Los hombres de Purto habían llegado antes, el 13 de mayo, y Luchsinger dice que pudieron haber subido perfectamente esa misma noche hacia la cumbre, como lo hicieron otras expediciones, “pero al momento de partir no estaban todos listos”, recuerda.
Purto, en cambio, asegura: “Las condiciones del tiempo no eran buenas”. La espera en Collado Sur, que se prolongó por casi 60 horas, impacientó y agotó al grupo, sobre todo a Ítalo Valle, quien, al igual que Luchsinger, había decidido realizar la hazaña sin oxígeno.
Así, el 15 de mayo, ya sin tormenta, Purto se adelantó a sus compañeros y a las 3 de la mañana, junto al sherpa Ang Rita, inició la etapa final del ascenso. Sin saberlo, Jordán, García-Huidobro y Montes le llevaban tres horas de ventaja.
Mientras subía, Purto tuvo la primera sospecha de que la otra expedición estaba allí. Fue cuando su sherpa apuntó con el dedo hacia el campamento de Collado Sur y le dijo:
–Maybe chilean people.
“Yo le había contado a Ang Rita que había otra expedición que estaba intentando la cumbre por el lado este; entonces, desde la altura, él vio una carpa pegada a ese sector y me avisó”, cuenta Purto.
En tanto, en el campamento Luchsinger, García y Valle se percataron de que Purto ya no estaba y comenzaron la carrera hacia la cumbre media hora después que él, pero uno tras otro fueron quedando en el camino. García tuvo problemas con su máscara de oxígeno y sucumbió a los 8.600 metros. Valle era el más fuerte del grupo y todos pensaban que él iba a lograrlo, pero ya estaba casi sin energía. “Estuvimos 58 horas en Collado Sur, fue desgastador… Ese fue un error mío, un error táctico. Después de la segunda noche tendría que haber bajado para después ver si lo intentaba de nuevo, pero uno no se da ni cuenta y se le va acabando la energía vital, como a un monito que se va quedando sin vida”. A Valle le faltaron 250 metros para llegar.
Luchsinger, con 25 años, era el más joven del grupo y se sentía físicamente bien, pese a haber estado todo el tiempo sin oxígeno. Había dormido tranquilo la última noche, no tenía hambre, ni frío, ni estaba enfermo. Incluso soñó. Pero luego su humor cambió cuando se dio cuenta de que Purto ya había partido.
“La molestia que sentí me consumió para subir el Everest, porque quería alcanzarlo y preguntarle por qué se había ido sin avisar. Me olvidé dónde estaba. Me olvidé que iba sin oxígeno y apuré el paso. Iba más rápido que Ítalo y cuando lo miro, veo que no va grabando. Bajo, le quito la cámara y subo otra vez. Hasta que en el sector conocido como Cumbre Sur (8.750 metros), de un paso a otro, mi energía desapareció. Estuve eternos minutos pensando qué hacer, completamente deshidratado. Me di cuenta de que tal vez tendría la fuerza para llegar, pero no para volver, e hice lo único sensato: volví a Collado Sur”.
Luchsinger estaba apenas a 100 metros de la cumbre.
“Yo pensaba que Fernando iba a llegar fácilmente. Quedó resentido después del Everest y le costó recuperarse, porque estuvo muy cerca. Pensé también que Ítalo lo iba a lograr. Pero yo no me tenía mucha fe. Llegué muy enfermo a Collado Sur y siempre me fui muy atrás, especulando con la energía. Me la guardé todo el tiempo”, cuenta Purto.
La táctica le dio resultados, pero a medida que subía, su sueño de ser el primer chileno y sudamericano en conquistar el Everest se fue desvaneciendo. A 8.500 metros se encontró con Juan Sebastián Montes.
-¿Y tú qué haces acá? -le preguntó el médico.
Montes iba apenas, sin oxígeno. Había partido junto a Jordán y García-Huidobro, pero como estaba contemplado que sólo dos llegarían a la cumbre y no había oxígeno suficiente para los tres, lo habían dejado atrás. Jordán se había despedido de él con una frase en inglés:
-Es tu decisión.
Y Montes decidió seguir.
Cuando Purto lo saludó, el montañista le dijo:
-Estoy con Rodrigo y Cristián. Van allá -y apuntó hacia arriba.
Sobre este episodio, Montes comenta: “Yo estaba sentado y cuando él llega y me ve, se da cuenta por primera vez que estamos nosotros adelante. Él no esperaba eso, asumía que por nuestra ruta era muy difícil que llegáramos a la cumbre. Se impacta y se sienta como abatido”.
Purto lo recuerda de otra manera: “Descubrí que íbamos las dos expediciones mezcladas y no me cupo la menor duda que subiríamos el Everest. Fue un instante de éxtasis, un momento glorioso. Como jugar la final del mundo”.
