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Everest desclasificado

Hace 30 años, el 15 de mayo de 1992, el montañista Cristián García-Huidobro fue el primer chileno y sudamericano en conquistar el Everest. El hecho se convirtió en uno de los hitos deportivos más importantes del país. Aquí, los miembros de las dos expediciones que llegaron a la cumbre ese día desclasifican capítulos desconocidos de la hazaña y dejan ver las heridas que persisten hasta hoy.

Por Gazi Jalil F.

27 de Mayo de 2022

La historia jamás contada del día en que dos expediciones chilenas llegaron a la cima del Everest, podría comenzar dos años antes, en septiembre de 1990, cuando Rodrigo Jordán y Christian Buracchio visitaron a Juan Sebastián Montes.

Montes, quien hacía poco había egresado de Derecho, era amigo de Buracchio, pero no de Jordán. Montes escalaba en la Patagonia, desde el Fitz Roy hasta las Torres del Paine. Jordán escalaba los Himalayas.

-Mira, no nos conocemos, pero conozco tu currículo -partió Jordán-. Te propongo esto: queremos ir el 92 al Kangshung, la pared más difícil del Everest, está muy poco escalada, solamente ha habido un ascenso, necesitamos gente en el equipo y Buracchio me dijo que eres muy bueno.

Montes escuchaba en silencio.

-¿Vas o no? -preguntó Jordán.

-Ya poh, voy.

La reunión no duró más de cinco minutos. Un día después, Montes y Buracchio se juntaron a tomar una cerveza en un pub de Vitacura.

-¿Y esto es en serio? -preguntó Montes.

-Si, totalmente -respondió Buracchio.

-¿Pero, hay plata?

-No, ni un mango.

-¿Y tenemos el permiso?

-No, poh, si para el permiso hay que pagar.

-Bueno, ¿pero al menos tenemos el equipo humano armado?

-No, tú eres el primero que fichamos.

-¡Entonces, qué tenemos!

-El sueño, poh. Qué más querís.

“Ahí nos matamos de la risa y brindamos con Christian. En adelante fue un año y medio de entrenamiento. Los fines de semana subíamos dos veces a Farellones en bicicleta o íbamos hasta Lagunillas, y en la noche caminábamos hasta el cerro El Plomo. Fue súper duro”, recuerda Montes.

Para la expedición, Jordán reclutó un grupo de seis escaladores de la rama de montañismo de la Universidad Católica y del Club Alemán. Aparte de Montes estaba el mismo Buracchio, un ingeniero mecánico que había subido la pared sur del Aconcagua; el médico Alfonso Díaz, que tenía experiencia en el Everest; y Dagoberto Delgado, ingeniero hidráulico de Endesa, experto en ascensiones en el Cajón del Maipo.

Los dos últimos del grupo eran el experimentado montañista Claudio Lucero y el compañero de cordada de Jordán, Cristián García-Huidobro.

-Tú estás llevando escaladores. No montañistas -le reclamaba Lucero. Jordán, en cambio, pensaba que eran los mejores especialistas que había en ese momento en el país. “Es el mejor equipo de alpinistas que ha tenido Chile en toda su historia”, asegura Jordán.

Jordán, Lucero y García-Huidobro se conocían bien. Juntos ya habían intentado en dos ocasiones escalar el Everest, sin éxito, en 1986 y 1989. La primera vez la aventura terminó en tragedia, tras la muerte de Víctor Hugo Trujillo por el desprendimiento de una cornisa.

Así que pocos tenían esperanzas en esta tercera expedición, la cuarta para Lucero. Además, subirían por la ruta más difícil e irían con menos gente y menos presupuesto: unos 80 mil dólares. La vez anterior habían juntado 200 mil dólares. “Me costó conseguir apoyo, ya nadie creía en nosotros”, dice Jordán. Visitó casi 100 empresas, pero sólo un puñado se interesó. Algunos miembros del grupo debieron vender sus pertenencias para financiar el viaje o pedir préstamos bancarios. García-Huidobro hipotecó su casa.

