Feminista y mapuche, esta es la historia de Luz Vidal (45), candidata a la Convención Constitucional, que tras un accidente laboral tomó conciencia de sus derechos y se empoderó.
Por Diego Ríos
17 de Diciembre de 2020
Luz Pascala Vidal Huiriqueo, la menor de las mujeres entre 11 hermanos, recorría a pie un poco más de dos kilómetros para llegar a una pequeña escuela rural ubicada en la lluviosa y fría comuna de Padre de las Casas, en la región de la Araucanía. Vivió toda su infancia en la comunidad mapuche Curruhuinca. Su padre, propietario de poco más de cuarenta hectáreas gracias a la reforma agraria, poseía allí una producción agrícola y ganadera.
De esos años, Luz recuerda cómo su hermano Juan Carlos Fábrega, adoptado tras ser encontrado abandonado en una escuela, jugaba a trenzar su cabellera. “Yo creo que le llamaba la atención mi pelo negro, grueso y crespo. Él no hablaba mucho, era una especie de niño salvaje. Siempre tuvo problemas de habla debido a esto. Es el único de mis hermanos blanco de ojos celestes, entre todos que somos de piel morena, gente mapuche”, señala.
Luz Vidal es la bebé de la foto, junto a algunos de sus 10 hermanos
Su madre intentó inculcarle las labores que, se supone, debían realizar las mujeres para ser dueñas de casa: lavar, bordar y tejer. A su vez, se esperaba que ella atendiera a sus hermanos hombres. Sin embargo, desde muy pequeña Luz se mostró rebelde frente a estas imposiciones.
“Cuando mis hermanos me decían ordéname los calcetines. Yo les decía: cuenta tus dedos. Para ordenar tus calcetines necesitai’ los mismos dedos que yo tengo. No pienso hacerlo”, dice agitando sus manos, mientras las pulseras bailan en torno a sus muñecas.
Lleva sus uñas pintadas y sus mejillas sostienen sus lentes cada vez que sonríe. Luz recuerda, intentando contener las risas, que, ante su resistencia, su madre siempre intercedía en su defensa.
Si bien se reconoce orgullosa mapuche (tiene una gran bandera del Consejo de Todas Las Tierras colgada en la pared de su escritorio en su oficina del sindicato), recuerda que sus padres nunca hablaron en mapudungun para dirigirse a sus hijos. Cree que querían ahorrarles lo que sufrieron ellos, sobre todo su padre, al ser educados en colegios católicos, donde no les era permitido hablar en la lengua.
Pese a los esfuerzos de su padre, Luz Vidal sería testigo y víctima de la discriminación que sufría la gente de la tierra, cuando se cambió de su escuela al Liceo A-28 —hoy en día Liceo Pablo Neruda —, ubicado en el corazón de Temuco.
Recuerda que una compañera mapuche, que vivía con su abuela y era hija de una trabajadora de casa particular que se había ido a trabajar a Santiago, era víctima de abusos y acoso debido a sus raíces, por parte de sus compañeros chilenos.
“Se burlaban de ella por sus trenzas, porque su abuela se vestía con la vestimenta tradicional mapuche”, dice Luz Vidal.
Si bien aclara que frente esta situación, nunca intercedía, añade que un día simplemente no aguantó más y decidió encarar a una compañera que emitía las burlas.
—Un día a mí se me paró la pluma y me tiré a golpes
Luz recuerda que el profesor las tuvo que separar.
En 1994, al terminar la enseñanza media, Luz Vidal se inscribió en la carrera de Pedagogía en Historia, en la Universidad de la Frontera. Durante este tiempo tuvo que compatibilizar sus estudios con las responsabilidades que tenía en el campo con su familia.
Pamela Cayupil, compañera de carrera, recuerda que en ocasiones Luz no podía asistir a clases porque se encontraba comprando animales en el mercado de Temuco para poder llevar luego a su casa.
En aquella generación, varios estudiantes venían de zonas rurales y no contaban con mucho dinero para costear sus estudios, por lo que debían realizar diferentes trabajos para poder pagar los aranceles. Luz Vidal estaba dentro de este grupo.
