“Como corría de un lado para otro, estaba muy nerviosa y muchas veces le costaba ir a todas las clases porque como vivía en un sector que no tenía buena locomoción, le era más complicado llegar. Una vez le pregunté si le pasaba algo, por el gesto que hacía”, señala Pamela.
Luz Vidal se retiró de la carrera debido a una úlcera gástrica en 1997.
La trabajadora puertas adentro
Tras realizar diferentes trabajos en la zona, tomó la decisión de migrar hacia la capital, con la esperanza de generar más dinero del que podría hacerlo en su tierra natal. Lo hizo por medio de una agencia dedicada a contactar a mujeres del sur de Chile para que ejercieran de trabajadoras de hogar en Santiago. Al llegar, sin conocer a nadie, comenzó a trabajar como asesora de casa particular puertas adentro.
El primer trabajo que tuvo fue en la casa de un ministro de la Corte Suprema cuyo nombre prefiere no revelar. Era un matrimonio mayor y sin hijos.
Cuando llegó no sabía cocinar “ni siquiera una cazuela”, recuerda. Allí aprendió no solamente las labores que se le exigían a una asesora del hogar puertas adentro en Santiago, que distaban mucho de sus labores de campo, sino que tanto el juez como su esposa fueron quienes la empoderaron al comentarle sobre los derechos que tenían las personas que ejercían su rubro.
“Sobre todo con la esposa del ministro aprendí mucho, me volvieron una persona un poco más consciente de mis derechos laborales”, añade Luz.
A los dos años, debido a la búsqueda de mejores pretensiones salariales, comenzó a trabajar en distintos hogares. Tuvo varios empleos, sin embargo, una situación en particular la puso en conocimiento de la existencia del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sintracap).
Durante el 2008, Luz Vidal se encontraba trabajando puertas adentro en un domicilio ubicado en la comuna de Las Condes, en la casa de un matrimonio de médicos. Realizando sus labores, un día sufrió un accidente laboral. Una caída desde las altas escaleras le provocó el dislocamiento de su hombro derecho.
“Los empleadores, pese a ser médicos, no me permitieron salir a recibir atención. Me dijeron que tenía que esperar hasta el día jueves, que era el día en el que yo tenía libre unas cuantas horas, porque antes que eso no podía dejar la casa sola. Y yo me disloqué el hombro un día lunes”, relata.
Quienes se dieron cuenta de esta situación fueron dos compañeras que trabajaban en las casas aledañas. El miércoles de esa misma semana, se percataron de que algo le había sucedido debido a la dificultad que mostraba al sostener la escoba cuando salía a barrer las hojas de la calle. Sus colegas le preguntaron qué le había ocurrido, a lo que respondió que se había caído, pero que sus empleadores no le permitían ir al médico.
“Es un poco lo que viven todas mis compañeras. Para los empleadores, si sales te vas. Ahora en pandemia es lo mismo. Si sales te vas. Hay muchísimo abuso a las trabajadoras de casa particular, más aún cuando ellas no conocen sus derechos, no saben cómo defenderse”, comenta Luz.
Las colegas de las casas vecinas le dijeron que sus empleadores estaban incumpliendo la ley al obligarla a trabajar en esas condiciones, por lo que le dieron la dirección de Sintracap. De todas formas, tuvo que esperar hasta el jueves para poder acudir a un centro médico, en el cual consiguieron volver a colocar su hombro en su lugar, se le inmovilizó con un cabestrillo y le recetaron reposo.
Al volver a su lugar de trabajo, sus empleadores le dijeron que pasara su licencia con ellos, en el domicilio. Sin embargo, Luz señala que a los pocos días se le solicitó que planchara camisas solo con una mano.
Tras eso, acudió a la dirección del sindicato.
Allí la asesoraron sobre sus derechos, le mostraron la normativa, le comentaron que no debía hacer efectiva su licencia médica en su lugar de trabajo y que si no tenía domicilio podía incluso pasar su licencia dentro del mismo sindicato. Cuando volvió y puso a sus empleadores en conocimiento de la normativa, comenzó a tener más roces con ellos.
Al mismo tiempo, el padre de Luz se encontraba aquejado por problemas de salud en la comuna de Padre de Las Casas, lo junto a la experiencia sufrida con sus empleadores, la motivaron a volver a su tierra natal.
La cooperativista
Durante el tiempo en que volvió para cuidar a su padre, Luz formó parte de la Cooperativa Folil Araucanía. Estaba conformada por un grupo de mujeres mapuche que buscaban consolidar sus actividades comerciales artesanales, vendiendo sus productos en un local de la misma cooperativa ubicado en el Portal Temuco, en Avenida Alemania. Luz Vidal conocía el trabajo en tejido y confección en cuero, por lo que vio en este grupo un espacio para ofrecer sus productos y, de paso, conocer a otras mujeres del rubro.
“Siempre fue muy entradora, por eso cuando llegó a la cooperativa y comenzó a trabajar le iba muy bien. Si bien había algunas que éramos más quedadas, ella siempre hablaba mucho para vender sus productos”, señala Gloria Peralta, integrante de la cooperativa hasta la fecha.
Desde un comienzo, Luz se posicionó como una líder dentro del grupo compuesto por 19 mujeres. Intentó comprometer más a algunas compañeras que, según Peralta, se tomaban las cosas con más calma, lo que comenzó a generar roces.
“Ella las incentivaba para que exigieran mejoras, cosa con la cual no estaban todas de acuerdo”, recuerda Gloria.
Durante este tiempo, Luz Vidal mantuvo el contacto con diferentes compañeras de Sintracap y estaba al tanto de las mejoras alcanzadas por los esfuerzos de las representantes del gremio, como la Ley 20.786 (que reduce la jornada laboral de las trabajadoras de casa particular de 72 a 45 horas), felicitando vía telefónica a sus compañeras.
Al poco tiempo de fallecer su padre, abandonó la cooperativa y decidió volver a Santiago.
La presidenta
A su regreso, nuevamente comenzó a ejercer como trabajadora de casa particular puertas adentro. Sin embargo, ya no era la misma que había llegado la primera vez a Santiago.
Por motivos relativamente azarosos, Luz Vidal terminó al frente del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular Metropolitano.
Ruth Olate, quien presidió el Sintracap durante once años, debió abandonar el cargo el año 2019, aquejada de un cáncer. De esta forma, comenzaron las gestiones para elegir a una nueva presidenta. Tras una deliberación se acordó presentar a una candidata, que en última instancia dudó en asumir al cargo.
Debido a esto, y con la aprobación de sus demás colegas, Luz se presentó para la candidatura y quedó a la cabeza del sindicato, comenzando sus labores en marzo del presente año. Ha debido lidiar principalmente con los despidos dada la situación actual de pandemia.
“Lo sentí como un desafío, pero también como una responsabilidad grande. Más que nerviosa, sabía todo el trabajo que había que hacer. Ruth Olate estuvo 11 años en el cargo. Yo tenía mucho que aprender y reorganizar”, señala Luz.