“Si fracasábamos de nuevo, te iban a decir que eres malo para esto. Mi pregunta era cómo me iba a recuperar de una tercera derrota y no tenía la respuesta”, cuenta Jordán.

El Kangshung ni siquiera era la ruta que él quería. “La ruta normal del Tíbet estaba cerrada, porque los permisos ya estaban dados. El único permiso que había era por ese sector de extrema dificultad. No es que nosotros lo hayamos planeado así”, admite.

Recuerda que un montañista estadounidense lo animó y le dijo que la primera parte era difícil, pero que el resto sería pan comido. Luego le preguntó a García-Huidobro.

En la cabeza de García-Huidobro aún rondaba la decepción que sintió al enfrentarse a la prensa cuando regresó tras la segunda expedición al Everest. “Nos barrieron. No nos preguntaron nada. Lo único que importaba era si lo habíamos logrado o no. Y como no fue así, les interesó un comino todo lo que habíamos hecho. Se lo dije a Rodrigo: ‘Esto es decepcionante; si volvemos, que sea en total anonimato. Si no llegamos, nadie se va a enterar’. Por eso nos permitimos este lujito de ir por esta ruta. Aunque ninguno de nosotros creyó que la íbamos a poder subir”, reconoce García-Huidobro.

Jordán dice que en pleno entrenamiento se enteraron de que otra expedición, liderada por el médico Mauricio Purto, se preparaba para el Everest en la misma fecha, pero por la ruta normal de Nepal.

La noticia ocasionó largos debates entre el grupo. Jordán recuerda: “Siempre pensamos que ellos iban a llegar primero. Así que nuestro problema era otro: cómo transmitirle al país que subir por el Kangshung era un logro deportivo de nivel mundial. Yo decía, olvídense de que Chile va a reconocer que hicimos una ascensión extraordinaria. Sólo va a reconocer quién subió primero”.

A la izquierda: Expedición de Jordán a 8.450 metros aproximadamente. | A la derecha: Purto, de morado, en el Hillary Step, a punto de hacer cumbre

El 24 de marzo de 1992, los montañistas partieron hacia Katmandú vía Air Canadá, con escala en Toronto, Vancouver y Bangkok. “Era el pasaje más barato”, apunta Jordán. Pocas personas llegaron a despedirlos al aeropuerto. Se fueron sin publicidad, sin anuncio oficial, sin conferencia de prensa. En completo silencio.

 

***

 

El 4 de marzo de 1992, 20 días antes de la expedición de Jordán, había salido hacia Katmandú, vía Alitalia, la expedición del Club Alpino Italiano, a cargo de Purto. Especialista en medicina deportiva y dueño de una personalidad controvertida, en los últimos cuatro años Purto había hecho cumbre en el Cho Oyu, el MacKinley en Alaska, el Tukche en Nepal, el Vinson en la Antártica, el Gasherbrum en los Himalayas y en el Shishabangma. Un entrenamiento al que llamó “La ruta lógica al Everest”. En el camino armó un afiatado equipo de montañistas para la misión, todos con experiencia en ochomiles: Ítalo Valle, su compañero de cordada; el periodista Fernando Luchsinger, con cumbres en los Andes, la Antártica y los Himalayas, más dos premios de andinismo en su currículo; Luis García, que había participado en la primera expedición chilena al Everest el 83, con Claudio Lucero; y el veterano Jorge Quinteros, que sería el encargado de la logística.

Purto también logró el patrocinio de la Digeder, el financiamiento de varias empresas y el apoyo de la prensa.

Un día, el presidente del Club Alpino Italiano se le acercó y le dijo:

-Te salió gente al camino.