En las fiestas universitarias, Luz siempre se preocupaba de sus compañeros que habían bebido de más. Aunque según Pamela no se la veía muy seguido en fiestas, en alguna ocasión gestionó que la fiesta de fin de año de su facultad se llevara a cabo un recinto de la comunidad en que ella vivía.
Pese a que Luz intentaba ser constante con sus estudios, poco a poco comenzó a hacerse más complicado debido al trabajo que, al mismo tiempo, le demandaba el campo. Pamela recuerda que durante el último año notaba cómo se hacía más habitual en Luz el gesto de llevarse la mano al estómago.
Luz Vidal a los 19 años haciendo labores de esquila
“Como corría de un lado para otro, estaba muy nerviosa y muchas veces le costaba ir a todas las clases porque como vivía en un sector que no tenía buena locomoción, le era más complicado llegar. Una vez le pregunté si le pasaba algo, por el gesto que hacía”, señala Pamela.
Luz Vidal se retiró de la carrera debido a una úlcera gástrica en 1997.
Tras realizar diferentes trabajos en la zona, tomó la decisión de migrar hacia la capital, con la esperanza de generar más dinero del que podría hacerlo en su tierra natal. Lo hizo por medio de una agencia dedicada a contactar a mujeres del sur de Chile para que ejercieran de trabajadoras de hogar en Santiago. Al llegar, sin conocer a nadie, comenzó a trabajar como asesora de casa particular puertas adentro.
El primer trabajo que tuvo fue en la casa de un ministro de la Corte Suprema cuyo nombre prefiere no revelar. Era un matrimonio mayor y sin hijos.
Cuando llegó no sabía cocinar “ni siquiera una cazuela”, recuerda. Allí aprendió no solamente las labores que se le exigían a una asesora del hogar puertas adentro en Santiago, que distaban mucho de sus labores de campo, sino que tanto el juez como su esposa fueron quienes la empoderaron al comentarle sobre los derechos que tenían las personas que ejercían su rubro.
“Sobre todo con la esposa del ministro aprendí mucho, me volvieron una persona un poco más consciente de mis derechos laborales”, añade Luz.
A los dos años, debido a la búsqueda de mejores pretensiones salariales, comenzó a trabajar en distintos hogares. Tuvo varios empleos, sin embargo, una situación en particular la puso en conocimiento de la existencia del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sintracap).
Durante el 2008, Luz Vidal se encontraba trabajando puertas adentro en un domicilio ubicado en la comuna de Las Condes, en la casa de un matrimonio de médicos. Realizando sus labores, un día sufrió un accidente laboral. Una caída desde las altas escaleras le provocó el dislocamiento de su hombro derecho.
“Los empleadores, pese a ser médicos, no me permitieron salir a recibir atención. Me dijeron que tenía que esperar hasta el día jueves, que era el día en el que yo tenía libre unas cuantas horas, porque antes que eso no podía dejar la casa sola. Y yo me disloqué el hombro un día lunes”, relata.
Quienes se dieron cuenta de esta situación fueron dos compañeras que trabajaban en las casas aledañas. El miércoles de esa misma semana, se percataron de que algo le había sucedido debido a la dificultad que mostraba al sostener la escoba cuando salía a barrer las hojas de la calle. Sus colegas le preguntaron qué le había ocurrido, a lo que respondió que se había caído, pero que sus empleadores no le permitían ir al médico.
“Es un poco lo que viven todas mis compañeras. Para los empleadores, si sales te vas. Ahora en pandemia es lo mismo. Si sales te vas. Hay muchísimo abuso a las trabajadoras de casa particular, más aún cuando ellas no conocen sus derechos, no saben cómo defenderse”, comenta Luz.
Las colegas de las casas vecinas le dijeron que sus empleadores estaban incumpliendo la ley al obligarla a trabajar en esas condiciones, por lo que le dieron la dirección de Sintracap. De todas formas, tuvo que esperar hasta el jueves para poder acudir a un centro médico, en el cual consiguieron volver a colocar su hombro en su lugar, se le inmovilizó con un cabestrillo y le recetaron reposo.
