Reos acusan hacinamiento y que no se respetó el protocolo que se elaboró especialmente para los centros de reclusión. Una crisis sanitaria que puso a prueba la calidad humanitaria de todo el sistema penitenciario.
Por Valentina Urbina, Lizbeth Cifuentes y Camila Céspedes
19 de Agosto de 2020
El 26 de abril, Jonathan V. (33 años) se encontraba tomando mate en la galería 10 de Santiago Sur en compañía de dos amigos, cuando sintieron que se abría bruscamente el latón de metal que los separa del pasillo. Ingresaron cinco gendarmes. Todos con mascarillas. Ordenaron formarse de inmediato a los 104 reos que vivían en ese sector, y comenzaron a señalar uno a uno. A él le dijeron: “¡Ya Jonathan! ¡Estás enfermo, te vas a aislamiento!”. Pálido, el interno intuyó que podía tratarse de Covid 19 y obedeció sin reclamar, mudo por el impacto. En total fueron seis compañeros contagiados.
La calle 15, donde fueron aislados estos primeros reos que dieron PCR positivo tras un testeo en el recinto, es frío y oscuro. Hay literas y un baño. Jonathan tiene un pulmón menos que perdió hace seis años, después de que una bala perforara su tórax. Debió someterse de urgencia a una cirugía, en la cual abrieron su pared torácica para llegar a su pulmón. Hasta que se contagió, dice el recluso, no ha recibido un trato distinto al que hasta entonces le habían proporcionado en el recinto penal desde que ingresó en 2019 por hurto en domicilio habitado. Nada, al menos, que hubiera ayudado a evitar que se contagiara.
Luego de algunas horas en aquel lugar donde enfrentaría los 14 días de aislamiento que requiere una cuarentena, Jonathan recuerda que ingresó una enfermera y les tomó a los seis reos confinados la temperatura. Asegura que nadie les dio información acerca de los síntomas que vendrían por la enfermedad, tampoco sobre sus procesos, ni sobre protocolos a seguir. Le dio rabia que no les mostraran ni los resultados de los exámenes PCR que decían que ellos estaban con el virus. Y así, durante días -afirma- esa enfermera fue la única visita médica que recibieron. “Pedimos que nos visitara un médico y nos explicara la enfermedad, para saber qué medidas tomar. Cuando nos contagiamos estuvimos a la suerte de dios, porque acá no iba a llegar corriendo un enfermero para decirnos: ‘¡Te salvo la vida!’. Podíamos haber pegado patadas a la puerta por horas y nadie iba a acudir”.
De acuerdo al Manual de Derechos Humanos de Gendarmería, toda persona privada de libertad debe ser tratada humanamente. Sin embargo, la situación de hacinamiento en la que se encuentra la mayoría de las cárceles del país impide que esto se cumpla. Se elaboró un protocolo especial para enfrentar esta pandemia. Pero según testimonios recogidos, no se cumplen. Las cifras que revelan aglomeración al interior de las cárceles son altas: 4.143 hombres de Santiago Sur comparten instalaciones que tienen capacidad para 2.384 personas. Y 4.068 hombres de Santiago 1 conviven en espacios diseñados para 4.000 internos, según el Informe de Plazas de junio pasado. En lugares como éstos, las bromas son crueles: murciélagos les apodan a aquellos presos que terminan durmiendo colgados por la falta de espacio.
Patricio Cerda es padre de un imputado de 22 años que se encuentra en la cárcel Santiago 1 y presenta asma crónica. El padre resiente que el chequeo diario en el recinto consista en que se tome sólo una vez al día la temperatura a cada interno, pese a que en el protocolo para población de riesgo elaborado para enfrentar la pandemia se establece que se deben tomar todos los signos vitales cada día. Lamenta también que su hijo sea uno de los internos del Centro de Detención Preventiva de Talagante que fueron trasladados a Santiago 1 en mayo pasado. Le preocupa que ni antes ni después del traslado le hayan tomado algún examen a su hijo para descartar que estuviera contagiado con Covid-19. Ni siquiera al llegar a Santiago 1 le hicieron un PCR o un test rápido, dice, solo le tomaron la temperatura antes de comenzar su cuarentena preventiva.
Consultada Gendarmería de Chile sobre el reglamento de traslados, insisten que previamente los internos “deben realizar una cuarentena de 14 días y deben contar con examen PCR negativo”. También aseguran el permanente control de salud a los adultos mayores (sobre 65 años) y enfermos crónicos.
Sin embargo, la situación del hijo de Patricio Cerda es la misma que vivieron los reos trasladados a la cárcel de Valdivia, donde después de la llegada desde la Región Metropolitana hubo un brote de contagios, según informó el portal Biobiochile.cl.
En los módulos de Santiago 1, las celdas miden tres metros de largo y tres de ancho. Están cerradas por un portón de lata a partir de las 17:30 horas cada día y hasta las 9 horas del día siguiente. Dentro de cada una hay un baño, con un WC, una ducha y un lavamanos que sólo se separan de las camas gracias a una delgada cortina.