Se refería a la expedición de Jordán. “Siempre supimos que iba otro grupo”, dice Luchsinger. “Y eso lo transformó sin querer en una carrera. Purto tenía problemas desde hace años con el grupo de la Universidad Católica (UC), y con Jordán son de personalidades y métodos muy distintos”.

En efecto, las diferencias entre el médico y el grupo de Jordán eran profundas. Purto había sido marginado de la rama de la Católica a comienzos de los ’80, tras un incidente durante un ascenso al Aconcagua.

Alguien que participó en esa expedición lo resume así: “Él suscribía un estilo distinto de montañismo y tenía valores distintos a los del grupo. En el Aconcagua se aisló del resto y fue poco solidario con algunos integrantes”.

Purto, en cambio, lo ve de otra manera: “Claudio Lucero, que era el profesor, me retó y yo le respondí de la misma manera”.

La rivalidad se profundizó cuando Purto puso en duda el ascenso de Lucero al Gasherbrum II y se quebró definitivamente cuando criticó por la prensa la trágica expedición al Everest de 1986.

Ajenos a estas disputas, entre los chilenos había expectación por lo que podría lograr el equipo de Purto. El país recién recuperaba la democracia y lograba triunfos deportivos inéditos, como la Copa Libertadores de Colo Colo. El paso siguiente, para muchos, debía ser la conquista de la montaña más grande del mundo.

 

***

 

Juan Sebastián Montes, de la expedición de Jordán, se acuerda del momento en que se enfrentó al Everest por primera vez: la imagen extravagante de la montaña, la pared interminable de piedra y hielo del Kangshung y el extraño silencio de los sherpas que los acompañaban.

-Ustedes están totalmente dementes -recuerda que decían.

“Después de nosotros ha habido varios intentos por la misma ruta, pero sólo una expedición lo ha logrado”, dice Montes, quien durante el duro ascenso de 40 días sobrevivió a heladas intensas, a una hemorragia interna, a una baja de 13 kilos en su peso y a una avalancha. “Fue como si un hielo de la Laguna San Rafael se viniera encima de ti. No tienes ninguna posibilidad de escapar. Me cubrí la cara y la nariz para no morir de asfixia, recé para que no se cortara la cuerda y la avalancha pasó por encima. Quedé con moretones”.

Rodrigo Jordán recuerda lo primero que hizo al llegar a Katmandú: pescó un teléfono, llamó a su mujer y cuando se despidió, por decirle algo, le dijo:

-Nos vemos en dos meses.

Resultó profético.

En el otro grupo, el primer recuerdo de Ítalo Valle está justo en el momento en que llegó:  “Para mí fue una cuestión relativamente ingrata. Yo quise subir el Everest desde que me enteré que existía, como a los 5 o 6 años de edad. Y llegar allá y ver toda la parafernalia que hay alrededor, fue un poco desacralizante. Lo digo por la cantidad de gente y de recursos que había: gas, tubos de oxígeno, carretes de cuerda fija. Yo sabía que no íbamos a ser la única expedición, pero nunca creí que fuera así. En el campamento base había centenares de personas, entre expediciones, caravanas, grupos de trekking“.

Valle continúa:

“Había mucho yankee billetudo, gallada que no había hecho nunca montaña, pero que pagaba 50 mil dólares, le instalaban todo, les ponían sherpas y ya. Nuestra expedición tampoco estaba muy ajena a eso, porque como ningún chileno había hecho el Everest, había cierta presión”.

 

***

 

El campamento de Collado Sur, una explanada inhóspita a casi 8 mil metros, es la última estación antes de llegar a la cumbre. Decenas de montañistas habían instalado sus carpas esperando una ventana de buen tiempo, cuando Jordán, García-Huidobro y Montes llegaron casi muertos la madrugada del 14 de mayo de 1992. “Fue un ascenso de 20 horas, con nieve hasta la cintura, se nos hizo de noche, Buracchio empezó a desarrollar hipotermia. Tuvimos que parar. Fue realmente agotador”, cuenta Jordán.

