Durante el culto dominical de casi tres horas, se insiste en el “sacrificio” que deben hacer los fieles para obtener solución a sus problemas. Se reparten sobres donde se debe marcar con una cruz el milagro deseado y, al mismo tiempo, escribir la cifra que se donará a la iglesia en efectivo o a través de una cuenta del Banco Estado. La Iglesia Pentecostal Dios es Amor de origen brasilero, y con uno de los templos más grandes del mundo en Sao Paulo, aterrizó en Chile en 1992. Aquí tiene 13 sedes, una porción ínfima de las 17 mil que se reparten en otros 87 países. Su versión del actual estallido social en nuestro país es que a Chile “le falta conocer a Dios”, a diferencia de Bolivia que, tras la dimisión forzosa de Evo Morales, ya lo hizo.
Por Consuelo Calderón
20 de Diciembre de 2019
“Misericordia, misericordia, misericordia”, repite por el micrófono un pastor evangélico con acento caribeño. Son las 10 de la mañana de un caluroso domingo de noviembre en la sede principal de la Iglesia Pentecostal Dios es Amor (IPDA) en la Alameda, a pasos del metro San Alberto Hurtado (Estación Central). El lugar, por el momento, aún no se llena.
Arrodillado tras un podio transparente, el pastor pide, reza y clama con los ojos cerrados y una mano alzada. A su alrededor, se escuchan murmullos. Niños caminan entre las sillas de plástico y un grupo de mujeres, arrodilladas en el suelo, lloran y levantan sus manos.
La IPDA es una más de las decenas de transnacionales de la fe que en las últimas décadas han aterrizado y se han expandido en Chile. Fue fundada en 1962 por el pastor evangélico brasilero David Martins Miranda, quien falleció en 2015 a los 78 años. Antes de morir, la iglesia del pastor Miranda ya había alcanzado presencia en 88 países donde –de acuerdo a cifras entregadas en su propia página web– han levantado más de 17 mil templos y sedes. Hoy es su esposa, Ereni de Oliviera Miranda, la que conduce los destinos de la IPDA que, según registros censales de Brasil, en 2010 contaba con más de 845 mil fieles en ese país.
Su templo madre, ubicado en Sao Paulo, está emplazado en un terreno de 70 mil metros cuadrados y tiene capacidad para 60 mil personas –más que el público que puede recibir nuestro Estadio Nacional–, siendo uno de los edificios de culto evangélico más grandes de Brasil y del mundo (tiene espacio además para 500 automóviles y 140 buses).
La IPDA del pastor David Martins Miranda se instaló en Chile en septiembre de 1992. Su sede principal se ubica en Avenida Libertador Bernardo O’Higgins 4240 y cuenta con otros doce establecimientos repartidos en las comunas de Renca, Pudahuel, Santiago, Pedro Aguirre Cerda, Paine, Maipú, El Bosque, además de Vallenar (donde cuenta con dos), Iquique, Antofagasta y Mañihuales (Coyhaique). Todos los días, desde las 5 am a las 7.30 am, transmiten vía streaming –y también a través de Radio Colo Colo, dial 880 AM– el programa “La voz de la liberación” el que también sale al aire, en distintas versiones y lenguas, en otras 700 radios esparcidas en 23 países.
Lejos de la pompa del fastuoso templo de la IPDA de Sao Paulo, en la sede principal de Chile las sillas son de plástico y el salón tiene capacidad para no más de 100 personas sentadas. El avalúo fiscal de la propiedad donde se ubica el culto central roza los $100 millones.
A poco de comenzar el culto, la sala ya está llena. Hace algunas semanas que estalló el movimiento social en Chile y el pastor se refiere a la crisis que enfrenta el país. “Se acerca la llegada del Señor”, dice interpretando lo que sucede. Detrás del pastor, hay sillas cubiertas por un manto blanco pegadas a la pared. A su izquierda, un teclado y, a su derecha, un mesón. En el fondo, una larga cortina verde y a cada lado floreros desde los que se asoman tallos con pétalos blancos.
De improviso, el pastor que lideraba la ceremonia es relevado por otro. La acústica del salón es mala, por lo que a veces es difícil descifrar lo que predican. Un joven de traje, de nacionalidad peruana, toca el teclado. En su mayoría, los asistentes son adultos mayores. Hay más mujeres que hombres. Todas llevan faldas largas y tacos. Los hombres, terno y corbata.