En diciembre de 2018 el INDH publicó el tercer Estudio de las Condiciones Carcelarias en Chile de recintos tradicionales. Se concluyó que un 90% de los recintos inspeccionados presentan problemas de condiciones materiales; en relación a la salud, el informe menciona que existe un funcionario de salud disponible para aproximadamente 49 internos.
Claudio Anabalón es gendarme en Santiago 1 y, según él, la estructura de cada celda es para dos imputados con dos literas de cemento, “una abajo y otra arriba ancladas a la pared”. Explica que, como hay celdas que están malas, porque algunas “no tienen lavamanos, no tienen la taza del baño, no tienen agua, ni luz, los internos se van a vivir a otras piezas y así es cómo conviven de a 3 ó 4 en una misma celda”.
En Santiago Sur las celdas son más chicas todavía: miden tres metros de largo y sólo dos de ancho. También poseen literas, pero el baño no se encuentra en la pieza sino que es compartido por toda la galería. Hay urinarios y duchas. J.B. es gendarme en este penal, y prefiere reservar su identidad. Según él, puede haber hasta 150 personas por galería: “En algunas galerías se da mucho que duermen de 4 a 5 personas en una misma pieza, lo cual no permite una distancia social con o sin pandemia”.
Gendarmería publicó en marzo de este año dos protocolos de acción frente a la pandemia, con el fin de resguardar a la población penal y a los funcionarios. El primero de ellos fue dirigido a todas las personas dentro del recinto, mientras que el segundo apunta a los enfermos crónicos y adultos mayores.
El primer documento indica que dos de las cuatro etapas están implementadas, lo cual significa que la planificación y las capacitaciones ya fueron realizadas, además de entregar los insumos necesarios. Las siguientes etapas son medidas paliativas al haber contagios. El protocolo para la población de riesgo es más específico respecto a qué cuidados deben tener, como el chequeo una vez al día.
En diciembre de 2018 el Instituto Nacional de Derechos Humanos publicó el tercer Estudio de las Condiciones Carcelarias en Chile de recintos tradicionales. Santiago Sur cabe en esa categoría. El informe cubrió principalmente las vulneraciones al derecho de integridad personal de los privados de libertad, se abordaron las condiciones de habitabilidad, atención médica, visitas y castigos, entre otros. Se concluyó que un 90% de los recintos inspeccionados presentan problemas de condiciones materiales; en relación a la salud, el informe menciona que existe un funcionario de salud disponible para aproximadamente 49 internos.
Valeska Orellana, abogada y directora territorial de la ONG Leasur: “Se les han recomendado distintas medidas a Gendarmería, de parte del Colegio Médico, como de organismos internacionales, pero en la práctica son súper difíciles de llevar a cabo porque los recintos penitenciarios están totalmente hacinados”.
El jueves 30 de abril de 2020 se realizó un operativo médico en Santiago Sur, a cargo de especialistas de la Universidad Católica y Universidad de Chile. Buscaban detectar contagios y revisar las condiciones que podrían propiciar el avance de la pandemia. María Simian (microbiología clínica de la Universidad de Chile) participó en ese operativo que se encontró en el patio central de la cárcel. “Teníamos el desafío de atender a unos 350 internos en una mañana, entonces el mensaje fue ‘traten de no quedarse mucho conversando con uno’ […] todos los que llegaban tenían mascarillas”, afirma Simian y también confirma haber escuchado de reos sobre las condiciones precarias que había adentro. “Algunos internos nos decían que se lavaban mucho las manos y que les llevaban desde afuera botellas de alcohol gel, porque no había suficiente para todos”.
Según el departamento de comunicaciones de Gendarmería se hizo entrega de mascarillas de uso obligatorio en los recintos; sin embargo, los internos y gendarmes de ambos centros aseguran que éstas no son suficientes. En la mayoría de los casos, son los mismos reos quienes las confeccionan o le piden a sus familiares que se las ingresen.
Verdosira Neculñir es madre del “Chino”, quien fue condenado a un año y seis meses en Santiago 1 por microtráfico. Una vez a la semana se dirige a entregar la encomienda para su hijo; le lleva lo esencial en la actualidad: cloro gel, útiles de aseo y mascarillas. Le preocupa que su hijo se contagie, comenta que allá adentro los espacios son reducidos y la enfermería no da abasto. “Ahí te enfermas y es terrible; a no ser que te vean muy mal te atienden. Cuesta que les den remedios, no te dejan entrar paracetamol y esas cosas. Son demasiados y una enfermería para todos, colapsa”, dice.
Valeska Orellana, abogada y directora territorial de la ONG Leasur, conoce la realidad de ambos recintos -Santiago Sur y Santiago 1- y dice que “se les han recomendado distintas medidas a Gendarmería, de parte del Colegio Médico, como de organismos internacionales, pero en la práctica son súper difíciles de llevar a cabo porque los recintos penitenciarios están totalmente hacinados”.