Decidieron descansar todo el día y emprender los menos de mil metros que quedaban hacia la cima a la medianoche.

Jordán recuerda que por radio recibió la noticia de que el día anterior habían hecho cumbre varios montañistas. “Pensamos que allí iba la expedición de Purto”.

Sin embargo, en ese momento ambos grupos estaban en Collado Sur, al mismo tiempo, a 200 metros de distancia. Nunca se vieron.

Rodrigo Jordán y Mauricio Purto.

Los hombres de Purto habían llegado antes, el 13 de mayo, y Luchsinger dice que pudieron haber subido perfectamente esa misma noche hacia la cumbre, como lo hicieron otras expediciones, “pero al momento de partir no estaban todos listos”, recuerda.

Purto, en cambio, asegura: “Las condiciones del tiempo no eran buenas”. La espera en Collado Sur, que se prolongó por casi 60 horas, impacientó y agotó al grupo, sobre todo a Ítalo Valle, quien, al igual que Luchsinger, había decidido realizar la hazaña sin oxígeno.

Así, el 15 de mayo, ya sin tormenta, Purto se adelantó a sus compañeros y a las 3 de la mañana, junto al sherpa Ang Rita, inició la etapa final del ascenso. Sin saberlo, Jordán, García-Huidobro y Montes le llevaban tres horas de ventaja.

Mientras subía, Purto tuvo la primera sospecha de que la otra expedición estaba allí. Fue cuando su sherpa apuntó con el dedo hacia el campamento de Collado Sur y le dijo:

Maybe chilean people.

“Yo le había contado a Ang Rita que había otra expedición que estaba intentando la cumbre por el lado este; entonces, desde la altura, él vio una carpa pegada a ese sector y me avisó”, cuenta Purto.

En tanto, en el campamento Luchsinger, García y Valle se percataron de que Purto ya no estaba y comenzaron la carrera hacia la cumbre media hora después que él, pero uno tras otro fueron quedando en el camino. García tuvo problemas con su máscara de oxígeno y sucumbió a los 8.600 metros. Valle era el más fuerte del grupo y todos pensaban que él iba a lograrlo, pero ya estaba casi sin energía. “Estuvimos 58 horas en Collado Sur, fue desgastador… Ese fue un error mío, un error táctico. Después de la segunda noche tendría que haber bajado para después ver si lo intentaba de nuevo, pero uno no se da ni cuenta y se le va acabando la energía vital, como a un monito que se va quedando sin vida”. A Valle le faltaron 250 metros para llegar.

Luchsinger, con 25 años, era el más joven del grupo y se sentía físicamente bien, pese a haber estado todo el tiempo sin oxígeno. Había dormido tranquilo la última noche, no tenía hambre, ni frío, ni estaba enfermo. Incluso soñó. Pero luego su humor cambió cuando se dio cuenta de que Purto ya había partido.

“La molestia que sentí me consumió para subir el Everest, porque quería alcanzarlo y preguntarle por qué se había ido sin avisar. Me olvidé dónde estaba. Me olvidé que iba sin oxígeno y apuré el paso. Iba más rápido que Ítalo y cuando lo miro, veo que no va grabando. Bajo, le quito la cámara y subo otra vez. Hasta que en el sector conocido como Cumbre Sur (8.750 metros), de un paso a otro, mi energía desapareció. Estuve eternos minutos pensando qué hacer, completamente deshidratado. Me di cuenta de que tal vez tendría la fuerza para llegar, pero no para volver, e hice lo único sensato: volví a Collado Sur”.

Luchsinger estaba apenas a 100 metros de la cumbre.

“Yo pensaba que Fernando iba a llegar fácilmente. Quedó resentido después del Everest y le costó recuperarse, porque estuvo muy cerca. Pensé también que Ítalo lo iba a lograr. Pero yo no me tenía mucha fe. Llegué muy enfermo a Collado Sur y siempre me fui muy atrás, especulando con la energía. Me la guardé todo el tiempo”, cuenta Purto.