“Dios bendecirá a quien ofrende con alegría”, dice el pastor que acaba de integrarse a la ceremonia. Comienza otra canción. Unas mujeres con delantales rosados, pasan con bolsas recolectando la ofrenda. El pastor le dice a los asistentes que se unan, que hagan su voto y entreguen su “sacrificio”. Cuando el pastor habla de “voto”, se refiere al monto en dinero que los fieles deben entregar y que, según prometen, les permitirá recibir a cambio la bendición y los milagros de Dios.
Tras la recolección, se reparten sobres en los que se lee con letras grandes: “domingo, explosión de milagros y sanidad”. Bajo la frase aparece la instrucción de marcar con una cruz las bendiciones que se quiere recibir del Señor: milagros, empleo, prosperidad, solución de los problemas. El reverso, en cambio, contiene un espacio para escribir una oración y, al final, los datos de una cuenta corriente del Banco Estado con un espacio para escribir el monto –o “voto”– que se depositará.
Vuelve a cambiar el pastor. Es el tercero que toma el micrófono durante la ceremonia. Una vez más, comienza la música. La gente levanta las manos y corea la canción, en medio de llantos y movimientos frenéticos. El pastor canta, grita: “aleluya, levanten las manos. Aliméntense. Sáciense”. Y pide aplausos. “Quien esté feliz diga Gloria a Dios y la asamblea responde.
“Chile es un país que conoce al Señor”, afirma el tercer y más efusivo pastor. Luego se contradice: “A Chile le falta conocer al Señor. Por eso la crisis que se vive en el país. Bolivia ya reconoció al Señor”, exclama, sacando aplausos de los creyentes. “Allá, los altos mandos del gobierno han reconocido a Jesús de Nazareth”.
El pastor pide que toda la gente que sufre una enfermedad se acerque hacia adelante. Enumera los padecimientos: artritis, dolores de espalda, diabetes. La mitad de los asistentes se acerca. Uno de los tres pastores que ha liderado la ceremonia, toma el micrófono y predica. Los otros dos se untan aceite en los dedos y lo ponen en la frente de los creyentes. Cierran los ojos. “Salgan, enfermedades”, se escucha por los altavoces. “Salgan, salgan, salgan. Bendice, bendice, bendice”, repiten.
“Dios tiene la capacidad de cumplir sus proyectos”, promete uno de los tres pastores. A cambio, los creyentes deben tomar un calendario y llenar un formulario con sus deseos a futuro. “Tienen un mes”, advierte. Quienes aceptan el desafío deben anotar su nombre en un cuaderno para comprometerse a entregar una nueva ofrenda. Así, “Dios los ayudará con lo que necesiten. Paz, empleo, prosperidad”. Los sobres se acaban, pero el pastor les asegura a sus fieles que en la semana se imprimirán más.
Tras dos horas y 45 minutos de cantos, llantos, ofrendas, sanaciones y promesas, el culto se cierra con una canción. Antes de irse, quienes quieran ser ungidos, pueden acercarse hasta el pastor. Varios fieles lo hacen. La ceremonia del culto fundado por el pastor brasilero David Miranda, termina.
Con posterioridad a la ceremonia, contactamos por vía telefónica a uno de los representes de la IPDA en Chile, el pastor Adrián Jaramillo. El pastor Jaramillo hizo hincapié en que los fieles de la iglesia solo entregan sus ofrendas de manera voluntaria.
–Yo jamás, jamás, voy a cobrar por milagros. La iglesia tampoco. No se enseña eso, no se practica eso, de ninguna manera. Porque todo lo que usted hace debe ser hecho con voluntad y jamás alguien le va a decir que haga algo para que reciba otra cosa. Eso no es el evangelio –indicó el pastor.
Le preguntamos, además, respecto de la cura de enfermedades, como la diabetes, a través de la fe:
–Usted misma lo acaba de decir. A través de la fe nada es imposible, a través de la fe los milagros pueden suceder. A través de la fe Dios es capaz de hacer cosas que usted ni siquiera se imagina. Él tiene características que nadie más tiene. Él es omnipotente, todopoderoso. Por medio de la fe, los milagros pueden suceder –concluyó.