Actualmente el Gobierno propuso la implementación de la estrategia nacional de Testeo, trazabilidad y aislamiento, que consiste en potenciar la coordinación entre las Seremi de Salud para detectar contagiados o posibles contagiados. Este plan incluye la visita a recintos penitenciarios.
Hace 20 años, durante el gobierno de Ricardo Lagos, se instaló un sistema carcelario concesionado que buscaba solucionar los problemas existentes en los penales. Su principal promesa era la creación de una alianza estratégica entre el sector privado y el público para lograr un modelo rentable, eficiente y de mayor calidad e infraestructura.
Santiago 1 funciona bajo este modelo, donde la custodia es manejada por Gendarmería de Chile y la provisión de servicios y herramientas psicosociales son responsabilidad de la empresa concesionaria. Esto suponía en sus inicios una mejoría tanto en la modernización del centro, como de la rehabilitación y resguardo de los derechos humanos. El gendarme J.B., quien también trabajó en Santiago Sur, dice que las diferencias son muy pocas. “La concesionada ve sus horarios y todas esas cosas, a diferencia de la cárcel tradicional que también es subsidiada por el Estado”. Si hay algo que puede afirmar tras años de experiencia es que “en salud es igual: no da abasto para todos los reclusos”.
El gendarme cuenta que los internos en Santiago Sur realizan distintas labores en el casino del penal o en las oficinas de los gendarmes, trabajan de mozos, cocinan y realizan labores de orden y limpieza, todo esto con la recompensa de mejorar la conducta y reducir sus condenas. “La preparación es mejor para reintegrarse a la sociedad, hay hartos talleres. Hay internos que trabajan en madera y trabajan precioso. Cosa que en Santiago 1 no se ve”, señala.
Verdosira Neculñir, cuyo hijo está preso en Santiago 1, cuenta que en la encomienda que le lleva al joven le entrega también entre 50 a 60 mil pesos: “No nos dejan entrar nada, todo lo venden, adentro es pura plata. No puedo traerme la ropa y lavarla, tampoco le puedo ingresar detergente. Para eso ellos deben pagar. También para comprar cosas en el Economato”.
Economato es un kiosco administrado por gendarmes y el único lugar donde los reos pueden hacer compras. En él se encuentran variados productos como golosinas, máquinas de afeitar, papel higiénico, cigarrillos, entre otros.
La cárcel de Rancagua fue una de las primeras en ser concesionadas en nuestro país. En julio pasado, se informó de un brote que significó 142 internos contagiados y 239 sospechosos.
Hasta el 9 de agosto de 2020, Gendarmería daba cuenta de 1.554 personas privadas de libertad contagiadas a nivel nacional y 14 fallecidos. En cuanto a funcionarios, 1.191 son casos positivos y 2 decesos.
Al consultar a la entidad sobre el estado específico de Santiago 1 y Santiago Sur, desde el Departamento de Comunicaciones indicaron que hasta el día 6 de agosto de 2020, en Santiago 1 existían 47 internos contagiados, 30 recuperados y 1 fallecido. Mientras son 104 funcionarios infectados y 96 recuperados.
De acuerdo a las cifras de Santiago Sur, 99 internos se encontraban contagiados, 84 recuperados y 5 fallecidos. Respecto a funcionarios, 111 se registraban positivos ante el virus y 105 recuperados.
Además, el documento entregado por Gendarmería señala la realización de 2.726 PCR a internos de toda la Región Metropolitana (hasta el 31 de julio de 2020). Esta cifra, significa que aproximadamente solo un 20% de la población bajo el sistema cerrado, a nivel regional, ha sido testeada.
Durante una de las noches de su condena, Jeyson S. (31 años) se encontraba acostado sobre su litera en uno de los módulos de Santiago 1 cuando comenzó a escuchar gritos provenientes de una celda vecina. Luego de unos minutos, los gritos se intensificaban y eran acompañados de golpes constantes a las ventanas y puerta de latón que dividen las “piezas” del pasillo: ‘¡ayuda!’, ‘¡se va a morir!’, ‘¡necesita ir a la enfermería!’.
Jonathan V. reafirma: “Nosotros somos delincuentes, estamos conscientes de la condena que nos colocaron los jueces y la sociedad (por lo que hicimos). En ningún caso estamos gritando que nos suelten o nos dejen libres porque estamos enfermos, pero somos seres humanos”.
La desesperación de los internos pidiendo socorro urgente se extendió durante casi media hora, “prácticamente se estaba muriendo la persona y no aparecía el gendarme”, recuerda. Según Jayson, este tipo de situaciones no son aisladas y es en horario de encierro cuando se sienten más vulnerables. Cuando comienza a bajar el sol, termina la hora de patio y todos deben ingresar a sus celdas por 15 horas.
Producido por Javiera Aravena, Josué Laval y Safka Parraguez