La táctica le dio resultados, pero a medida que subía, su sueño de ser el primer chileno y sudamericano en conquistar el Everest se fue desvaneciendo. A 8.500 metros se encontró con Juan Sebastián Montes.

-¿Y tú qué haces acá? -le preguntó el médico.

Montes iba apenas, sin oxígeno. Había partido junto a Jordán y García-Huidobro, pero como estaba contemplado que sólo dos llegarían a la cumbre y no había oxígeno suficiente para los tres, lo habían dejado atrás. Jordán se había despedido de él con una frase en inglés:

-Es tu decisión.

Y Montes decidió seguir.

Cuando Purto lo saludó, el montañista le dijo:

-Estoy con Rodrigo y Cristián. Van allá -y apuntó hacia arriba.

Sobre este episodio, Montes comenta: “Yo estaba sentado y cuando él llega y me ve, se da cuenta por primera vez que estamos nosotros adelante. Él no esperaba eso, asumía que por nuestra ruta era muy difícil que llegáramos a la cumbre. Se impacta y se sienta como abatido”.

Purto lo recuerda de otra manera: “Descubrí que íbamos las dos expediciones mezcladas y no me cupo la menor duda que subiríamos el Everest. Fue un instante de éxtasis, un momento glorioso. Como jugar la final del mundo”.

-¿Usted no apuró el paso para alcanzar a Jordán y García Huidobro?

-No -contesta Purto.

-¿No estaba en juego ahí ser el primero?

-Lo digo honestamente: yo seguí el mismo ritmo que llevaba. Además, no me daba el cuero para ir más rápido.

Aún así, a los 8.750 metros, en la Cumbre Sur, se topó con Jordán.

“Lo alcancé quizá porque él iba más lento o porque yo tenía más experiencia en montañas de 8 mil metros. Nos saludamos y me miró sorprendido. Le presenté a Ang Rita y le ofrecí un té, pero él no aceptó. Me hizo un comentario técnico, me mostró dónde iba García-Huidobro y lo dejé seguir”, recuerda Purto.

Jordán también rememora ese encuentro: “Le dije: acabo de grabar a García-Huidobro llegando a la cima. Allí Purto se desmoronó emocionalmente”.

Se volverían a encontrar en la cumbre.

 

***

 

García-Huidobro: “Yo iba muy rápido, me sentía como flotando. Ni siquiera me di cuenta cuando pasé el Hillary Step (el último punto de referencia antes de la cumbre). Después de la ruta que habíamos superado, esto era como ir por el Paseo Ahumada”.

A dos metros de la cumbre, García-Huidobro recuerda que se detuvo. Allí, dice, se acordó del desinterés de la prensa por la anterior expedición al Everest y le pasó algo raro. Pensó esto: “Técnicamente no he llegado, hasta aquí soy un fracaso, voy a dar tres pasos y conseguiré un logro nacional. ¿Cómo es posible pasar de fracasado a ídolo en dos metros de ninguna dificultad?”.

En su mochila llevaba cerca de 30 banderas de las compañías más importantes del país. No eran auspiciadores. Su idea era fotografiarse con ellas en la cima y, en Santiago, ver si ahora sí se incorporaban.

García-Huidobro fue el primero en hacer cumbre esa jornada en que detrás suyo venían decenas de montañistas de distintos países. Así que tomó su cámara y fotografió su huella en la cima antes que se confundiera después con un montón de otras huellas.

Más abajo, Jordán llamó por radio a Claudio Lucero.

-Claudio, está hecho. Cristián llegó. Yo no sé si lo voy a lograr.

“En ese momento me relajé y dije, listo, aunque no lleguemos ni Juan Sebastián ni yo, da lo mismo. Yo estaba bien emocionalmente, pero destruido físicamente”, recuerda Jordán.