Al volver a su lugar de trabajo, sus empleadores le dijeron que pasara su licencia con ellos, en el domicilio. Sin embargo, Luz señala que a los pocos días se le solicitó que planchara camisas solo con una mano.
Tras eso, acudió a la dirección del sindicato.
Allí la asesoraron sobre sus derechos, le mostraron la normativa, le comentaron que no debía hacer efectiva su licencia médica en su lugar de trabajo y que si no tenía domicilio podía incluso pasar su licencia dentro del mismo sindicato. Cuando volvió y puso a sus empleadores en conocimiento de la normativa, comenzó a tener más roces con ellos.
Al mismo tiempo, el padre de Luz se encontraba aquejado por problemas de salud en la comuna de Padre de Las Casas, lo junto a la experiencia sufrida con sus empleadores, la motivaron a volver a su tierra natal.
Durante el tiempo en que volvió para cuidar a su padre, Luz formó parte de la Cooperativa Folil Araucanía. Estaba conformada por un grupo de mujeres mapuche que buscaban consolidar sus actividades comerciales artesanales, vendiendo sus productos en un local de la misma cooperativa ubicado en el Portal Temuco, en Avenida Alemania. Luz Vidal conocía el trabajo en tejido y confección en cuero, por lo que vio en este grupo un espacio para ofrecer sus productos y, de paso, conocer a otras mujeres del rubro.
“Siempre fue muy entradora, por eso cuando llegó a la cooperativa y comenzó a trabajar le iba muy bien. Si bien había algunas que éramos más quedadas, ella siempre hablaba mucho para vender sus productos”, señala Gloria Peralta, integrante de la cooperativa hasta la fecha.
Desde un comienzo, Luz se posicionó como una líder dentro del grupo compuesto por 19 mujeres. Intentó comprometer más a algunas compañeras que, según Peralta, se tomaban las cosas con más calma, lo que comenzó a generar roces.
“Ella las incentivaba para que exigieran mejoras, cosa con la cual no estaban todas de acuerdo”, recuerda Gloria.
Durante este tiempo, Luz Vidal mantuvo el contacto con diferentes compañeras de Sintracap y estaba al tanto de las mejoras alcanzadas por los esfuerzos de las representantes del gremio, como la Ley 20.786 (que reduce la jornada laboral de las trabajadoras de casa particular de 72 a 45 horas), felicitando vía telefónica a sus compañeras.
Al poco tiempo de fallecer su padre, abandonó la cooperativa y decidió volver a Santiago.
A su regreso, nuevamente comenzó a ejercer como trabajadora de casa particular puertas adentro. Sin embargo, ya no era la misma que había llegado la primera vez a Santiago.
Por motivos relativamente azarosos, Luz Vidal terminó al frente del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular Metropolitano.
Ruth Olate, quien presidió el Sintracap durante once años, debió abandonar el cargo el año 2019, aquejada de un cáncer. De esta forma, comenzaron las gestiones para elegir a una nueva presidenta. Tras una deliberación se acordó presentar a una candidata, que en última instancia dudó en asumir al cargo.
Debido a esto, y con la aprobación de sus demás colegas, Luz se presentó para la candidatura y quedó a la cabeza del sindicato, comenzando sus labores en marzo del presente año. Ha debido lidiar principalmente con los despidos dada la situación actual de pandemia.
“Lo sentí como un desafío, pero también como una responsabilidad grande. Más que nerviosa, sabía todo el trabajo que había que hacer. Ruth Olate estuvo 11 años en el cargo. Yo tenía mucho que aprender y reorganizar”, señala Luz.
Luz Vidal en su oficina de Sintracap (Foto: CNN Chile)
La primera intervención urbana con Vidal como presidenta sindical terminó en una anécdota histórica.
Para el Primero de Mayo, junto a María Cotal, secretaria del Sindicato Metropolitano y a la vez presidenta de la Federación Nacional del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, realizaron una convocatoria para manifestarse debido a la cantidad de despidos producto de la pandemia.
La noche anterior, Luz Vidal y María Cotal se reunieron en la sede del sindicato para confeccionar lienzos y desplegarlos en la comuna de Las Condes. Se convocaron a unas cuadras del metro Manquehue ya que, según Vidal, había menos restricciones en el contexto de pandemia.