-¿Usted no apuró el paso para alcanzar a Jordán y García Huidobro?
-No -contesta Purto.
-¿No estaba en juego ahí ser el primero?
-Lo digo honestamente: yo seguí el mismo ritmo que llevaba. Además, no me daba el cuero para ir más rápido.
Aún así, a los 8.750 metros, en la Cumbre Sur, se topó con Jordán.
“Lo alcancé quizá porque él iba más lento o porque yo tenía más experiencia en montañas de 8 mil metros. Nos saludamos y me miró sorprendido. Le presenté a Ang Rita y le ofrecí un té, pero él no aceptó. Me hizo un comentario técnico, me mostró dónde iba García-Huidobro y lo dejé seguir”, recuerda Purto.
Jordán también rememora ese encuentro: “Le dije: acabo de grabar a García-Huidobro llegando a la cima. Allí Purto se desmoronó emocionalmente”.
Se volverían a encontrar en la cumbre.
***
García-Huidobro: “Yo iba muy rápido, me sentía como flotando. Ni siquiera me di cuenta cuando pasé el Hillary Step (el último punto de referencia antes de la cumbre). Después de la ruta que habíamos superado, esto era como ir por el Paseo Ahumada”.
A dos metros de la cumbre, García-Huidobro recuerda que se detuvo. Allí, dice, se acordó del desinterés de la prensa por la anterior expedición al Everest y le pasó algo raro. Pensó esto: “Técnicamente no he llegado, hasta aquí soy un fracaso, voy a dar tres pasos y conseguiré un logro nacional. ¿Cómo es posible pasar de fracasado a ídolo en dos metros de ninguna dificultad?”.
En su mochila llevaba cerca de 30 banderas de las compañías más importantes del país. No eran auspiciadores. Su idea era fotografiarse con ellas en la cima y, en Santiago, ver si ahora sí se incorporaban.
García-Huidobro fue el primero en hacer cumbre esa jornada en que detrás suyo venían decenas de montañistas de distintos países. Así que tomó su cámara y fotografió su huella en la cima antes que se confundiera después con un montón de otras huellas.
Más abajo, Jordán llamó por radio a Claudio Lucero.
-Claudio, está hecho. Cristián llegó. Yo no sé si lo voy a lograr.
“En ese momento me relajé y dije, listo, aunque no lleguemos ni Juan Sebastián ni yo, da lo mismo. Yo estaba bien emocionalmente, pero destruido físicamente”, recuerda Jordán.
Desde el campamento base, Lucero le respondió a gritos:
-¡No, Rodrigo, sé que tú puedes, te conozco, tenís que dar un paso!
Jordán se concentró, entonces, en sus pies. Pensaba en dar un paso y luego otro. Calculó que, a ese ritmo, le quedaban unos 40 minutos. Pero sólo cuando llegó a Hillary Step se convenció de que iba a llegar.
“Me sentía bien, tenía control sobre mi entorno, estaba filmando, hablaba con Lucero. Después me di cuenta de que no era tan así. Cuando logré la cumbre, hablé por radio con el sherpa que nos cocinaba. Le dije que lo único que quería cuando bajemos era que me hiciera un chapati (una tortilla a la que le ponen miel y limón). El asunto es que no me acuerdo haberlo dicho. Lo tengo borrado. Pero esa conversación está grabada”.
Sí se acuerda que cuando llegó, abrazó a García-Huidobro, lloró, se sacó fotos y sólo 10 minutos después avisó por radio a Lucero.
En el campamento base, el profesor recibió la noticia exultante:
-¡Te felicito, te felicito! -le gritó emocionado-. ¡Un triunfo total, absoluto y categórico para el país. Nunca más huevadas a medias!
El tercero en llegar fue Mauricio Purto. Lo que vino después, es parte de la historia más contada y, a la vez, menos conocida del ascenso.
García-Huidobro había acumulado varios años de diferencias personales con Purto: el episodio del Aconcagua, las críticas a la expedición donde murió Trujillo, los cuestionamientos a Lucero, y, más impulsivo que el resto de sus compañeros, se le acercó, le mostró el dedo del medio y le gritó: “¡Te ganamos!”, le dio un discurso del bien sobre el mal y le enrostró que no consiguió su objetivo de ser el primero en el Everest.
“Él tuvo su catarsis conmigo. Cuando terminó con su sarta de garabatos, le dije que tuviera respeto por dónde estábamos”, cuenta Purto.
-No me podís maltratar así, esta cumbre es sagrada -le dijo el médico.
-No te estoy maltratando, te trato por tus atributos -le respondió García-Huidobro.