Desde el campamento base, Lucero le respondió a gritos:

-¡No, Rodrigo, sé que tú puedes, te conozco, tenís que dar un paso!

Jordán se concentró, entonces, en sus pies. Pensaba en dar un paso y luego otro. Calculó que, a ese ritmo, le quedaban unos 40 minutos. Pero sólo cuando llegó a Hillary Step se convenció de que iba a llegar.

“Me sentía bien, tenía control sobre mi entorno, estaba filmando, hablaba con Lucero. Después me di cuenta de que no era tan así. Cuando logré la cumbre, hablé por radio con el sherpa que nos cocinaba. Le dije que lo único que quería cuando bajemos era que me hiciera un chapati (una tortilla a la que le ponen miel y limón). El asunto es que no me acuerdo haberlo dicho. Lo tengo borrado. Pero esa conversación está grabada”.

Sí se acuerda que cuando llegó, abrazó a García-Huidobro, lloró, se sacó fotos y sólo 10 minutos después avisó por radio a Lucero.

En el campamento base, el profesor recibió la noticia exultante:

-¡Te felicito, te felicito! -le gritó emocionado-. ¡Un triunfo total, absoluto y categórico para el país. Nunca más huevadas a medias!

El tercero en llegar fue Mauricio Purto. Lo que vino después, es parte de la historia más contada y, a la vez, menos conocida del ascenso.

García-Huidobro había acumulado varios años de diferencias personales con Purto: el episodio del Aconcagua, las críticas a la expedición donde murió Trujillo, los cuestionamientos a Lucero, y, más impulsivo que el resto de sus compañeros, se le acercó, le mostró el dedo del medio y le gritó: “¡Te ganamos!”, le dio un discurso del bien sobre el mal y le enrostró que no consiguió su objetivo de ser el primero en el Everest.

“Él tuvo su catarsis conmigo. Cuando terminó con su sarta de garabatos, le dije que tuviera respeto por dónde estábamos”, cuenta Purto.

-No me podís maltratar así, esta cumbre es sagrada -le dijo el médico.

-No te estoy maltratando, te trato por tus atributos -le respondió García-Huidobro.

Juan Sebastián Montes, quien fue el cuarto chileno en llegar y el último de todos los montañistas que subieron esa jornada, se enteró dos días más tarde de la pelea.

 

***

 

Después de enterrar una cruz de su abuelo, un trozo de Biblia y una reliquia de Teresa de Los Andes, Purto fue el primero en emprender el regreso. En el camino, el médico se volvió a encontrar con Montes, quien seguía subiendo, ya al límite de sus fuerzas.

“Purto fue cariñoso conmigo en ese momento. Me puso la mano en el hombro y me dijo, dale, ánimo. Yo venía muy mal. Tenía la cara morada”, dice Montes.

En la cima, Jordán esperó a su compañero, lo recibió, se sacó la foto con él, le dejó su balón de oxigeno e inició la retirada.

“Cuando llegué al Hillary Step venía con la obsesión de que no tenía oxigeno y ahí me encontré con un embotellamiento de montañistas que venían bajando lento. Váyanse a la cresta, pensé, y seguí por un costado que era más peligroso. No sé cómo lo hice. Sólo quería bajar, bajar, bajar”, dice Jordán.

En el trayecto recuerda haberse topado de nuevo con Purto: “Él me dijo, Rodrigo, baja por la ruta normal, está todo armado. Pero yo le respondí que no podía, porque quería bajar rápido”.

Purto, en cambio, relata una conversación entre ambos más larga y más profunda, que terminó con una promesa de juntarse en Santiago.

Jordán: “La mente a 8 mil metros trabaja distinto, pero yo iba rajado para abajo, no tenía tiempo de conversar con nadie”.

