A la disminución sostenida de las lluvias, según relatan los vecinos, se suma a partir de la década de los ’90 la desaparición progresiva del bosque nativo y su reemplazo por especies no endémicas, las que pueden llegar a consumir hasta 200 litros al día.
“El verde se ha ido apagando poco a poco. Ha sido reemplazado por el café de la tierra y del pasto seco”, cuenta el presidente de la junta de vecinos de Los Pellines, Jorge Flandes.
En 2017 se agregó un tercer factor que amenaza a la ya mermada disponibilidad de agua: el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) autorizó cuatro grandes proyectos inmobiliarios en el sector, los que ofrecen el “sueño” de habitar los impenetrables bosques valdivianos.
Para ello requerirán de mucha agua y deberán habilitar pozos profundos.
“Es lo mismo que meterle una bombilla a un vaso. Si están haciéndole hoyos a la tierra, obviamente va a absorber el agua y va a quedar vacía”, explica la lawenche Maribel Manquecoy.
“La gente vivía tranquila, vivía su mundo. Pero desde que empezó todo esto, ha sido un desastre porque ha habido un impacto general en el bosque nativo y en los menokos (humedales)”, agrega.
CAMIONES ALJIBE
Desde el 2017, el programa Agua Potable Rural (APR) de Los Pellines solicita camiones aljibes todos los veranos. En la época estival la población duplica su tamaño, llegando a cerca de 4 mil habitantes, según cuenta Jorge Flandes.
El dirigente vecinal señala que los veraneantes –que llegan a sus segundas o terceras viviendas– tienen “una cultura que es de derroche” y acusa el uso extendido de piscinas de hasta 5 mil litros. Es la misma cantidad de agua que le suministran camiones aljibe a Maribel Manquecoy y a otras siete familias cada 15 días para que se la repartan entre todos.
“Todo se tiene que hacer prácticamente con vasos, midiendo, y poniéndose de acuerdo con los vecinos”, explica Maribel, quien aclara que esa agua no es para consumo “ya que el sabor a cloro es muy fuerte, incluso cuando está hervida”. Hay quienes se han enfermado bebiéndola, asegura. Menos sirve para practicar medicina mapuche.
Para realizar curaciones u otro tipo de prácticas medicinales, Maribel necesita conseguir agua pura de algún cauce, sin importar cuánto tarde y lo difícil que resulte subir la quebrada hacia su hogar cargando veinte o treinta litros en bidones.
“Necesito tener agua de menoko para poder hacer lawen, porque es esencial, no voy a estar contaminándolos con agua con cloro que nos trae un aljibe. Se necesita tener la pureza que nos da la naturaleza, en conjunto con los lawenes y el agua, entonces tiene que ser todo un complemento”, dice Maribel.
–¿Cuánto demora hoy en encontrar y recoger lawenes?
–El otro día fuimos y nos demoramos cinco horas en ir y volver, así de lejos estaban los menokos donde se encuentran esos lawen. Ya es mucho lo que se tiene que caminar, ahora me queda más lejos. Antes, a lo más me demoraba una hora y media en todo el trayecto.
–¿Cada cuánto tiempo tiene que ir a buscar agua?
–Eso no depende de mí, depende de los kutranes (enfermos) que llegan.
–Y ahí, me imagino, tiene que cargar con harto peso…
–Claro, 20 o 30 litros al menos, a veces más. A veces voy sola, a veces con ayuda.
–¿Y cómo trae el agua?
–En bidones, en lo que haya se trae.