Juan Sebastián Montes, quien fue el cuarto chileno en llegar y el último de todos los montañistas que subieron esa jornada, se enteró dos días más tarde de la pelea.
***
Después de enterrar una cruz de su abuelo, un trozo de Biblia y una reliquia de Teresa de Los Andes, Purto fue el primero en emprender el regreso. En el camino, el médico se volvió a encontrar con Montes, quien seguía subiendo, ya al límite de sus fuerzas.
“Purto fue cariñoso conmigo en ese momento. Me puso la mano en el hombro y me dijo, dale, ánimo. Yo venía muy mal. Tenía la cara morada”, dice Montes.
En la cima, Jordán esperó a su compañero, lo recibió, se sacó la foto con él, le dejó su balón de oxigeno e inició la retirada.
“Cuando llegué al Hillary Step venía con la obsesión de que no tenía oxigeno y ahí me encontré con un embotellamiento de montañistas que venían bajando lento. Váyanse a la cresta, pensé, y seguí por un costado que era más peligroso. No sé cómo lo hice. Sólo quería bajar, bajar, bajar”, dice Jordán.
En el trayecto recuerda haberse topado de nuevo con Purto: “Él me dijo, Rodrigo, baja por la ruta normal, está todo armado. Pero yo le respondí que no podía, porque quería bajar rápido”.
Purto, en cambio, relata una conversación entre ambos más larga y más profunda, que terminó con una promesa de juntarse en Santiago.
Jordán: “La mente a 8 mil metros trabaja distinto, pero yo iba rajado para abajo, no tenía tiempo de conversar con nadie”.
Lo primero que hizo Jordán al llegar a la carpa en Collado Sur fue tirarse, medio cuerpo adentro, medio cuerpo afuera, y sin sacarse la parka ni la mochila ni los grampones comenzó a derretir nieve en una olla para hidratarse.
Rato después llegó García-Huidobro y mucho más tarde Montes.
“Si alguno de nosotros no hubiera podido llegar a la carpa, a ninguno nos hubieran dado las fuerzas para ayudarlo”, recuerda Jordán.
Esa noche le pidió por radio a Dagoberto Delgado, quien se había quedado en el campamento base con un par de costillas rotas, que les hablara para mantenerlos despiertos. Debían seguir derritiendo nieve y tomar agua para recuperarse. Cuando se quedó sin tema, Delgado les puso un disco de Myriam Hernández.
Muy cerca, el ambiente en el campamento de la expedición del Club Alpino Italiano no era el mejor y la llegada de Purto con la noticia de la hazaña apenas causó un par de palabras de felicitaciones.
“Lo recibimos bien, con alegría, pero nada ¡whaaa!, sino pucha, que buena”, recuerda Ítalo Valle. “Esa última noche en el campamento fue súper indiferente. Si un temporal hubiera rajado las carpas, yo creo que todos nos habríamos quedado ahí no más, quietos, a lo que pasara”.
“Estábamos frustrados”, resume Luchsinger.
El ánimo de Purto, sin embargo, contrastaba con el resto:
“Cuando llegué al campamento dos, a 6.500 metros, me saqué toda la ropa en la carpa, me estiré entero, había un sol exquisito y ahí supe que había subido el Everest. Estaba solo, mirando hacia el Valle del Silencio, escuchando un tema de Yes en mi discman”.
Luego vino la confusión: la prensa en Chile informó que Purto había llegado primero, después que no, que la expedición de Jordán fue la primera, después que sí, que hubo una pelea en la cima y después nada. Todo se difuminó bajo la fatal sombra de la polémica.
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Treinta años después, los primeros chilenos que conquistaron el Everest han seguido distintos caminos.
Mauricio Purto se dedicó a realizar microprogramas y documentales con sus ascensos: Cumbres del mundo, Cumbres de América y Cumbres de Chile, entre ellos, con los que ganó dos premios APES. Hoy da charlas motivacionales, conferencias y hace talleres de trabajo en terreno, en los que se dedica a difundir la vida al aire libre como terapia de salud. “Tengo el ego del porte del Everest, pero también soy capaz de triturarlo en mil pedazos. La montaña me enseñó a ser líder, porque en esa expedición no lo fui. No ejercí autoridad. Si me hubiera impuesto, habríamos llegado todos a la cumbre. Fue un error de liderazgo potente. Pero aprendí a mandar después de eso”.
Purto ha vuelto sólo una vez al Everest, en 2001, al mando de las mujeres que intentaron repetir la hazaña. Pero esa vez no subió. Se quedó en el campamento base. “Tuve más susto ahí que cuando hice la cumbre -dice, en broma, refiriéndose a las peleas que hubo entre las integrantes de esa expedición.