Lo primero que hizo Jordán al llegar a la carpa en Collado Sur fue tirarse, medio cuerpo adentro, medio cuerpo afuera, y sin sacarse la parka ni la mochila ni los grampones comenzó a derretir nieve en una olla para hidratarse.

Rato después llegó García-Huidobro y mucho más tarde Montes.

“Si alguno de nosotros no hubiera podido llegar a la carpa, a ninguno nos hubieran dado las fuerzas para ayudarlo”, recuerda Jordán.

Esa noche le pidió por radio a Dagoberto Delgado, quien se había quedado en el campamento base con un par de costillas rotas, que les hablara para mantenerlos despiertos. Debían seguir derritiendo nieve y tomar agua para recuperarse. Cuando se quedó sin tema, Delgado les puso un disco de Myriam Hernández.

Muy cerca, el ambiente en el campamento de la expedición del Club Alpino Italiano no era el mejor y la llegada de Purto con la noticia de la hazaña apenas causó un par de palabras de felicitaciones.

“Lo recibimos bien, con alegría, pero nada ¡whaaa!, sino pucha, que buena”, recuerda Ítalo Valle. “Esa última noche en el campamento fue súper indiferente. Si un temporal hubiera rajado las carpas, yo creo que todos nos habríamos quedado ahí no más, quietos, a lo que pasara”.

“Estábamos frustrados”, resume Luchsinger.

El ánimo de Purto, sin embargo, contrastaba con el resto:

“Cuando llegué al campamento dos, a 6.500 metros, me saqué toda la ropa en la carpa, me estiré entero, había un sol exquisito y ahí supe que había subido el Everest. Estaba solo, mirando hacia el Valle del Silencio, escuchando un tema de Yes en mi discman”.

Luego vino la confusión: la prensa en Chile informó que Purto había llegado primero, después que no, que la expedición de Jordán fue la primera, después que sí, que hubo una pelea en la cima y después nada. Todo se difuminó bajo la fatal sombra de la polémica.

 

***

 

Treinta años después, los primeros chilenos que conquistaron el Everest han seguido distintos caminos.

Mauricio Purto se dedicó a realizar microprogramas y documentales con sus ascensos: Cumbres del mundo, Cumbres de América y Cumbres de Chile, entre ellos, con los que ganó dos premios APES. Hoy da charlas motivacionales, conferencias y hace talleres de trabajo en terreno, en los que se dedica a difundir la vida al aire libre como terapia de salud. “Tengo el ego del porte del Everest, pero también soy capaz de triturarlo en mil pedazos. La montaña me enseñó a ser líder, porque en esa expedición no lo fui. No ejercí autoridad. Si me hubiera impuesto, habríamos llegado todos a la cumbre. Fue un error de liderazgo potente. Pero aprendí a mandar después de eso”.

Purto ha vuelto sólo una vez al Everest, en 2001, al mando de las mujeres que intentaron repetir la hazaña. Pero esa vez no subió. Se quedó en el campamento base. “Tuve más susto ahí que cuando hice la cumbre -dice, en broma, refiriéndose a las peleas que hubo entre las integrantes de esa expedición.

Sin embargo, nunca ha logrado superar la distancia que hay entre él y el grupo de Jordán. Sigue pensando que no importa quién llegó primero y que aquel día debe celebrarse como un doble ascenso: “Compartimos la cumbre. Pero muchas veces cuando nos hemos querido juntar con Jordán, él se rehúsa. Nos han propuesto sacarnos una foto juntos y no ha querido. Nos han pedido entrevistas juntos, y tampoco”.

Luego del Everest, Fernando Luchsinger trabajó con Purto en sus microprogramas y fue al Cho Oyu como camarógrafo, logrando su tercer ochomil. Después cambió el montañismo por las expediciones submarinas y ha realizado documentales para la TV. Hoy piensa: “El equipo se desintegró, pero fue una experiencia significativa para mí. Hoy estoy completamente en paz y reconozco que fui yo quien se equivocó. Tomé una mala decisión y no me concentré en lo que debía. Siento que si hubiera sido más humilde, habría llegado a la cumbre”.

