la habían herido mientras caminaba hacía Plaza Italia a celebrar.

Con un short negro y una polera corta floreada yacía Nicole tendida en el suelo en las inmediaciones del Centro Cultural Gabriela Mistral, su ojo sangraba y, según ella contó más tarde en la denuncia realizada a la PDI, perdió el 90% de visión de su ojo izquierdo; su herramienta de trabajo con daño irreversible.

Más allá de las indicaciones médicas, Riveros comenta que Kramm comenzó tratamientos y terapias naturales con el fin de mejorar su lesión. En cuanto a acciones legales, levantó una querella junto a la Comisión Chilena de DDHH y que está siendo patrocinada por la Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular y la Academia de Humanismo Cristiano, según informa una nota de Revista Mujer. Aun así, Nicole trabaja hoy con algo de normalidad y volvió a cubrir manifestaciones y eventos como víctima y realizadora. Riveros concluye: “El único crimen, entre comillas, que ellos (Carabineros) consideran que es un crimen, es tener nuestras cámaras a disposición de la gente”.

 


 

* Este trabajo fue hecho en el curso de Crónicas y Perfiles que dictó la profesora Paula Escobar durante el segundo semestre de 2020.

 

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