Sin embargo, nunca ha logrado superar la distancia que hay entre él y el grupo de Jordán. Sigue pensando que no importa quién llegó primero y que aquel día debe celebrarse como un doble ascenso: “Compartimos la cumbre. Pero muchas veces cuando nos hemos querido juntar con Jordán, él se rehúsa. Nos han propuesto sacarnos una foto juntos y no ha querido. Nos han pedido entrevistas juntos, y tampoco”.
Luego del Everest, Fernando Luchsinger trabajó con Purto en sus microprogramas y fue al Cho Oyu como camarógrafo, logrando su tercer ochomil. Después cambió el montañismo por las expediciones submarinas y ha realizado documentales para la TV. Hoy piensa: “El equipo se desintegró, pero fue una experiencia significativa para mí. Hoy estoy completamente en paz y reconozco que fui yo quien se equivocó. Tomé una mala decisión y no me concentré en lo que debía. Siento que si hubiera sido más humilde, habría llegado a la cumbre”.
Nunca más volvió al Everest.
Ítalo Valle administra un hotel familiar en el centro de Santiago. Trabajó en los microprogramas de Purto y en 2003 intentó sin éxito hacer cumbre en el Dhaulagiri, junto a Luchsinger y Luis García, en lo que fue su última expedición a los Himalayas. En los últimos años fue maestro de Juan Pablo Mohr, muerto en el K2 en febrero de 2021. “En nuestro grupo las relaciones podrían haber sido más un poco más fluidas. Hubo conflictos y roces que son naturales, pero en vez de que pasaran, se quedaron ahí. Yo no tengo rollos con nadie. Me he encontrado con García-Huidobro y lo saludo. Con Montes también. Con Lucero también. Siempre he dicho que los felicito por lo que hicieron. La ruta de ellos fue extraordinaria… Me hubiera gustado hacerla”.
Rodrigo Jordán, empresario, socio de Vertical, profesor de liderazgo, evita referirse a sus diferencias con Purto. Ha regresado cinco veces al Everest y hoy es uno de los pocos himalayistas del mundo en haber conquistado la montaña por sus tres caras. “Antes de la primera cumbre, pensaba que subir el Everest era un acto mezquino, porque lo estaba haciendo para ser exitoso. Se lo decía a mi papá y él me contestaba que sí, que era mezquino, que era puro ego, pero que estaba seguro de que yo iba a encontrar la forma de cambiar eso”.
Apenas regresó, Jordán fundó una ONG para llevar a los niños de escasos recursos a la cordillera y después se incorporó como director de la Fundación para la Superación de la Pobreza. Entremedio, tuvo un complejo paso de casi dos años en la dirección ejecutiva de Canal 13 y ha escrito varios libros de sus expediciones, que incluyen la Antártica.
Cuando Juan Sebastián Montes recuerda el Everest, no puede dejar de pensar en Dagoberto Delgado, muerto de hipotermia en la cumbre del Mont Blanc en 1997, y en Christian Buracchio, muerto en un accidente aéreo en 2002.
Montes fue intendente de la Región de los Lagos durante el primer gobierno de Piñera y fundador de Evopoli. Hizo un doctorado en Barcelona en administración de empresas, fue gerente de una salmonera en el sur de Chile, vivió en Puerto Varas y hoy reside con su familia en Boston. Allá es académico de Carroll School of Business de Boston College. Luego del Everest, siguió subiendo montañas, desde las Torres del Paine hasta los Pirineos. Dice que en invierno escala en hielo, en cascadas congeladas. “Ahora pienso que nada es imposible y he ido buscando mis propios Everest a lo largo de la vida”.
Cristián García-Huidobro vive hace más de dos décadas en Temuco. Cuatro años después del Everest fue el primer chileno en subir el K2. En 2007 logró su último 8 mil, el Nanga Parbat, en los Himalayas. Actualmente corre ultramaratones, como el Atacama Crossing, y se dedica a dar charlas motivacionales, donde cuenta su experiencia en la montaña. Hoy reconoce: “Pude ni haberle hablado a Purto en la cumbre, porque llegamos primero por una ruta superior. Pero yo soy mucho más visceral y ante una injusticia tengo que hacer algo, bien o mal, no puedo quedarme callado”.
Pero la espina de García-Huidobro es otra: “Trajimos la bandera chilena de la cumbre; dijimos: esto va a ser historia, tenemos que conservarla. Estábamos convencidos de que, al menos, nos iba a saludar el Presidente y se la íbamos a pasar. Nunca nos invitaron a La Moneda”.
El presente reportaje es una actualización de Los Archivos Secretos del Everest, originalmente publicado por su autor en la Revista Sábado de El Mercurio el año 2012.