Nunca más volvió al Everest.

Ítalo Valle administra un hotel familiar en el centro de Santiago. Trabajó en los microprogramas de Purto y en 2003 intentó sin éxito hacer cumbre en el Dhaulagiri, junto a Luchsinger y Luis García, en lo que fue su última expedición a los Himalayas. En los últimos años fue maestro de Juan Pablo Mohr, muerto en el K2 en febrero de 2021. “En nuestro grupo las relaciones podrían haber sido más un poco más fluidas. Hubo conflictos y roces que son naturales, pero en vez de que pasaran, se quedaron ahí. Yo no tengo rollos con nadie. Me he encontrado con García-Huidobro y lo saludo. Con Montes también. Con Lucero también. Siempre he dicho que los felicito por lo que hicieron. La ruta de ellos fue extraordinaria… Me hubiera gustado hacerla”.

Rodrigo Jordán, empresario, socio de Vertical, profesor de liderazgo, evita referirse a sus diferencias con Purto. Ha regresado cinco veces al Everest y hoy es uno de los pocos himalayistas del mundo en haber conquistado la montaña por sus tres caras. “Antes de la primera cumbre, pensaba que subir el Everest era un acto mezquino, porque lo estaba haciendo para ser exitoso. Se lo decía a mi papá y él me contestaba que sí, que era mezquino, que era puro ego, pero que estaba seguro de que yo iba a encontrar la forma de cambiar eso”.

Apenas regresó, Jordán fundó una ONG para llevar a los niños de escasos recursos a la cordillera y después se incorporó como director de la Fundación para la Superación de la Pobreza. Entremedio, tuvo un complejo paso de casi dos años en la dirección ejecutiva de Canal 13 y ha escrito varios libros de sus expediciones, que incluyen la Antártica.

Cuando Juan Sebastián Montes recuerda el Everest, no puede dejar de pensar en Dagoberto Delgado, muerto de hipotermia en la cumbre del Mont Blanc en 1997, y en Christian Buracchio, muerto en un accidente aéreo en 2002.

Montes fue intendente de la Región de los Lagos durante el primer gobierno de Piñera y fundador de Evopoli. Hizo un doctorado en Barcelona en administración de empresas, fue gerente de una salmonera en el sur de Chile, vivió en Puerto Varas y hoy reside con su familia en Boston. Allá es académico de Carroll School of Business de Boston College. Luego del Everest, siguió subiendo montañas, desde las Torres del Paine hasta los Pirineos. Dice que en invierno escala en hielo, en cascadas congeladas. “Ahora pienso que nada es imposible y he ido buscando mis propios Everest a lo largo de la vida”.

Cristián García-Huidobro vive hace más de dos décadas en Temuco. Cuatro años después del Everest fue el primer chileno en subir el K2. En 2007 logró su último 8 mil, el Nanga Parbat, en los Himalayas. Actualmente corre ultramaratones, como el Atacama Crossing, y se dedica a dar charlas motivacionales, donde cuenta su experiencia en la montaña. Hoy reconoce: “Pude ni haberle hablado a Purto en la cumbre, porque llegamos primero por una ruta superior. Pero yo soy mucho más visceral y ante una injusticia tengo que hacer algo, bien o mal, no puedo quedarme callado”.

Pero la espina de García-Huidobro es otra: “Trajimos la bandera chilena de la cumbre; dijimos: esto va a ser historia, tenemos que conservarla. Estábamos convencidos de que, al menos, nos iba a saludar el Presidente y se la íbamos a pasar. Nunca nos invitaron a La Moneda”.

 


 

El presente reportaje es una actualización de Los Archivos Secretos del Everest, originalmente publicado por su autor en la Revista Sábado de El Mercurio el año 2012.

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