Ese día, junto con ellas iban dos socias del sindicato, una compañera no asociada y una compañera de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) encargada de tomar fotografías.
Se bajaron en metro Manquehue y ocuparon la vereda norte de Apoquindo, lugar en el cual desplegaron los lienzos y comenzaron a gritar sus consignas. Según María Cotal, estuvieron cerca de 45 minutos, momento en el cual se acercó un grupo de carabineros, quienes les realizaron control de identidad.
“Si nosotras éramos cinco, la razón de ellos era diez a uno. Yo creo que nos estaban esperando, porque a través de nuestras redes sociales habíamos hecho un llamado a la convocatoria. Pero como éramos pocas y respetábamos la distancia social, no pudieron hacernos mucho”, añade Cotal.
Tras terminar con la intervención, se dividieron. Luz Vidal y María Cotal se dirigieron hacia Santiago Centro en un auto manejado por la trabajadora de la ANEF.
Estacionaron cerca del Ministerio de Educación, para posteriormente, subir por la Alameda. A la altura de Teatinos, Luz Vidal y María Cotal fueron nuevamente interceptadas por un grupo de carabineros.
“Nos trataron de manera prepotente, nos hablaban duro, se nos imponían con la fuerza y nosotras somos bajitas. No va con nuestro perfil. Yo intenté hablar con ellos, explicarles que qué daño podríamos hacerles. Vidal se quiso alzar un poquito, se quejó de por qué nos estaban deteniendo”, relata Cotal.
Tras ser detenidas fueron llevadas a un calabozo vacío. Cotal comenta que una vez allí conversó extensamente con Vidal sobre qué proyecciones querían para el sindicato. Recuerda que al percatarse de que dentro había una cámara, ella se levantó las mangas y realizó el gesto de que iba a sacar los barrotes. Luz Vidal no paraba de reír. Según María Cotal, esa fue su forma para subirse el ánimo.
Estuvieron detenidas unas tres horas. A la salida estaban esperándolas dirigentes de la Central Unitaria de Trabajadores, personeros de la ANEF y encargados de Derechos Humanos.
“Desde la vuelta a la democracia jamás se había detenido a alguna dirigente del sindicato. La última vez fue a Aída Moreno, que en tiempos de dictadura fue detenida en el Caupolicanazo”, remarca Cotal.
Durante agosto del 2020, diferentes fundaciones y ONG’s afines resolvieron llevar a una candidata a la Convención Constitucional. “Se planteó la posibilidad de que una representante de nosotras pudiera ir a defender estos temas del sector y del área de los cuidados”, señala Luz.
De esta forma, Vidal comenzó su candidatura a la Convención Constitucional como independiente, en un cupo ofrecido por Revolución Democrática por el distrito 9 (Conchalí, Renca, Huechuraba, Cerro Navia, Quinta Normal, Lo Prado, Recoleta e Independencia).
Luz Vidal en un punto de prensa durante su campaña a constituyente.
Si bien comenta que en principio la sondearon tanto personeros del Partido Socialista como de un partido de derecha que prefiere no mencionar, Vidal dice que se inclinó por el partido frenteamplista, dado que, según ella, desde allí le ofrecieron “la mejor opción”.
Según explicó a 24 Horas, lo que busca es que se reconozcan los derechos sociales de las trabajadoras de casa particular:
—El artículo 5 de la Constitución establece que nuestro espacio laboral no puede ser fiscalizado porque es propiedad privada. No puede ser que el derecho a la propiedad privada esté sobre a los derechos laborales. Somos trabajadoras como todos, pagamos los mismos impuestos, pero no merecemos tener menos derechos que el resto de los trabajadores —, concluyó Vidal.
De concretarse su candidatura, deberá suspender su cargo como dirigenta sindical, a más tardar, el 10 de enero del 2021. No habrá alcanzado a cumplir un año a la cabeza de Sintracap, pero espera escribir una nueva Constitución que considere la voz de las mujeres que trabajan en casas particulares.
Por Catalina Llantén y Gabriela Soto